En Argentina nadie se puede llamar a engaño en los comicios del pasado 19 de noviembre, cuando Javier Milei ganó la presidencia del país con un poco más del 55 por ciento de los votos y la mayoría en 20 de las 23 provincias de ese país, más su capital Buenos Aires.
Congruente con su decir, desde los primeros momentos de su gestión echó a andar la motosierra que usaba como instrumento propagandístico de campaña, y comenzó a hacer recortes a la estructura estatal del país conosureño.
Ahora avanza en lo que llama “batalla cultural” y excluye de los documentos oficiales el uso de la “e” la @ y la “x” con que se busca incluir a mujeres y personas de orientación de género diferente a la mayoritaria.
Además, ya ha trascendido que pronto podría ser presentado un proyecto de ley para la anulación de la despenalización del aborto, lo que seguramente será un terremoto en un país donde el movimiento feminista es fuerte.
¿Qué hará ahora la gente? Porque se trata finalmente de que la gente decida, y mucha de ella parece estar de acuerdo en lo primero y posiblemente más aún con la anulación de la despenalización del aborto.
Pero centrémonos en el lenguaje inclusivo. La realidad es que la situación de las mujeres o las personas con orientación de género diferentes a las que dominan, no va a cambiar de forma dramática por usar ese tipo de grafías ni por dejarlas de emplear.
Pero definitivamente era un avance hacer que la mayoría de la sociedad entendiera que la mitad de ella tiene los mismos derechos que la otra mitad. Y si en el caso de las mujeres lo anterior es cierto, no menos lo es en el de quienes tienen orientaciones de género que chocan con las dominantes.
El hecho de que sean una minoría no resta o no debe restar a sus derechos. De acuerdo a la empresa Ipsos, conocida por sus estudios de opinión, se encontró en una encuesta realizada en febrero y marzo de 2023 en 30 países, que el tres por ciento de personas adultas dice ser lesbiana o gay, cuatro por ciento bisexuales, uno por ciento pansexual u omnisexual y también uno por ciento asexual.
Son casi el 10 por ciento de la población considerada, pero si el enfoque se hace de manera grupal, el trabajo mencionado encontró que el 47 por ciento de los adultos, indican que tienen un pariente, amigo o compañero de trabajo con orientación de género diferente a la mayoritaria, es decir, que estos grupos son muy visibles.
Y esa visibilidad es más común en países de América Latina.
Respecto a sus derechos, en Argentina, 70 por ciento acepta el matrimonio entre parejas del mismo sexo, un contraste con el 58 por ciento de México, y cerca del 80 por ciento que acepta ese enlace en Países Bajos.
La medida de MiIei no llega de la nada. En junio de 2022 el gobierno de la capital Buenos Aires prohibió este mismo lenguaje, una medida tomada para revertir los bajos niveles de comprensión lectora de la población infantil escolar, según dijo y que se adoptó para facilitar la enseñanza.
Milei, hace caso a un sector social que si bien tiene derecho a rechazar otras preferencias de género, no lo tiene a prohibir que otro grupo ejerza su derecho a manifestarse de la forma que le parezca.
Pero como ya se dijo, el presidente argentino incluyó estas medidas en su campaña, aunque no de manera preponderante, ya que el centro de su prédica fue el económico, incluido quitar privilegios a la llamada “casta”, o políticos, en donde no queda claro que ha hecho.
Algo peor podría suceder si el mandatario avanza y revierte la despenalización del aborto, un anuncio que parece acercarse conforme llega el emblemático ocho de marzo.
Y a todo esto, habría que preguntar a los argentinos si ya se arrepintieron o están dispuestos a seguir pagando el costo de su voto del pasado noviembre.
j_esqueda8@hotmail.com