Cómo votar, cómo contar los votos, cómo decidir quién nos va a gobernar, debería ser muy sencillo. En los hechos, en México y en el mundo, hay muchas complicaciones que permiten todo tipo de maniobras oscuras. Un ejemplo es la declinación de candidaturas.
Debe recordarse que el próximo proceso electoral mexicano se da en el marco de un año de comicios como pocos ha habido, pues la mitad de la población del mundo está llamada a votar este 2024.

Se trata de 70 países algunos de los cuales son muy importantes para México, empezando por Estados Unidos y sus presidenciales, donde es claro que la mera aparición de Donald Trump representa un retroceso para la cultura política estadunidense, que estaría aceptando a quien por poco da un golpe de Estado.
Venezuela nos importa por ser latinoamericano pero también por manejarse en la dualidad de ejemplo ideológico a seguir o a repudiar. Por lo pronto ya mostró su rumbo al prohibir candidaturas que podrían haber sido ganadoras. En tanto, el próximo domingo van a las urnas los dominicanos.

Otros comicios ya sucedieron como en El Salvador, donde la gente votó por alguien que legalmente no podía ser candidato, pero su aplicación de la mano dura contra las pandillas, le ha ganado la voluntad popular. También se votó en Panamá y se espera ver si el nuevo gobierno cierra como lo prometió el Darién, la tupida zona selvática paso de muchos migrantes, y también cómo lo hace.

En ese marco no debe de extrañar que en cualquier país una elección de gobernantes no sea tan simple como el conocimiento de las propuestas electorales, ir a la urna, votar y esperar los conteos. En los hechos existe toda una maquinaria que pretende seducir a los votantes con todo tipo de ofertas, que se suma a una maquinaria semiescondida que idea y aplica maniobras para llegar al triunfo sin pasar por el camino recto.

La declinación de un candidato a favor de otro es una acción legal pero tiene su truco. Veamos.
El pasado octubre Freddy Superlano, candidato presidencial del partido venezolano Voluntad Popular, declinó participar en las elecciones primarias –donde se eligió al candidato presidencial de la oposición del país sudamericano- y respaldó a María Corina Machado, quien era la favorita para alcanzar esa candidatura presidencial de oposición.

Otro candidato que declinó fue Roberto Enríquez, del partido Copei, y dijo que apoyaría a quien ganara esa primaria, y también lo hizo Henrique Capriles, pero sin apoyar a alguien.
Al final Machado ganó como ya lo preveían las encuestas y realmente no necesitó que los seguidores de Superlano la apoyaran, pero tampoco de los de Enríquez o Capriles.

¿Sirvieron esas declinaciones? En rigor no, porque Machado llevaba ya una clara ventaja. Y también porque ningún ordenamiento legal obligaba a los seguidores de Superlano, Enríquez o Capriles a ir a votar a las primarias y hacerlo por Machado.
La acción de esos tres aspirantes fue, sin duda, una situación de percepción que fortaleció a Machado, quien aún tenía por delante convencer de que la apoyaran los seguidores de los otros nueve candidatos que también buscaban la candidatura presidencial de oposición y a quienes venció. Al final, el crecimiento de Machado se vio interrumpido por la decisión de las autoridades electorales venezolanas de negarle el registro y se quedó sin participar en esas elecciones.
En México la situación es similar. Formalmente no existe la figura de declinación, por lo que si un candidato declina y se vota por él, ese voto sería contado pero iría a la basura. Y lo más importante, ni esos votos contarían para quien hubiera sido el beneficiario de la declinación, ni hay alguna norma que obligue a los seguidores de quien se retira a votar por el candidato a favor de quien se renuncia.

La declinación tiene efectos de percepción política. Crear la percepción de que un candidato es tan fuerte y el otro tan débil, que no tiene caso seguir y es mejor apoyar al fuerte. Pero también que se lucha contra otro candidato al que hay que vencer unidos.
Legalmente, entonces, la declinación de un candidato carece de consecuencias positivas reales para quien se beneficia de esa declinación, pero en términos de percepción, puede ayudar a fortalecer una candidatura. Y esto, claro, si los ciudadanos así lo quieren y lo confirman en las urnas.
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