El presidente López Obrador se acerca al ocaso de su administración. Una larga y exitosa carrera política llega, si no al final, sí al principio del final. A medida que los candidatos comiencen a dominar la agenda mediática y las campañas se calienten, el poder del presidente se irá transfiriendo a otros sectores. Después de cinco intensos años (a los que podríamos sumar una docena más como férreo opositor), nos acercamos a lo inevitable: una vida pública post AMLO. Es momento, entonces, de hacer un balance de su gestión, que arroja resultados mixtos.

En el aspecto práctico prometió reducir los niveles de violencia y lograr un mayor crecimiento económico. En el discursivo prometió un modelo alternativo de nación que garantizara cualquier cosa deseable en este mundo: justicia, dignidad, igualdad, felicidad, fraternidad, e incluso amor. A cinco años de distancia, queda claro que el programa discursivo tuvo preferencia sobre el programa práctico, lo cual va en contra de las expectativas de sus votantes, quienes esperaban resultados y no solo discursos.

La falta de resultados ha hecho que su administración se perciba como una larga y tediosa campaña electoral. El problema radica en que las campañas, por su naturaleza, se enfocan en el futuro, mientras que no ocurre así con un gobierno. Los gobiernos están limitados en el tiempo –en el caso de México, no más allá de seis años–, a diferencia de las promesas que pueden perdurar eternamente.

Dada la enorme dificultad de gobernar un país como México, y considerando la habilidad y gusto de López Obrador por la retórica, en cierto momento decidió dedicar su tiempo a lo que sabe hacer y le gusta: canalizar emociones. Al hacerlo, dejó de enfocarse en la ardua tarea de gobernar y enfrentarse a la terca realidad.

López Obrador no alcanzó sus objetivos de reducir significativamente la violencia y lograr un mayor crecimiento económico.Sin embargo, logró otra cosa que no carece de mérito: canalizar y representar una profunda insatisfacción con una situación económica y social insostenible.

Así como fue el candidato mejor posicionado para representar ese hartazgo, durante los cinco años que ha estado en el poder, continúa representando esa frustración.
Lo que sí cambió fue el adversario: si en 2018 fueron los partidos tradicionales (PRI, PAN, PRD), ya en el gobierno fueron los órganos autónomos (INE, INAI, Banxico) y, en fechas recientes, el poder judicial. Todas estas instituciones son clave para la vida democrática, pero López Obrador y sus seguidores las caracterizaron como resquicios donde el adversario se había enquistado y hay en consecuencia que “obradorizar al país”.

¿Qué sí ha conseguido López Obrador? Cosas que nadie le pidió que hiciera y no hizo las que se le pidieron. Nunca se le pidió atacar al INE o a la SCJN, pero lo hizo. Se le pidió un mayor crecimiento económico, pero tomó medidas que no favorecieron la inversión. Y a pesar de sus declaraciones sobre el “fin del neoliberalismo”, después de estos años queda claro que hay un consenso económico en México.
La economía mexicana sigue en líneas generales la misma trayectoria desde 1994: la integración con Norteamérica. López Obrador tuvo la oportunidad de elegir otro camino durante la renegociación del T-MEC, pero decidió firmar la propuesta estadounidense, consciente de que no tenía muchas cartas para negociar. Por otro lado, su gobierno no impulsó una reforma fiscal que pudiera fortalecer al Estado y sentar las bases de una mejor distribución del ingreso.

Tarde o temprano las populares expresiones de López Obrador serán olvidadas. Lo mismo sucederá con el emisor. Nada es para siempre. El inmenso poder que López Obrador llegó a amasar se diluirá al final y quizá, muy probablemente, llegue a sentir la cruel ingratitud de tantos individuos que él encumbró y los que ya no tiene nada que ofrecer.

Quizá, en ese momento de reflexión, le asalte la duda de si podría haber hecho algo diferente con el poder que ostentó. Algo más que simplemente administrarlo y conservarlo. La enorme expectativa y buena voluntad generadas por un cambio de ciclo político no produjeron los resultados esperados. Incluso entre aquellos que simpatizan con morena, el análisis es más bien sobrio: “No se logró lo esperado, pero al menos se intentó”. ¿Tú lo crees?… Yo también.