Por: Carlos Muñoz Moreno

Dos cosas tengo muy claras: que las encuestadoras han perdido credibilidad por la forma en que sus resultados son manipulados y por la metodología deficiente y manoseada para lograr la máxima aquella de que “el que paga, gana”.

A eso se suma el que, de manera irresponsable y poco ética, políticos y partidos políticos se inventan encuestas, encuestadoras y resultados para usar estos resultados como una herramienta de posicionamiento; peor aun cuando las encuestadoras se prestan a esos juegos y sin cuestionar ni analizar, publican estudios que son inverosímiles, con datos falsos, deficiencias y presuntas metodologías que constituyen una burla en sí mismas.

Y para rematar, esas estrategias dañan la credibilidad de quienes seriamente se dedican –nos dedicamos— a realizar dichos estudios demoscópicos con profesionalismo, con una trayectoria larga y proba de resultados certeros y metodologías científicas y efectivas.
Esta reflexión surge a raíz de dos hechos que han llamado poderosamente mi atención y que pintan de cuerpo entero cuánto puede torcer una “encuestadora de renombre” sus principios y fiabilidad para tener clientes y “proyección”.

En días pasados se publicaron en redes una serie de resultados de encuestas que sólo llaman a seguir desacreditando la labor de quienes lo hacemos de forma profesional, y además se ha empezado a ventilar la discusión al interior de MORENA y sus “corcholatas” –qué denigrante apodo y todavía más lamentable que los involucrados acepten el mote— para definir la metodología de la encuesta que definirá al candidato cuatroteísta.

De los resultados publicados es tristísimo que lo primero que veamos es que los alcaldes en funciones, como Sergio Baños en Pachuca o Israel Felix en Mineral de la Reforma, estén en la lista de aspirantes a alcaldes, cuando legalmente en Hidalgo ninguno de los ediles salientes puede aspirar a la reelección.

Más triste es que candidatos y candidatas que son probadamente repudiados y perdedores ocupen, en dichas encuestas, los primeros lugares de las preferencias; más triste aún, porque es posible, que personajes ajenos a los municipios en cuestión sean colocados en la competencia a ser alcaldes de demarcaciones que no conocen, donde no los conocen, y además salgan “bien posicionados”.

Y en ese tenor podemos irnos en el análisis de encuestas a nivel diputaciones locales, federales y senaduría, en listados donde deliberadamente se excluyen candidatos naturales y se insertan, con calzador y bajo el mando de quien paga, perfiles que no tienen posibilidad alguna de competir. Eso, de manera lamentable, abarata la labor de quienes de manera profesional y con larga trayectoria se ocupan de hacer bien su trabajo.
Pero, qué otra cosa se puede esperar cuando las propuestas de encuesta para elegir a la “corcholata –o corcholato para ser inclusivos— dorada” tiene absurdos que nos hacen cuestionar la verdadera imparcialidad de dicho proceso. Vayamos desmenuzando la información:

Hay, de entrada, una intrincada propuesta de darle un puntaje a cada respuesta recibida, es decir se subjetiva un ejercicio que de ser imparcial y objetivo no debería ser así porque los resultados, fríos y objetivos deben hablar por sí mismos y pongo un ejemplo:
Cuando Geraldina García era alcaldesa suplente el Pachuca, se le puso en la lista de posibles aspirantes del PRI a diputados federales y era ella, frente a Mirna Hernández y Benjamín Rico, la mejor posicionada. Sin embargo, era la que mayores negativos tenía y perdía careos incluso ante desconocidos. Por eso perdió esa candidatura y, aunque Benjamín Rico debió ser el candidato –entonces dirigía la Fundación Colosio—, la cuota de género puso a Mirna Hernández como abanderada y a la postre sufrida vencedora.
Y luego viene la burocratización más absurda para el levantamiento de una encuesta, porque de hecho a cada encuestador lo habrán de acompañar ¡ocho personas! ¡Ese es el tamaño de la desconfianza en su propio proceso!

Y, además, aunque esto es en exclusiva para la encuesta decisiva, ¡habrá cuatro encuestas espejo! Para una muestra nacional de MIL DOSCIENTAS ENCUESTAS. ¡mil doscientas encuestas que deberán reflejar la voluntad de al menos los 30 millones de potenciales votantes de MORENA! Esto es una burla, indudablemente porque si la metodología fuera en sustratos y de acuerdo a los distritos electorales federales, se estarían levantado CUATRO CUESTIONARIOS por cada distrito. Significa que, por ejemplo, cada persona encuestada representará la voluntad de 25 mil simpatizantes de MORENA. Ya ni hablamos del margen de error y el nivel de confianza de una caricatura de encuesta de esta calaña.

Otras discusiones giran en torno a en qué zonas de cada distrito se levantarán las encuestas, si en territorio afín o en territorio hostil a la cuatroté, lo que significa un sesgo más a un ejercicio de raíz pervertido y manipulado.
Por eso, quiero con franqueza preguntar a los aspirantes morenistas a las candidaturas del próximo año, quienes según se dice en medios y en boca de las dirigencias, serán elegidos vía encuesta:
¿qué demonios están esperando para encuestarse ustedes mismos y corroborar, de manera objetiva si tienen posibilidades de competir?
¿cómo podrán saber si de verdad pueden ganar, en qué seccionales son competitivos y en cuáles no existen, si no se hacen de datos duros, confiables y objetivos?
¿confiarán su futuro político a la una decisión vaga, informe y brumosa sin tener bases para exigir objetividad, certeza e imparcialidad?

Recuerden, la fe es solo asunto para con Dios, para los asuntos humanos está la ley, la ciencia y la certeza; de otra forma solo se están encomendando a San Alejo.
Y le pregunto a los aspirantes de la oposición ¿cómo esperan alcanzar una nominación si los líderes partidistas sólo esperan una candidatura con tracción para arrebatarse y repartir entre cuates las posiciones que les permitan seguir mamando del erario?

Si creen tener posibilidades ¿qué están esperando para llevar a la certeza sus aspiraciones, sino con encuestas confiables, seguras y probas, y no con publicaciones patito, sesgadas, manipuladas y encaminadas al proselitismo y no a la verdad científica?
¿qué están esperando para demostrar de manera fiable que son competitivos cuando sus partidos esperarán al último minuto a fin de dar a sus cuates o quedarse para sí las candidaturas y cerrarles la puerta para buscar otras opciones?

Y a quienes aspiran a ser candidatos ciudadanos ¿en qué basarán sus estimaciones y posibilidades si no saben en qué secciones, distritos, colonias o comunidades tienen apoyo ciudadano o carecen de él? Ojalá no se atengan a esas encuestas de risa loca.
Porque si nos confiáramos en metodologías como la detallada, líneas arriba, o a los resultados publicados, seguiremos confiando en las cohortes de los cuates y el dedazo del gran elector.
Un abrazo a la cuatitud