Acabo de terminar la lectura del último libro de Gabriel García Márquez. Esta expresión, “el último libro de…” pocas veces adquiere todo el peso de su significado. ¿Cuántas veces no hemos compartido con amigos la noticia de que acabamos de leer el último libro de fulano, autor que nos hace quedar como idiotas cuando al cabo de un tiempo lanza una novedad editorial. Sólo tras la muerte de un escritor, podemos asegurar que hemos leído su obra última, a veces póstuma y siempre y cuando los estudiosos de sus archivos no encuentren un folio perdido en los recónditos parajes digitales de un disco duro o en las polvozas carpetas de una estantería. Pero a pesar de esos riesgos, lo dicho por la familia y el editor de Gabo nos asegura que “En agosto nos vemos” es la última obra de ficción de Nobel colombiano; para delicia de sus lectores más fervientes y ocasión de sus detractores de temporada.
“En agosto nos vemos” es una novela breve que narra las visitas de su protagonista, Ana Magdalena Bach, a una isla del Caribe colombiano donde se encuentra enterrada su madre. Cada agosto visita el cementerio para dejar flores en la tumba materna y tomarse una noche de libertad como paréntesis a una vida apuntalada en un matrimonio perdurablemente estable y feliz. En esas visitas, que a lo largo de algunos años se repiten puntualmente, la protagonista va explorando sensaciones, sentimientos, recuerdos y sospechas que le van dando forma a su adultez y el inminente arribo a la edad tercera.
El libro, sobra decirlo, es una delicia. Si bien por momentos puede parecer una obra inacabada, un boceto de algo que no se concluyó, por largos ratos podemos disfrutar del oficio de la pluma de García Márquez, la poética de sus ambientes, el grosor innato para describir a las personas por dentro y por fuera, de sopesar su presencia como narrador omnisciente para dar paso a que cada personaje se muestre en todo su esplendor. Hay páginas enteras donde los admiradores del colombiano podemos encontrarlo de cuerpo entero, literariamente hablando, fuerte y rozagante, blandiendo su narrativa con la agilidad de un esgrimista consumado. Sin embargo, el ritmo de la historia por momentos tropieza, se desbarranca en la sensación de que faltan líneas, párrafos, páginas para llegar al desenlace de un capítulo o para hacer patente el paso lento y desgarrador de un largo año en la vida de la protagonista. Sus descripciones, detalladas, precisas y determinantes, también dejan en el ambiente el aroma de que la historia daba para una novela grosa de esas que consolidaron su carrera literaria y que sus lectores guardamos en algún lugar de nuestra lista de libros favoritos.
En un principio, pensé que “En agosto nos vemos” era apenas el esbozo de un libro que daba para más. Sin embargo, al final de los seis capítulos de la historia, el último editor de Gabo, Cristóbal Pera, nos convida de la historia detrás del libro, rompiendo el mito que algunos sostenían con la consigna de que la novela había sido publicada contra la voluntad del autor. La historia de “En agosto…” inicialmente formaba parte de un proyecto más grande, un libro con cinco historias que hablaran del amor en la edad adulta. En 1999, Gabo compartió en una entrevista el hecho de que ya trabajaba en ese proyecto y que tenía dos de las cinco historias terminadas. Ante la imposibilidad de continuar con las historias faltantes, la primera de ellas se convirtió en la novela “Memoria de mis putas tristes”, ese sí, un libro menor en su obra y poco merecedor del genio de Gabo. La segunda historia, la de Agosto, fue publicada en parcialidades tanto en España como en Colombia y ocupó los esfuerzos de su autor hasta el año 2004, cuando puso punto final a la quinta versión de su manuscrito con la anotación clara de que le enorgullecía.
Perea nos narra con apreciable nostalgia, las dificultades que Gabo enfrentó con su memoria para poder concretar la versión final de este libro; los trabajos que realizó junto a la secretaria particular del escritor para perseguir los detalles más minuciosos en los archivos tanto digitales como los que custodia la Universidad de Austin, una vez que Rodrigo y Gonzalo, hijos del matrimonio García Barcha, decidieron compartir con los lectores este tesoro escondido. Por lo tanto, este último libro nos es un boceto, es una novela echa y derecha que no llegó a más por deseo y determinación propia del autor, que seguramente, consciente de las limitaciones que le iba poniendo al Alzheimer, quiso dar su último suspiro literario con una obra propia de sus más consagrados esfuerzos.
La obra literaria de Gabriel García Márquez es como una ceiba (árbol de su infancia caribeña y que aparece en repetidas ocasiones a lo largo y ancho de muchos de sus libros), de troncos altos y raíces tabulares, frondoso en el misticismo de un universo particularmente universal que le permitió lectores en todo el mundo y que abrió paso, junto a los otros autores del Boom, para que la literatura latinoamericana fuera reconocida con personalidad propia y temple imbatible; “En agosto nos vemos” es su último fruto y vale la pena probarlo.