“Las mujeres en el teatro son para ser actrices y las actrices deben ser mujeres delgadas, altas y blancas”, fueron dos de los argumentos con los que la dramaturgista Shannen Islas creció desde que le fascinó este arte, pero a ella no le interesaba interpretar a un personaje, ella quería construir historias y generar escena.
“Ser mujer en el ámbito teatral es muy complicado, ser directora lo es aún más y ser una mujer que viene de una comunidad rural, lo es el doble. Es algo que aún me cuesta nombrarlo”, señaló la creadora de 24 años de edad en entrevista para Síntesis.
“¿Y qué hay de nosotras que somos chaparritas, morenas y con un cuerpo distinto? ¿Dónde estamos? ¿En dónde cabemos en ese teatro?”. La respuesta a sus preguntas la obtuvo este año cuando ganó una beca en dirección escénica con el proyecto: ”ZI DÖNI SANJUA. LAS FLORES QUE CANTAMOS RECIO Y YA NO CHILLAMOS QUEDITO”. Una beca que en su mayoría era otorgada a hombres.
El proyecto aborda la historia de cuatro mujeres de la comunidad de donde es oriunda, El Arenal; y toca temas sobre la maternidad, la sexualidad y el significado de
ser mujer en una comunidad indigena y rural.
“Las mujeres indígenas y con ciertas condiciones contextuales también podemos habitar un escenario; nuestra voz también es importante y nuestras historias también deben contarse”, señaló Islas.
La dramaturgista, dijo, es una figura nueva en el teatro latinoamericano; “La dramaturga escribe las obras, pero la dramaturgista es más cercana a la dirección: es un acompañamiento más directo y más cercano a la figura del director en una puesta en escena”.
Este Día Mundial del Teatro lo celebra trabajando, la obra de teatro “Barrikada” cerró las actividades que la Secretaría de Cultura hizo en torno a la celebración de este arte.
El pago por presentar la puesta en escena, mencionó, es dignificar el trabajo de los creadores.
“Es tiempo de que en los escenarios quepamos todas; históricamente rechazadas pero infinitas por la vastedad de nuestras lenguas e ideas”, afirmó la dramatirgista.