Dra. Enid Adriana Carrillo Moedano*

El miedo es una experiencia colectiva que condiciona las actividades y decisiones de los individuos y las comunidades en las prácticas cotidianas de la ciudad, que suele ser percibido de manera distinta por hombres y mujeres. En un contexto en el que las mujeres nos apropiamos cada vez más de lo público, el análisis de nuestras experiencias de miedo permiten dar cuenta de la realidad social que nos aqueja, así como de las posibles formas de combatir el problema de la violencia de género en el espacio público urbano.

Los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE, 2022) recogen que el 65.9 por ciento de las mujeres hidalguenses nos sentimos inseguras al caminar solas por la noche. La falta de alumbrado público, el miedo socializado a que la noche y la calle son peligrosas y la creciente crisis de violencia en nuestro país son los factores que hacen que las mujeres tengamos miedo de la noche.

Sin embargo, estos datos pueden resultar reduccionistas, pues son apenas un esbozo de la experiencia de ser mujeres en el espacio público. La ciudad no es un espacio neutro. En él se generan interacciones de naturaleza conflictiva que determinan la manera en que las personas experimentan lo público. Estas prácticas tienen un efecto en las percepciones del espacio material y dotan de cualidades al territorio. Esta relación entre el espacio material y aquel de tipo simbólico es un tema que ha atraído a gran cantidad de académicos de diversos campos del conocimiento como el urbanismo, la antropología urbana, psicología ambiental, arquitectura y los estudios de género, por mencionar algunos.

Por ello es preciso cuestionarnos a qué le tenemos miedo las mujeres y cómo ese miedo afecta nuestra calidad de vida. Si bien la inseguridad es un problema generalizado que nos afecta a todos, las mujeres tenemos miedo a la oscuridad de la calle, al silencio de una plaza pública, a la soledad de un taxi, al ataque contra nuestros cuerpos, y más específicamente: a sufrir violencia sexual. Desde la geografía feminista, se afirma que todas las mujeres somos víctimas de violación, no por haber sufrido un ataque sexual, sino porque todas tenemos miedo de que nos suceda. Esta afirmación resulta preocupante, pues este miedo sostenido por los medios de comunicación y por las experiencias de otras mujeres (conocidas o no), condiciona nuestras decisiones de convivencia y transforma nuestras prácticas cotidianas.

La noche se ha vuelto un espacio violento para el trabajo, el ocio y el traslado de las mujeres en la ciudad. Si eres una mujer sin un auto (como la mayoría en esta ciudad), la alternativa que tenemos para no caminar de noche es tomar el transporte público. Pero los datos no son más alentadores, pues según la iniciativa Mujeres tomando el transporte público en Pachuca, se reconoce que el 73.6% de las usuarias mujeres de transporte público en Hidalgo se sienten inseguras y que 6 de cada 10 casos de acoso sexual ocurren en unidades del transporte público.
Frente a esta realidad, ¿cuáles son nuestras alternativas? Hasta ahora, se ha delegado a las mujeres la responsabilidad de nuestra propia seguridad, pues la planificación urbana, generalmente, piensa en la vida nocturna como un tiempo para el ocio, sin reconocer que en la noche también se dan tareas de trabajo, cuidado y reproducción que hacen de las mujeres de todas las edades, un grupo vulnerado por las decisiones de gestión de la ciudad.

El miedo no lo construimos nosotras, es una consecuencia directa de la realidad que nos aqueja: de otra noticia de una niña desaparecida, del titular de una mujer más asesinada, de ver el cartel de otra compañera desaparecida, de una adolescente violentada a manos de alguien de confianza. Ante esto, las y los planificadores de la ciudad tienen en sus manos una gran responsabilidad, pero también una gran oportunidad para quitarnos el miedo, para darnos luz en las calles, para educar y sancionar los comportamientos de acoso en el transporte público, para mejorar los mecanismos de denuncia y para diseñar calles, pasajes y parques que nos regresen al espacio público de forma segura.

Las mujeres de todas las edades tenemos derecho a vivir en espacios sin miedo, sin el temor subyacente a ser agredidas o profanadas en nuestra integridad y libertad como personas. Por ello, éste es un buen momento para recuperar la noche y, con ello, el derecho a vivir de forma digna en nuestros cuerpos y ciudades.

* Dra. Enid Adriana Carrillo Moedano
Profesora Investigadora *
Correo: info@elcolegiodehidalgo.edu.mx
Facebook: El Colegio del Estado de Hidalgo
Twitter: @elcolegiohgo