La extradición de Ovidio Guzmán López a Estados Unidos, en concreto al estado de Ilinois, es de dudarse que reduzca de manera significativa y permanente las muertes de estadunideses por su consumo de fentanilo, aunque por un tiempo adormilará a la opinión pública del país vecino, la cual sigue sin entender que el problema de esa adicción se encuentra muy profundo en su propia sociedad.
El consumo de fentanilo es la cara actual de un problema social cuyo origen se ha rastreado hasta los años 70 del siglo pasado, cuando se presentaba como abuso de heroína.
La oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC) en su Global SMART Update indica que los opioides pueden encontrarse en la llamada web oscura -junto con otros muchos productos ilícitos como pornografía infantil- comercializándose en redes sociales, con el objetivo en grupos vulnerables, rentabilidad alta, factor muy a tomar en cuenta, y presencia de traficantes con años de experiencia que coexisten con novatos.
Agrega la facilidad de ocultar y vender esa sustancia, pues solo se necesitan cantidades pequeñas para lograr los efectos deseados, además de que la innovación constante lleva a nuevas presentaciones, como aerosoles, así como un sólido comercio global, donde las sustancias necesarias se importan para su fabricación local.
Destaca también su observación de la existencia de lagunas legislativas, y el proceso largo que se sigue para la clasificación de nuevas sustancias nocivas.
En resumen, la oferta de opioides es amplia, diversa, en permanente innovación y se facilita por la alta rentabilidad y el consumo al alza.
En contrario de lo que vemos todos los días en los medios, la alerta que vive Estados Unidos por los opioides sintéticos no es exclusiva de ese país, sino que la UNODC tiene una lista de 113 países y territorios donde se registra este tipo de consumo y hay fuertes problemas por el mismo.
África vive en alerta por el consumo del analgésico llamado Tramadol, que también llega a Medio Oriente, y de la codeína usada en jarabe contra la tos. En Asia el consumo va hacia el fentanilo, análogos y otros opioides sintéticos, mientras que en Europa predomina la heroína pero en competencia con el fentanilo, la metadona y la morfina. En Oceanía crece el consumo de fentanilo y análogos.
En un mercado global tan diversificado, de alta rentabilidad –elemento que no debe olvidarse- la captura de un fabricante tiene su significado desde luego, pero no puede considerarse un triunfo fundamental.
Y menos cuando otros tres hijos de Joaquín El Chapo Guzmán también se encuentran acusados de las mismas actividades.
La diversificación en la fabricación de este opioide sintético es también otro elemento que hace suponer una caída temporal en el abasto, pero no el cese del tráfico hacia Estados Unidos.
China ha sido acusada de exportar fentanilo y las sustancias necesarias para su elaboración, lo cual ha negado. Cierto o falso, las acusaciones siguen y la DEA informó en 2020 que India, al menos desde 2017, era otro proveedor tanto del opiáceo sintético como de sus precursores.
Junto a los Guzmán, se ha acusado también al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) de ser otro fabricante y proveedor de la sustancia, lo cual esa organización delictiva rechazó de manera tajante en un video de fines de enero.
La extradición del apodado “Ratón” a Estados Unidos parece erigirse en una confirmación indirecta de que se ha aceptado que en México sí se fabrica y se exporta fentanilo, lo cual no deja de ser positivo para las relaciones binacionales de ambos países, que tienen una agenda amplia en donde se debe de encontrar el equilibrio entre la potencia que es nuestro vecino y nosotros.
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