Los hechos de los pasados 23 a 25 de junio en el suroeste de Rusia, en su región fronteriza con Ucrania, deberían de verse con alarma pues muestran el poder que puede alcanzar un grupo de mercenarios como lo es Wagner, que a nombre de Moscú combate en la eufemística “Operación Militar Especial” contra Kiev.

Yevegeny Prigozhin encabeza una nociva forma de empresa multinacional, como actúan muchas organizaciones de combatientes que luchan a favor de banderas que no les importan o desconocen, pero sí les dejan ingresos que difícilmente podrían obtener en otra actividad.

El hecho debe verse más arriba de quienes venden su vida, y también más arriba de las empresas que los contratan directamente, los organizan, los dirigen y les pagan.

El problema real se encuentra en los gobiernos que recurren a ellos ante su ineficiencia para crear su propio ejército, o para fingir que no son quienes atacan, pero que también pueden ser objeto de ataques de parte de esos grupos. Sobre todo, de los gobiernos que recurren a ellos para lanzar la piedra y esconder la mano, como parece ser la situación de Rusia y el Grupo Wagner.

Ese escenario no es nuevo. A fines del siglo pasado la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas formó el Grupo de Trabajo sobre el uso de mercenarios como medio para la violación de los derechos humanos e impedir el ejercicio del derecho de los pueblos a la autodeterminación, el cual sustituyó al Relator Especial que sobre ese asunto se había creado en 1987.

En 2018 el grupo de la Comisión de Derechos Humanos publicó un informe sobre sus actividades que abarcaron naciones en África, Asia y América Latina, donde se encontró el trabajo de mercenarios.

Destaca que a nivel mundial las legislaciones nacionales tienen pocas o ninguna regulación sobre este tipo de actividades, que muchas veces se asocian con lavado de dinero o narcotráfico, por ejemplo, lagunas legales que simplemente facilitan la existencia y operación de los mercenarios.

La facilitación de la vida de estas entidades incluye la indiferencia de la opinión pública, pese a que se han dado casos destacados. Un ejemplo es el de la empresa Blackwater, empleada por Estados Unidos para efectuar de manera ilegal y subrepticia, acciones que sería impropio ejecutar de manera abierta.

Una de esas tareas, por ejemplo, fue encargar a Blackwater el asesinato de los líderes de Al Qaeda. Al final la compañía falló en su objetivo y tuvieron que llegar las fuerzas especiales del ejército estadunidense quienes realizaron la misión el uno de mayo de 2011, cuando mataron a Osama Bin Laden, mientras la cúpula de la Casa Blanca veía a control remoto la operación ejecutada en Paquistán.

Tocó ahora a Rusia encargar al Grupo Wagner una parte importante de la llamada “Operación Militar Especial” en Ucrania. ¿Por qué el presidente ruso Vladimir Putin recurrió a esos mercenarios, como le ha encargado operaciones en África?.

El grupo de la Comisión de Derechos Humanos había encontrado desde 2016 la presencia y actuación de mercenarios en Ucrania, aunque en su informe ya citado no queda claro si pertenecían a Wagner.

Por otra parte la falta de claridad en la información en Rusia, impide hacer afirmaciones, sin embargo desde el nombre oficial de la invasión a Ucrania, es evidente que Moscú pretendía encubrir su mano, lo cual fue imposible desde luego.

Escenas de jóvenes rusos huyendo de Rusia para evitar ser enlistados, o de decenas de personas vitoreando a los mercenarios de Wagner amotinados, muestran que el apoyo a la invasión de los rusos a Ucrania no era unánime, y esto en parte explica haber recurrido a Wagner.

Los 25 mil a 50 mil mercenarios de ese grupo fueron tan eficientes en su misión ucraniana como Blackwater en acabar con Osama Bin Laden. La más difundida es que el ministerio ruso de Defensa llevaba meses limitándoles los recursos y hasta los atacó, y de ahí la rebelión.

La presunta marcha de los mercenarios amotinados hacia Moscú, la cual inclusive despertó en las alertas informativas la frase de “golpe de Estado”, muestra que Wagner y Prigozhin estaban en realidad en una lucha de poder dentro de los muros del Kremlin, y donde se ignora si Putin era el objetivo o él maniobraba para deshacerse de enemigos internos.
Lo que suceda en las semanas siguientes lanzará luz sobre la realidad.

De salida: Cómo se esperaba el 20 de agosto habrá segunda vuelta presidencial en Guatemala. Solo quien encabezaba las encuestas previas, Sandra Torres, pasó a esa ronda, donde competirá con el filósofo, antropólogo y actual legislador Bernardo Arévalo. Pero ni Torres pudo alcanzar la cantidad que sumaron los votos nulos, prueba del repudio a partidos y políticos guatemaltecos.

 

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