Por: René Anaya
Ahora más que en ninguna otra época se constata que el ser humano es un homo narrans, como nos definió el escritor sueco Henning Mankell, pues la navegación en las redes sociales permite atisbar trozos de la vida de los usuarios, que describen sus rutinas diarias o lo que les sucede día con día.
Ese desfile de fragmentos de la cotidianidad nos remite a la aldea global que Marshall McLuhan describía como “tan grande como un planeta y tan pequeña como la oficina de correo de un pueblo”. De tal forma que dificulta la posibilidad de ver la realidad, pues solo se observa un pasaje del medio en que se vive.
El poder de la información en la red
A partir de 1995, año en que se considera se hizo generalizado el uso de la internet, comenzó a construirse el ciberespacio en el que transitamos diariamente, algunos para enterarse de las preocupaciones de personas afines a ellas (las amistades en las redes sociales) y otros para informarse en determinadas páginas de los acontecimientos según el enfoque que coincide con sus intereses en política, cultura, creencias, aficiones y otras afinidades.
Con ese sesgo informativo, el periodista científico, debe compartir ese espacio con información que sea veraz, completa y equilibrada, para contribuir a informar de un acontecimiento que afecta o puede afectar al individuo o a la sociedad, proporcionar el contexto político, social y cultural en que se desarrolla y, contribuir a crear un pensamiento científico o crítico para construir sociedades más y mejor informadas.
Lo último puede parecer muy ambicioso, sin embargo es uno de los objetivos que debe cumplir quien se dedica al periodismo de ciencia, pues no basta con dar cuenta del avance científico y tecnológico, que en ocasiones puede parecer desligado de la realidad cotidiana de la sociedad o incluso tratarse con un dato curioso, que trivializa el quehacer científico y tecnológico.
Ante esa tendencia de atraer la atención con “datos curiosos” o “¿sabías qué?”, las páginas de internet que compiten por obtener el mayo número de “me gusta”, caen en la fórmula fácil de sacar de contexto una información científica o de buscar una entrada sensacionalista que les asegure un mayor número de visitas.
En este difícil panorama del universo digital, las páginas de divulgación y periodismo científico deben desarrollar su trabajo con apego a la ética informativa y periodística, sin escuchar el canto de las sirenas, que asechan a quienes navegan por la internet.
Los retos del universo digital
Las nuevas tecnologías son herramientas que han facilita muchos de los trabajos de técnicos de diferentes oficios, profesionales de todas las disciplinas, incluidos los periodistas, a quienes Kapuściński advirtió que esas herramientas “facilitan enormemente nuestro trabajo, pero no ocupan su lugar. Todos los problemas de nuestra profesión, nuestras cualidades, nuestro carácter artesanal, permanecen inalterables” (Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo).
Estas nuevas herramientas del universo digital ofrecen grandes ventajas, como la posibilidad de contar con más canales de información, que permiten contrastar las fuentes de información en todas las profesiones; pero al mismo tiempo la saturación de la información lleva a ocultar lo importante y privilegiar lo superfluo e intrascendente. Por eso, en el caso de los periodistas, es importante aguzar el “olfato periodístico” para brindarle al receptor la información más relevante
Otra desventaja de esta saturación de información es el aumento casi directamente proporcional de noticias falsas (fake news) o medias verdades que reproducen conductores de noticiarios y usuarios de las redes sociales, con la pretensión de ser los primeros en dar una noticia, la cual puede afectarnos para bien o para mal.
Lo que deben hacerse para aprovechar esta herramienta es contrastar las fuentes de información, buscar otros canales para verificar las noticias, ya que una de las razones de esos borregos (difusión de noticias falsas) es la inmediatez que se considera debe tener internet.
Esa inmediatez satura de mensajes falsos las redes sociales y algunas páginas de la internet, por lo que tanto los usuarios comunes y navegantes como los periodistas científicos deben vigilar la veracidad de esa información, para contribuir a que esta valiosa herramienta nos permita entablar una verdadera comunicación con usuarios de diferentes países y culturas, de tal forma que la fragmentación de la realidad que llega a verse en las redes sociales, empiece a armarse como un rompecabezas integral.
@RenAnaya2
f/René Anaya Periodista Científico
*Tomado de la Revista Siempre¡