Los cuestionamientos a la agencia de Naciones Unidas encargada de apoyar a los refugiados palestinos han sido un golpe precisamente a ese apoyo, pero también demuestran, al menos, lo incómoda que resulta Palestina para el mundo, sea occidental o musulmán.
Informes de la inteligencia de Israel aseguran que una docena de trabajadores de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés), participó en los ataques del grupo fundamentalista islámico Hamás contra territorio israelí el pasado siete de octubre, el cual dejó mil 200 muertos y 240 rehenes.
Entre los informes destaca el de una rehén israelí tomada por Hamás ese octubre, quien aseguró que su cautiverio había transcurrido en la casa de un trabajador de la agencia. En respuesta de las acusaciones Philippe Lazzarini, titular de la agencia, anunció el despido de varios de sus empleados y su investigación.
Pero lo más grave para la población palestina atendida por esa agencia, alrededor de 5.9 millones de refugiados registrados, es la suspensión de los fondos que entregan varios países. Los reportes de prensa señalan que éstos son Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, Finlandia, Países Bajos, Austria, Alemania, Italia, Francia, Suiza, Rumania, Japón y los países bálticos.
Mantienen la entrega de recursos, entre otros, España, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Arabia Saudita, Catar y Kuwait, pero los países que han suspendido la entrega de recursos conforman al grupo más importantes por el monto de sus aportaciones.
¿Participaron esos trabajadores en la incursión de Hamás? Vista a lo lejos, podría decirse que es arriesgado afirmarlo, pero también existe el dato de que la mayoría de esos empleados son palestinos y refugiados, en consecuencia, es muy probable que siendo palestinos y refugiados, hayan estimado que su participación era adecuada y hasta necesaria.
Uno de los elementos que también debe sumarse al análisis, son las diversas tomas de posición que las autoridades israelíes han expresado desde otro pasado. Desde declaraciones de odio, como llamar “animales” a los palestinos, su reiteración de oponerse por completo a la creación del Estado palestino, pasado por considerar necesario que la agencia de Naciones Unidas que auxilia a los palestinos salga de la región, es decir, nada nuevo.
La situación es así clara: lo que buscaba Hamás con su ataque ha sido un fracaso, al menos que pretendiera el exterminio de la población por la que dice luchar.
Ya suman, en cuestionadas cifras, más de 25 mil muertos palestinos. Gaza virtualmente destruida y con necesidades financieras para su reconstrucción virtualmente imposibles de conseguir. El apoyo internacional detenido y con países que dudan en otorgar inclusive el respaldo político.
La Corte Internacional de Justicia ordenó el último viernes de enero a Israel, medidas provisionales para evitar la muerte de civiles y prevenir el genocidio en las operaciones de su ejército en Gaza, algo imposible de efectuar porque es lo único que ha estado ocurriendo desde octubre pasado, y que ya el gobierno de ese país dijo que continuará.
En resumen: poco importa si las acciones israelíes son valoradas como genocidio o no, pues el hecho es la muerte de miles de palestinos civiles, muchos de los cuales podrían aceptar cualquier condición que acepte Israel para detener los asesinatos, pero muchos otros mantendrán resentimiento y rebeldía, lo que a largo plazo significará más violencia.
Del lado de los países árabes e islámicos se nota la falta de acción clara, que no necesariamente sea un llamado a la violencia, en apoyo a los palestinos.
En resumen, la población palestina parece erigirse como un actor incómodo e indeseado en la escena internacional, pues recuerda que el colonialismo occidental sigue presente por sus consecuencias, que el fundamentalismo no está solo del lado de Hamás, sino también de Israel, y que todos los procesos de paz y el diálogo en la región, deben sumarse a las víctimas mortales.
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