¿Será Argentina el próximo país cuyos ciudadanos rechazarán a la clase política profesional votando por un político que no es profesional, y por ello mantiene la duda de que sí podrá resolver los problemas en que los primeros han mostrado incapacidad?

El nombre común que se ha dado a esos políticos no profesionales que desplazan a los expertos es el de “populistas”, pero se debe tener en claro que su exitosa existencia muestra algo más y ese algo más es la ineficiencia de quienes presumen dedicarse a la política de tiempo completo.

Existe gran variación en la falta de éxito de los políticos de tiempo completo, y no todos podrían salir reprobados si se tratara de un examen. Pero el político no profesional hunde su dedo en una herida muy difícil de negar: la corrupción.

Todo político no profesional denuncia una y otra vez la corrupción de la clase política profesional, acusación muy difícil de desmentir. En cualquier país resulta cuesta arriba justificar que los salarios obtenidos en los cargos públicos son suficientes para los bienes que muestran.

Si el político profesional tiene actividades de negocios, entonces su riqueza, se acusa, surge de operaciones poco claras cuando no ilícitas, disimuladas por la política.
En contraste los políticos no profesionales se alzan como honestos y sobre todo, puros. No presumen de preparación académica o de linaje, solo de su honestidad en un nivel de pureza.

Esa pureza y la presunta o real corrupción de los políticos profesionales, les permite denunciar todos los males en un lenguaje que inicia con la dureza y termina en lo soez, pero sin mostrar pruebas.

Se debe de agregar un tono casi místico, similar al de un predicador enardecido, con el que prometen castigo para los políticos profesionales corruptos, y se erigen ellos mismos en la solución.

Si algo defienden es la libertad, que les permite justificar su comportamiento y cuestionar la conducta de los demás.

Todo eso lo muestra Javier Milei, de 52 años de edad, cabeza de La Libertad Avanza, quien apoya su discurso en la escasa eficiencia de la clase política profesional argentina.
Argentina tiene tasas de crecimiento poblacional que han ido del 1.6 por ciento en 1961 al 0.9 por ciento en 2022, con pico de 1.7 por ciento en 1974 y caída a 0.3 por ciento en 2010, con a la fecha 46.7 millones de argentinos, señala el Banco Mundial (BM).
El crecimiento económico va del 5.4 por ciento en 1961 al 10.2 por ciento en 1979, 10.4 por ciento de 2021 y 5.2 por ciento en 2022, también de acuerdo al BM, pero donde todo se descompone es en la inflación.

Un estudio de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios muestra que con promedio anual inflacionario de 35.1 por ciento de 2010 a 2021, solo Venezuela la supera con su promedio anual en esa misma década de 12 mil 235 por ciento.

(https://cdn.www.cac.com.ar/www/20220418_152840_76bdc3.pdf)
Los precios se dispararon con Raúl Alfonsín (gobernó de 1983 a 1989) al llegar a 398.1 por ciento, rebasado por Reynaldo Bignone, el último presidente de facto (1982-1983) con quien sumó 401.7 por ciento.

Con Fernando de la Rúa (1999-2001) hubo baja de precios de 1.1 por ciento, pero con Néstor Kirchner (2003-2007) la inflación fue de 11.6 por ciento y de 25.2 por ciento con su esposa y sucesora Cristina Kirchner (2007-2015), mientras Mauricio Macri (2015-2019) la llevó al 41.8 por ciento y casi seis puntos porcentuales más con el actual Alberto Fernández al alcanzar en promedio 47.4 por ciento.

Entre otras consecuencias de esa inflación tenemos cuatro tipos de cambio para el dólar: el oficial, el blue, el turista y el CCL, además de una deuda por más de 10 mil millones de dólares en entregas de aquí al fin de año, al Fondo Monetario Internacional (FMI).

En ese marco el exmandatario Macri no tiene disculpa: empezó esta última etapa de mala economía, pero el kircherismo contribuyó y su actual representante, el presidente Fernández, no ha podido salir del laberinto. Su candidato presidencial, Sergio Massa, dirige el ministerio de Economía mientras busca la presidencia, todo sin olvidar la abierta pugna entre el presidente Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner.
Con ese panorama ¿alguien podría convencer a los electores argentinos de aquí al 22 de octubre, que no les puede ir peor con Milei?
j_esqueda8@hotmail.com