Alicia, de 57 años, destina en promedio 84 horas de su semana para cuidar a su mamá y tía, dos adultas mayores de 80 años que requieren de diversos cuidados. Junto a su hermana, Carmela, se dividen incluso las labores del hogar.

Darles de desayunar, alimentarlas, bañarlas, darles su medicamento y cuidar que no se caigan cada que van al baño son algunas de las tareas que hace a diario.

“Si descanso, me quedó de corrido hasta las seis, si trabajo (limpieza en casas) me levanto, hago de  desayunar y me voy a trabajar en la mañana y llego  hasta las tres”, afirmó Alicia, quien ahora cada tercer día se queda para velar por su mamá y tía.

Ellas forman parte del 31.7 millones de personas mayores de 15 años y del 75.1 por ciento de mujeres a nivel nacional que brindan cuidados a integrantes de sus hogares; el resto, 24.9 por ciento corresponde a hombres.

En su caso, su hermano, no está involucrado con las labores de cuidado y es que, de acuerdo al INEGI, las mujeres dedican en promedio, 37.9 horas mientras que los hombres, 25.6, una diferencia de 12 horas semanales.

“No puedo”, “Es que trabajo”, “Mi marido no me deja”, son algunas de las excusas que la familia le ha dicho para no formar parte de los cuidados, por lo que incluso ha tenido que pedir ayuda a sus vecinos. 

Cansancio (39.1%), disminución del sueño (31.7%), irritabilidad (22.7%) , depresión (16.3%) y afectaciones en la salud física (12.7%) son algunas de las condiciones que más sienten las cuidadoras. Ella, principalmente, ha sentido estrés, un poco de insomnio e incluso depresión: “atiendo a ellas, al trabajo y a mi esposo”.

Gana 300 pesos por hacer quehacer, su horario regularmente es de 9:00 a 15:00 horas y acude semanalmente a tres hogares. Aunque necesita el dinero, no buscaría incrementar horas del trabajo por la carga que aumentaría en ella.

La tasa de participación económica de mujeres de 15 a 60 años que brindan cuidados es de  56.3 por ciento, de este porcentaje solo el 15.9% buscaría incrementar sus horas de trabajo.

De las mujeres no económicamente activas que brindan cuidados, 39.7 % expresó que
“desearía trabajar por un ingreso” y 26.5 % señaló que “no podía ingresar a trabajar”, debido a que no tienen que les cuide a las personas adultas mayores (68.4%), o que les cuide las personas adultas mayores enfermas (78.4%).

Dejando de lado a las mujeres económicamente activas el resto depende de un proveedor, principalmente hombre, para su subsistencia y de los demás miembros, lo que hace que muchas veces entren en una dependencia y pueda derivar en violencia económica.