Importantes ciudades francesas han vuelto a ser el escenario de protestas violentas protagonizadas, en su mayoría, por jóvenes hijos de inmigrantes, en varios casos, de excolonias del país europeo. La persistencia de esa violencia señala que las causas siguen ahí, sin resolverse.

Algunos estudios encuentran el inicio de esta violencia en la década de los años setenta del siglo pasado, es decir, que desde hace medio siglo esa violencia se presenta en el país europeo.

Elementos constantes de esos hechos son que se dan casi siempre en las afueras citadinas, de donde se trasladan hacia el centro de las urbes. También, que el brote en una, pronto es seguido en varias más.

Sus protagonistas son mayoritariamente jóvenes descendientes de inmigrantes, y la policía va siempre a controlar la situación, acompañando y tratando de facilitar la labor de los bomberos, pues se trata de protestas con incendios de barricadas y automóviles.

Pero la labor policial no es de mero control y acompañamiento. Con el inicio de este siglo han aumentado sus atribuciones, lo que genera resistencia de parte de la población, en particular la joven descendiente de inmigrantes, que a semejanza de los afroamericanos e inmigrantes de origen latinoamericano en Estados Unidos, siempre son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario.

Quizá lo único nuevo sea que las protestas son convocadas a través de las redes sociales, una herramienta que las vuelve más eficaces.

Un ejemplo siempre recordado cuando se revisan estos hechos, es la muerte en noviembre de 2005 de dos jóvenes de 17 y 15 años, uno de origen malí y otro tunecino, quienes perecieron electrocutados al esconderse en un transformador eléctrico, de policías que buscaban a los responsables de un robo en la comuna parisina de Clichy-sous-Bois, y que al verlos comenzaron a perseguirlos. Ambos adolescentes y un amigo que sufrió graves quemaduras, venían de jugar futbol.

Ese hecho se recuerda no solo por lo conmocionante de morir electrocutado en un transformador, sino por las palabras del entonces primer ministro y luego presidente Nicolas Sarkozy, quien llamó a los jóvenes “matones” y “escoria”, adjetivos ratificados pocos días después.

Los políticos, vistos por su tendencia ideológica, no han tenido respuestas de fondo. Sarkozy era considerado un presidente de centro-derecha. Fue seguido por Francois Hollande, del Partido Socialista, y luego por el actual Emmanuel Macron, de centro, muy cuestionado por su objetivo de aumentar la edad de jubilación ante el aumento de la esperanza de vida de los franceses.

Ahora fue Nahel, de 17 años de edad, estudiante para convertirse en electricista y mientras repartidor de pizza, quien circulaba en un carril exclusivo para el transporte público y desobedeció la orden de dos policías para detenerse, uno de los cuales le disparó y lo asesinó.

La situación se parece mucho a la que se vive en ciudades estadunidenses contra la población afroamericana y latinoamericana migrante: son culpables hasta que demuestren lo contrario, solo que no pueden hacerlo porque son condenados en juicios instantáneos llevados en las calles por los policías.

Parecería que países desarrollados como Estados Unidos y Francia, carecen de políticas para la población que no es como la mayoritaria. Mientras, el presidente Macron ya anunció una ley “urgente” para reparar con rapidez los comercios y edificios públicos afectados.
De salida: En Hong Kong el número de habitantes por kilómetro cuadrado es de seis mil 668; muy cerca se ubica la ciudad de México con seis mil 163, pero ambas son claramente superadas por el campo de refugiados de Yenín, donde residen unos 11 mil palestinos en poco menos de medio kilómetro cuadrado. Ese campo data de 1953, se encuentra en el sur de la región palestina de Cisjordania, y ahí el ejército de Israel desató una operación militar contra, dijo, infraestructura terrorista. Y de nuevo la misma situación: graves problemas de convivencia que se quiere resolver por la fuerza.