Por: Bruno Adrián Baltazar García

Desde el poder muchas son las formas en las que se busca permear e influir en la opinión pública, una de ellas es utilizar la polarización social como estrategia política. Este fenómeno ocurre no sólo en México: es instrumento frecuente en muchos contextos y diversos momentos históricos; forma parte esencial de la táctica en procesos electorales y del propio ejercicio de gobierno. Hemos sido testigos de cómo la polarización social está intrínsecamente relacionada con las dinámicas de poder y cómo ésta se relaciona con la cohesión y la estabilidad social, tal como lo señalara Karl Marx, al mencionar que “la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”.

La existencia de diferencias es propio de las sociedades de la modernidad, muchas de estas posturas han abonado a la igualdad o a la inclusión, y es que desde ellas se visibiliza la diversidad o la complementariedad. Pero es fundamental garantizar, a través de políticas públicas y la construcción de estructuras e instituciones sociales, que estas diferencias no sean utilizadas como herramientas de dominación o explotación, sino como elementos que enriquecen y fortalecen el tejido social. Sin embargo, sin una visión de Estado que atienda a las diferencias sociales, estas pueden crear un sistema de desigualdades, con implicaciones profundas en las oportunidades de desarrollo, la movilidad social y la calidad de vida de las personas, lo que a su vez puede generar expresiones de violencia y conflictos sociales, que aún con el trascurrir de los años resultan muy difíciles de erradir.

Tal como lo señalara Noam Chomsky, la manipulación de la opinión pública se lleva a cabo a través de los medios de comunicación y otras instituciones controladas por las élites. En su obra «Manufacturing Consent», analiza cómo las estructuras de poder utilizan la propaganda y la desinformación para moldear la percepción y las creencias de la sociedad en beneficio de intereses particulares. Esta manipulación busca distraer a la población de las verdaderas causas de la desigualdad y promover narrativas que perpetúan el dominio de las élites.

Pero también, la polarización puede ser promovida desde el ámbito político. No es que no existieran esas diferencias con anterioridad, sino que éstas son utilizadas como una estrategia política que apela más a la emocionalidad que a la racionalidad. La polarización con fines políticos, es entonces una expresión de los conflictos de intereses y la desigualdad, generados por un sistema que produce tensiones y divisiones, que son exacerbadas por la manipulación de la opinión pública, como estrategia de posicionamiento de una ideología imperante.

Actualmente la democracia se impone como un sistema obligado al diálogo y a la conversación, desde ella se construyen acuerdos entre las diferencias, la innovación y las ideas surgen en la libertad y el intercambio de opiniones. La participación social es el único frente a la polarización. Jürgen Habermas, en su teoría de la esfera pública, sostiene que una sociedad democrática requiere un espacio público donde se puedan discutir y deliberar los asuntos comunes de manera racional y libre. En contraparte, sin el debate público se debilita la cohesión social, se socava la confianza en las instituciones y se dificulta la construcción de soluciones consensuadas a los problemas que enfrenta una sociedad. La manipulación de la opinión pública fragmenta este espacio, genera confrontaciones y dificulta la búsqueda de soluciones colectivas. Esto perpetúa la desigualdad y obstaculiza la construcción de un sistema justo y equitativo.

La manipulación es solo una de tantas prácticas arraigadas en las estructuras de poder del sistema, por ende es un mecanismo utilizado por las élites para mantener su dominio y perpetuar las desigualdades existentes. La lucha de clases es el motor de la historia, es posible afirmar por tanto, que la polarización es expresión de esta lucha en la sociedad contemporánea.

Es fundamental comprender cómo los fenómenos mencionados socavan la cohesión social y obstaculizan la búsqueda de soluciones colectivas. Para construir una sociedad con igualdad real y auténtica democracia, es necesario promover una esfera pública libre de manipulación que facilite el diálogo y la deliberación informada. Solo así podremos superar las diferencias y avanzar hacia una democracia participativa en la que los intereses de todos los individuos sean considerados y respetados.