La incursión del grupo islámico Hamas en territorio de Israel y la respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu, amerita una explicación en busca de entender qué pasa en una región donde un cerillo puede llevar a una catástrofe.
Lo primero y quizá lo más importante es que Hamas no es Palestina. Esta se encuentra aún en construcción, como lo demuestra que su reconocimiento por la comunidad internacional no es total. Aunque son mayoría los países que sí lo reconocen, el peso de aquellos que lo ignoran es considerable: Estados Unidos y miembros principales de la Unión Europea, como Alemania, Francia e Italia, además de Canadá o Japón, por eso no extraña que los cuatro primeros hayan dado su apoyo irrestricto a Israel.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) por su parte reconoció en 2012 a Palestina como Estado Observador no Miembro.
El mundo occidental desarrollado niega el reconocimiento diplomático, pero dialoga con Palestina y le aporta recursos económicos. No hay que ser muy perspicaz para entender que se trata de un rescoldo de la Guerra Fría, y si vamos más lejos, del colonialismo occidental del siglo XIX, rescoldo que ha elevado dramáticamente su temperatura.
Palestina tiene un gobierno, la Autoridad Nacional Palestina, encabezada por Mahmoud Abbas, ahora de 88 años de edad, considerado de línea moderada y líder de una estructura cuestionada por muchos flancos, incluido el burocratismo y la corrupción. Entre las más recientes críticas se encuentra su escasa respuesta ante ataques en Cisjordania por parte de colonos israelíes.

Desde el pasado octubre esos ataques, protegidos por el ejército israelí según la cadena de noticias AlJazeera, dispararon la inconformidad de palestinos, quien han visto por décadas como los colonos israelíes construyen sobre sus tierras.
Hamas, por su parte, es un grupo de credo islámico que aspira a instaurar un gobierno de esa confesión (de ahí que sea islamista) y que recurre a métodos violentos (yihadismo) además de cuestionar a los líderes que se apartan de esta línea, como Abbas.

Este grupo llegó al poder en la Franja de Gaza, la región surponiente, desde 2006 y se ha mantenido, convirtiendo a sus 365 kilómetros cuadrados –la alcaldía Tlalpan de la capital mexicana tiene 312 kilómetros de extensión- en su base de operaciones.
Hamas, en consecuencia, en un grupo con ideología religiosa y política, que gobierna y goza de apoyo social, y no rechaza de ninguna manera recurrir a la violencia para lograr sus fines.

Pero junto a la cuestión política se encuentra la social. Palestina no solo está dividida en dos partes, ni siquiera juntas –como sí fue el caso de las dos Alemanias tras la II Guerra Mundial- sino en realidad en tres, donde la tercera está conformada por 58 campos de refugiados que existen desde 1948, año de la creación del Estado de Israel- y que a la fecha suman 5.9 millones de personas, los cuales esperan algún día regresar si no a sus casas, a un lugar en Palestina.

En los hechos, Palestina se encuentra en una situación muy débil. Sus territorios en Cisjordania, la otra región que la conforma, se han visto mermados por asentamientos de colonos judíos que violan normas internacionales, pero que el actual gobierno de Netanyahu prometió legalizar para contar con el apoyo de partidos ultraortodoxos y hacerse del poder, y en los cuales viven medio millón de israelíes.
El ataque de Hamas contra Israel en la zona fronteriza de la Franja de Gaza es un suicidio que solo se entiende por su posición fundamentalista. Israel es el cuarto poder militar en la región y el 18 de una lista de 145 países -donde México es el 31- de acuerdo a globalfirepower.com.

Israel no va a detenerse en su respuesta por más que el grupo islámico yihadista haya mejorada su capacidad de fuego y elevado hasta niveles de locura e inhumanidad sus acciones.
Se necesita entender que la coexistencia y la convivencia son la única solución, porque ni las posiciones ultraortodoxas judías o islamistas yihadistas de exterminar a Palestina o Israel, respectivamente, van a suceder, pero sí a cobrar la vida de miles de civiles, la mayoría palestinos, como ha sucedido en otras ocasiones.
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