Las relaciones entre México y Estados Unidos se han conducido en los años recientes en un clima polémico por decir lo menos, y las perspectivas se mantienen en la incertidumbre por la posibilidad de que el Partido Republicano regrese a la Casa Blanca a partir de enero de 2025.

Migración y narcotráfico son los dos temas donde más discrepancias existen, aunque no son los únicos. La prohibición de usar en el campo mexicano el herbicida más empleado a nivel mundial, el glifosato, es un asunto no menor, un tema que ha generado protestas estadunidenses, y parecía que se aproximaba una nueva crisis porque para el próximo 31 de marzo se preveía su prohibición total, medida que a cinco días de ocurrir fue pospuesta por el gobierno mexicano, debido a que no se le ha encontrado reemplazo.

La expansión de medios de comunicación de Rusia en México y también el creciente número de diplomáticos de ese mismo país, son otra área de rispidez que es muy posible que genere más controversia en el futuro.
En ambos lados de la línea fronteriza los temas binacionales son tratados desde la óptica del debe ser, no de los hechos, es decir, con la perspectiva de la ideología.
¿Hasta dónde debe de llegar la cooperación para el combate al narcotráfico, por ejemplo? Es más ¿debe de haber?

Las explicaciones sobre los motivos que generan el consumo de drogas en ambos países difieren, y así debe de ser, pues son sociedades diferentes pese al innegable cambio cultural en crecientes zonas mexicanas, las cuales adoptan visiones estadunidenses, mientras que la sociedad estadunidense rechaza los valores que traen los migrantes provenientes de países latinoamericanos, donde los provenientes de México son mayoría.
Así, vemos que ya desde hace décadas, la sociedad mexicana adopta los valores estadunidenses, lo cual atestiguamosr en la industria cultural masiva, los programas audiovisuales favoritos por ejemplo, mientras los valores tradicionales se van quedando para las fiestas, por ejemplo, el Día de Muertos, el cual ha sido retomado por esa industria cultural masiva y nos ha sido regresado en algo irreconocible pero muy vendible.
Por su parte la sociedad estadunidense lleva décadas convirtiendo en algo aceptable el consumo de drogas en toda su gama. Alcohol o tabaco son el mejor ejemplo, y debe recordarse como la prohibición del alcohol que fue de 1920 a 1933, fue finalmente derogada.

Ahora se ha visto una tímida legalización de todo tipo de drogas en nuestro vecino del norte, pero también su marcha atrás. Oregon, en la costa occidental estadunidense, descriminalizó todas las drogas en 2021, pero ahora se encamina hacia imponer sanciones de nueva cuenta en el caso de la cocaína, fentanilo, heroína y metanfetaminas.
La reversa se debe a las altas tasas de consumo de esas sustancias, que contrastan con la escasa atención a los casos de abuso en el consumo.
Sin embargo, lo que debe de quedar claro, es que ver como aceptable el consumo de drogas de todo tipo está presente desde hace años en la sociedad estadunidense, lo que es evidente que aceita el tráfico de drogas.
En ese contexto, acusar a México, su gobierno, sus autoridades, su gente y desde luego sus bandas de crimen organizado, de envenenar a la sociedad estadunidense omite que si la sociedad estadunidense no viera ese consumo como algo aceptable, el problema tendría otra realidad y otro enfoque.

Que en Estados Unidos se acepte esa realidad y que en México se mantenga la cooperación antidrogas sin pensar que se trata de colonialismo o someterse a Washington, sino porque la producción y tráfico de drogas ha generado y sigue generando la muerte de cientos de mexicanos, parece ser algo difícil, sobre todo porque si en el norte el consumo se acepta, en México es el tráfico es lo que parece ser bien visto.
Así, una solución binacional a corto plazo en este tema no parece estar cercana.
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