Por Christian Falcón Olguín
Estoy aquí nuevamente, después de 96 minutos he dado una vuelta más a la órbita del planeta, existe un profundo silencio, los instrumentos me indican la temperatura congelante de -180 grados Celsius, la oscuridad y la luz, el orden y el caos están presentes en cada giro, me atestiguan destellos de estrellas que emanan de constelaciones y galaxias más allá de la imaginación.
Desde esta posición saludo de manera intermitente a mi silenciosa amiga Selene, comúnmente conocida como la Luna, su serenidad, matices y texturas otorgan una cautivante sensación, la enigmática dama genera una gran admiración de soñadores quienes la observan de forma cotidiana en sus distintas fases naturales e incluso su elegancia colorida en fenómenos como los Eclipses, que, por cierto, acaba de ocurrir uno el 8 de abril pasado.
Asimismo, reitero con reverencia a la magnificencia del Sol, estrella denominada Astro Rey, pues su relación transcendental con el planeta azul define periódicamente la regeneración desde sus solsticios y equinoccios, por cierto, en mi recorrido de 33 vueltas alrededor de esta estrella solar he contemplado fenómenos espaciales vistosos como el paso de cometas, asteroides y lluvia de estrellas que le dan variedad a mi estancia en esta orbita atmosférica.
Me presento, soy el Telescopio Espacial Hubble, nombrado en honor al padre de la cosmología, quien hizo importantes estudios sobre la expansión del universo y los micro universos aislados, Edwin Powell Hubble, mi longitud es de 13.2 metros, tengo 4.2 metros de diámetro y peso apenas 11 toneladas, fui construido por científicos terrestres, quienes mediante los avances de la ciencia me pusieron en órbita el 24 de abril de 1990, me han colocado unos extraordinarios lentes de 2.4 metros de diámetro, un espectrómetro y otros elementos técnicos para que con ellos se logren observar a través de los ojos de la ciencia el universo.
A veces me pasa la idea de que pude haberle ayudado mucho a la curiosidad astronómica y trabajos de Galileo Galilei, Nicolás Copérnico e Isaac Newton, igualmente a las grandes culturas pilares de la civilización que miraban al cielo desde sus monumentos astronómicos como los egipcios, los griegos o los mayas, entre otros, pues mi tecnología es muy superior a cualquier telescopio terrestre y mis potentes lentes, los cuales han sido perfeccionados con las visitas que he tenido de astronautas en misiones de servicio, y que se han identificado desde los Transbordadores Espaciales “Endeavour”, “Discovery”, “Columbia” y “Atlantis”.
Desde aquí te vigilo Planeta Azul, también llamado Planeta Tierra, Planeta Viviente Gaia, entre otras denominaciones, te presto atención emocionado todo el tiempo por tu gran belleza, cuando los rayos solares te iluminan, se hacen presentes tus fenómenos meteorológicos, tu multicolor y tu vitalidad de más de 8,000 millones de personas que te habitan, observo con nostalgia las ciudades, desiertos, mares, selvas, tundras y demás, también en cada giro me maravillo al avistar a toda la maravillosa fauna que te habita en tus cinco continentes, pero algo quiero resaltar, que cuando hay oscuridad y cierta tranquilidad, curiosamente y maravillado, te encuentro despierto e inquieto en todos tus rincones, pues los destellos de luz te delinean con sutil belleza.
Y en ese sentido, le compartía en algún momento a otro vecino satélite que trajo el ”Cohete Espacial Falcon 9”, que desde este punto he encontrado grandes expectativas humanas en este oscuro mosaico espacial superior a 10 mil galaxias, he sido parte de descubrimientos científicos de más de 45 países de la tierra, como estudios sobre el posible origen, pilares de creación y la edad del universo, y aunque, paradójicamente existen estrellas con 12 mil millones de años, en otro estudio logramos encontrar el descubrimiento de los “Agujeros Negros Supermasivos”, que se identifican como una Nube de Gases a 50 millones de años luz.
También se han definido a través de mis espejos que existen los agujeros negros centrales, que se identifican por la coalición de galaxias en ese lejano punto a millones de años luz, entre otras cosas, les compartía a satélites espaciales que encontramos con la ayuda de mis agudos lentes que, entre las líneas imaginarias de las constelaciones, existían inimaginables e incomparables imágenes, como la “Nebulosa Ojo de Gato”, los “Pilares de la Creación en la Nebulosa Águila” o la “Nebulosa Mariposa”, que se ubican en las Constelaciones de Dragón y Escorpión, respectivamente, asimismo fotografías del “Campo Ultra profundo Hubble”, que en su momento fue la imagen más recóndita del universo a 13 mil millones de años luz, que es el punto más lejano donde recibo un giño divino hasta mi ventana espacial, esto aclaro, hasta que mi nuevo amigo y vecino, el Telescopio James Webb ha logrado obtener gracias a sus nuevos datos tecnológicos y alcances del universo.
Mis controladores técnicos terrestres, esfuerzos coordinados de la N.A.S.A. y la Agencia Espacial Europea, recibieron un mail que provenía de un niño de 9 años, aficionado a la astronomía, en donde me preguntaba si he disfrutado mi aventura telescópica en órbita, que se encontraba maravillado por mi tecnología y que no podía imaginar que tanto he logrado observar en el espacio, además que, mis datos e imágenes telescópicas cambiaron la manera de comprender el universo y su permanente movimiento, pues la educación que recibe en la escuela se redefinió por mis informes del espacio infinito; y que soy uno de los vigilantes de la torre que observa los fenómenos y los visitantes ocasionales que cruzan la bóveda celeste, finalmente, me hacia una curiosa pregunta: ¿Desde aquí puedo encontrar el Asteroide B-612 escondido en el firmamento espacial y lugar donde habita un Principito?.