Por: Hans Islas Frausto

Hay un sector de la sociedad, que lamentablemente ha resultado severamente afectado de manera colateral por el tema de la inseguridad y una estrategia fallida para disminuir los índices de violencia en el país.

Sin poder determinar un número, miles y miles de niñas y niños se han quedado en estado de orfandad en todo México, ya que su madre, padre o ambos, han perdido la vida o están reportados como desaparecidos.

Los datos que existen no nos permiten conocer a ciencia cierta cuántos menores de edad han perdido a su papá o mamá en manos de la guerra contra el narco.

Es innegable que la orfandad pone a niños y niñas en una situación de vulnerabilidad, aunque este grado puede depender también de otros factores, tales como el apoyo de familiares y amigos cercanos.

Diversos estudios en la materia, han detectado que en contextos de violencia las niñas, niños y adolescentes se ven obligados a trabajar y asumir responsabilidades de manutención dentro de los grupos familiares cuando pierden a un padre. Esto genera deserción escolar, desprotección y desatención y, con lo anterior, la posibilidad de que vivan también explotación laboral, sexual, maltrato y violencia física.

Además, otro de los efectos que influye en la vida de los menores, tras perder a un padre o madre, por razones de violencia, es su salud mental.

Un estudio en Suecia encontró que cuando una niña o niño pierde a su madre a temprana edad a causa de alguna enfermedad, su riesgo de padecer depresión aumenta, pero cuando la muerte ocurre por homicidio, suicidio o accidente, las repercusiones son mucho más severas.

En el marco del aniversario luctuoso del ex candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio Murrieta, su hijo, Luis Donaldo Colosio Riojas, hizo esta declaración que me hizo reflexionar sobre este tema: “La mejor manera de honrar la memoria de mi padre, es que lo que me sucedió a mí no le vuelva a suceder a ningún niño el día de hoy… aún hay hambre y sed de justicia en México”, ¿usted, qué opina?