Por Dra. Patricia Catalina Medina Pérez

La cultura del cuidado en México involucra complejas estructuras socioeconómicas y tradiciones arraigadas, implica una amplia gama de actividades, incluida la atención de niños y ancianos, así como apoyo emocional y físico a los miembros de los hogares. El cuidado, que en gran medida no se declara ni se remunera, afecta desproporcionadamente a las mujeres y a las familias de bajos ingresos.

A pesar de la importancia de cuidar, el enfoque de esta reflexión se centra en las personas sujetas de cuidado. Recientemente se ha observado un incremento en la población dependiente en México. De acuerdo con INEGI (2020), el 78 por ciento de los hogares en México tienen personas susceptibles de recibir cuidados: personas con discapacidad y/o dependencia, niñas, niños y adolescentes y personas de 60 años en adelante.

En México, el cuidado tiene un comportamiento espacial desigual, que se condiciona por la falta de acceso a servicios de salud y oportunidades educativas en las zonas rurales. La distribución de las personas que requieren cuidados, representa un problema complejo y pone de relieve importantes desigualdades sociales y económicas. Por lo anterior es necesario profundizar en las formas en que estas disparidades afectan la vida cotidiana de este sector de la población.

En primer lugar, es fundamental comprender a las personas que necesitan atención. Este término engloba a personas que, debido a factores como edad avanzada, deficiencias físicas o mentales, enfermedades crónicas o terminales, necesitan apoyo continuo para realizar tareas diarias esenciales. Además, elementos culturales y la dinámica familiar en estas áreas pueden dar lugar a que la atención sea brindada principalmente por miembros de la familia, sin la asistencia necesaria de servicios especializados.

En un país tan diverso como México, la distribución geográfica de estas personas no sólo refleja diferencias demográficas, sino también contextos variados con disponibilidad diferenciada de servicios de salud, infraestructura y apoyo familiar.

Debido a su abundancia de recursos y servicios, generalmente las zonas urbanas ofrecen una gama más amplia de opciones de atención especializada. Las instalaciones médicas, los centros de rehabilitación y los servicios de atención domiciliaria son más accesibles en áreas metropolitanas. Pero a pesar de este contexto, al interior de estas áreas urbanas, se pueden observar disparidades sustanciales. Los sectores marginados y periféricos de las zonas metropolitanas, enfrentan un acceso limitado a instalaciones de salud y programas de apoyo social adecuados; lo que resulta en que las personas estén expuestas a condiciones de extrema vulnerabilidad. Sin mencionar las condiciones precarias que enfrenta la población susceptible de cuidado en entornos rurales, marginados y/o indígenas.

Por lo anterior, las políticas públicas son esenciales para mejorar el bienestar de las personas bajo cuidado en México. El impacto de estas políticas difiere mucho de un estado o municipio a otro, lo que destaca la necesidad apremiante de una asignación más justa de recursos y una mejor colaboración entre los diferentes niveles de gobierno.

En última instancia, se necesita un enfoque holístico que integre factores médicos, sociales, económicos y culturales. Crear conciencia y defender los derechos de estas personas y sus familias es esencial para mejorar su calidad de vida.

Tomado del proyecto de investigación “Personas sujetos de cuidado: un acercamiento desde la vulnerabilidad social- territorial en municipios de México”, desarrollado en El Colegio del Estado de Hidalgo.

*Dra. Patricia Catalina Medina Pérez
Profesora investigadora*
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