Por Dr. José Iván Ramírez Avilés
Sin duda el problema sobre el abastecimiento y dotación de agua en el espacio urbano, como de su contaminación, no ha estado ausente en la conformación histórica de las ciudades, incluso es parte de la génesis de lo urbano. Por ello, el resolver los problemas sobre abastecimiento y suministro de agua ha representado una tarea titánica a la que diversas ciudades se han enfrentado gracias a la visión de ingenieros, arquitectos y urbanistas.
Sobre lo anterior, existen innumerables ejemplos, en Europa podemos revisar la historia de Francia en la época medieval en el siglo XIII y su ingeniería hidráulica: túneles o acueductos subterráneos. Grandes obras de la arquitectura e ingeniería obedecen a esta íntima interrelación con la gestión del agua. Las ciudades americanas no han sido la excepción, registros arqueológicos reflejan una importante ingeniería hidráulica en ciudades prehispánicas, así mismo documentación sobre el tema en la época colonial y en el siglo XX con el impacto de las grandes inundaciones, que, por ejemplo, pusieron en jaque a la Ciudad de México, haciendo surgir propuestas urbanas novedosas, una de las más importantes es en las que participó el ingeniero hidalguense Roberto Gayol, a quien esta enorme ciudad debe la posibilidad de su desarrollo actual, por la gran cantidad de obras hidráulicas propuestas, las cuales fueron de gran relevancia para el saneamiento y drenaje pluvial actual.
De esta forma, la relación intrínseca entre agua y ciudad es innegable y la ruptura en la misma debería ser impensable, sin embargo, a 23 años del inicio del siglo XXI, diversos informes internacionales vislumbran problemas aún mayores que los expuestos en párrafos anteriores: escasez del agua y estrés hídrico elevado, para la mitad de la población mundial (UNESCO, 2022), por lo cual se enuncia el riesgo inminente de una crisis mundial por el agua. Nos enfrentamos a un problema agudizado por cambios climáticos y una alteración de ecosistemas a nivel mundial y con énfasis en sus repercusiones locales.
De acuerdo al Atlas de estrés hídrico de Aqueduct, generado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, 2024; https://shre.ink/8euD) gran parte del territorio mexicano está catalogado con un estrés hídrico extremadamente alto, y el estado de Hidalgo, presenta a más de la mitad de su región con este tipo de clasificación y por si esto fuera poco, está previsto que el estado está en alto riesgo de quedarse sin agua en 5 años.
Ante el panorama expuesto, vale la pena preguntarse qué queda por hacer frente a un futuro próximo tan desolador que parece ser un reto aún más grande que lo vivido en ciudades de siglos pasados, pues a esta problemática se suman cambios climáticos y pandemias. ¿Qué podemos hacer como ciudadanos? Observamos en la vida cotidiana situaciones diversas sobre las que vale la pena reflexionar, por ejemplo, podemos comenzar prestando atención a los esfuerzos gubernamentales por llevar amplias obras de pavimentación a diversas calles de la ciudad de Pachuca, donde la infraestructura hidráulica colapsa debido la antigüedad de sus instalaciones; aunado a esto proliferan fugas de agua y huachicoleo. Por lo tanto, surgen problemáticas locales que vulneran aún más las capacidades frente a impactos de cambios climáticos globales; una infraestructura hidráulica deficiente, bajo nivel de tratamiento de aguas en sus distintas tipologías, entre otros.
Frente a todo este panorama, si consideramos que en el artículo 4 de la Constitución Política mexicana, se reconoce un primer eslabón al derecho humano al agua, nos encontramos evidentemente ante una situación compleja y con múltiples rezagos. De acuerdo al Censo Nacional de Gobiernos Municipales y Demarcaciones Territoriales de la Ciudad de México (2019), de un total de 80,143 iniciativas gubernamentales a nivel municipal, los temas concernientes a agua potable, saneamiento y alcantarillado, fueron de los rubros con el más bajo porcentaje de acciones, apenas del 2.5%. Por ejemplo, en el 2018, de un total aproximado de 2,459 municipios, solo 787 contaron con tratamiento de aguas residuales, un tipo de acción que ya no es opcional sino prioritario a nivel regional y urbano.
En general, diversas fuentes oficiales (Conagua) muestran una situación crítica, no sólo en cuanto al cambio climático se refiere, sino a la gestión y planeación urbana y regional, lo cual se acentúa a nivel local. Si bien, el cambio climático es una realidad con pocas probabilidades de ser cambiada, es necesarios que asumamos que estamos frente a un momento crítico en el que se requieren acciones inaplazables para preparar a las ciudades y sus regiones, para adquirir una adaptabilidad a estos cambios: fortalecer los sistemas e instrumentos de planeación urbana, pero también incidir en la recuperación de una educación y conciencia de la ciudadanía, de empresas y sistemas de gobierno, bajo la necesidad de cambiar el uso, la gestión, administración y cuidado de este recurso.
Es en este sentido, que frente a las diferentes situaciones coyunturales que se viven en este siglo XXI, se perciben complejos retos a nivel municipal. Pues es en este ámbito den el ámbito donde se acentúan y expresan también amplias desigualdades que van desde la frecuencia en el suministro de agua hasta la calidad de la misma. En este sentido, los gobiernos municipales enfrentan diversidad de problemáticas frente al tema del agua: por un lado, una preocupación fundamental a nivel urbano es la gestión para brindar agua y saneamiento, de forma equitativa y sin ampliar las brechas entre quienes concentran el consumo masivo del recurso y quienes acceden por sistemas de tandeos, con una frecuencia irregular, o no acceden. Aunado a lo anterior, se tiene el reto de enfrentar los riesgos inherentes a los cambios climáticos de los últimos años; sequías prolongadas y paradójicamente, a la par, inundaciones.
Es necesario reflexionar sobre el cómo este tipo de fenómenos repercuten con mayor incidencia en comunidades marginales, grupos vulnerables que se localizan en las periferias, asentamientos irregulares, en los que las clases sociales comienzan a marcar también una pobreza que desgraciadamente no solo es monetaria o alimentaria, sino también líquida. Nos encontramos en un presente en el que el acceso al recurso hídrico y sobre todo su correcta gestión y justa distribución será literalmente vital.
Sobre este tema hay dos aspectos que se tienen que complementar: primero, buscar la forma de anticiparse o prevenir mediante la planeación, esta última hoy más que nunca no es una moda, sino una metodología y forma de intervención urgente a nivel local; y segundo, es indispensable al igual que en otros temas urbanos (como el de los residuos sólidos) hacer mayor énfasis en cambiar la falta de corresponsabilidad y reciprocidad entre gobierno, sociedad e industria. Si incorporamos una visión de desarrollo sustentable, necesariamente se tienen que contemplar esos puntos señalados, es decir, asegurar un sistema urbano y regional fortalecido que brinde seguridad hídrica a las generaciones futuras, lo cual no es poca cosa, si consideramos que incluso en el momento actual no está asegurado el derecho humano y universal al agua.
También es importante recordar que la correcta gestión del agua está acompañada de otro tipo de acciones urgentes, como lo es el correcto manejo ambiental, debido a que no podemos hablar de una gestión del agua sin una conservación y restauración de ecosistemas, se requiere de la protección y generación de nuevas áreas de reserva ecológica, así como de la restauración de ecosistemas que han sido totalmente devastados.
Como posibles recomendaciones están las siguientes: incentivar una corresponsabilidad y reciprocidad ciudanía-gobierno; considerar en el suministro al recurso hídrico, medidas para reducir la desigualdad en su acceso; generar estrategias para incrementar la asequibilidad para población vulnerable localizada en las periferias urbanas y áreas rurales; hacer más eficiente el uso del recurso hídrico, sin olvidar que la sola aplicación tecnológica no resuelve el problema, ya que se requiere generar o fortalecer la conciencia social (cultura del agua) en todos los sectores sociedad civil, industria, gobierno, entre otros.
Es necesario de manera imperante invertir en el tratamiento de aguas residuales, el almacenamiento de aguas de lluvia, mejorar sistemas de reúso y captación, no solo a nivel de la vivienda, sino incluso en el entorno urbano e industrial. Predominantemente ante los cambios climáticos se requiere de un esfuerzo por fortalecer esquemas de planeación urbana y regional en torno al agua, y como base fundamental, fortalecer y preparar a la ciudad, fortaleciendo su infraestructura hidráulica, lo anterior es prioritario ante cualquier otro tipo de obra pública, reparar y fortalecer a la ciudad desde sus entrañas.
*Dr. José Iván Ramírez Avilés
Profesor Investigador
El Colegio del Estado de Hidalgo.
Correo: info@elcolegiodehidalgo.edu.mx
Facebook: El Colegio del Estado de Hidalgo
Twitter: @elcolegiohgo