Por: Jorge Esqueda

El presunto o real golpe de Estado en Bolivia, el avance de la derecha en las pasadas elecciones en Francia, la cada vez más obvia dificultad del presidente Joe Biden para buscar su reelección y vencer a Donald Trump, la guerra en Ucrania luego de la invasión rusa, la tensión en Palestina, el avance de las políticas de Javier Milei y las próximas elecciones en Venezuela, hablan de una cargada agenda internacional a la que aún le faltan temas.

Pero por su cercanía política el caso Bolivia es el que ahora más importa, sin dejar de mencionar que los cada vez más graves tropezones de Biden le abren el camino al segundo mandato de Trump, muestran serios problemas al interior del Partido Demócrata y avizoran un negro panorama para el próximo gobierno de México, donde el anunciado futuro secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ya probó la saña del expresidente republicano y hacen pensar en su efectividad en la renegociación del tratado comercial con Canadá y Estados Unidos.

Entender el presunto golpe de Estado en Bolivia solo puede comprenderse a la luz de la erosionada unidad del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) y para muchos expertos, como consecuencia de la situación de la economía boliviana.

Se enfrentan la figura de Evo Morales, quien busca reelegirse, y del actual presidente Luis Arce. Son dos figuras de alto contraste entre sí. Morales, líder indígena y social, es ampliamente conocido, no así el mandatario.

Arce se graduó como Contador General y alcanzó además un Master en Ciencias Económicas en la Universidad de Warwick, Inglaterra, credenciales que le permitieron laborar una carrera académica en varias instituciones de su país. Por 19 años laboró en el ministerio boliviano de Economía y Finanzas Públicas, y durante uno de los mandatos de Morales alcanzó el principal cargo de esa oficina, posición por cuyo desempeño fue incluido en 2015 como uno de los ocho mejores ministros latinoamericanos de Economía.

El ministerio cubano de Relaciones Exteriores, de donde se ha tomado la información anterior, resalta la coautoría de Arce del modelo económico social comunitario productivo boliviano, que desde 2006 reemplazó al modelo neoliberal que se aplicaba en Bolivia.
Dicho así, parece natural que ambos hombres chocaran tarde o temprano, sobre todo si los dos aspiran al mismo cargo: la reelección presidencial.

¿Es necesario y conveniente que Morales se reelija por encima del autor que con éxito se ha aplicado en Bolivia por 18 años?

Al menos existen dos consideraciones: bajo el régimen político vigente en el país andino, estamos hablando de un sistema no parlamentario, donde el presidente y vicepresidente son elegidos por sufragio universal y con la posibilidad de una reelección “de manera continua”. La interpretación a esta última frase ha sido en parte causante de la actual tensión política. ¿Y si se deja pasar un periodo habiéndose reelecto se puede presentar de nuevo la candidatura? La interpretación del Tribunal Constitucional de Bolivia ha sido negativa: no, no se puede. Además acotó que reelegirse no es un “derecho humano”, determinación que reitera una sentencia de 2017 y retoma la respuesta a una consulta a la Corte Interamericana de Derechos Humanos dada en 2019.

Además, en 2016, en consulta popular, 51.30 % de los participantes rechazó un proyecto de reforma constitucional que permitía la reelección, lo que desconoció el entonces presidente Morales, pues le prohibía buscar de nuevo la posición.

Algunas de tantas preguntas que surgen son ¿para qué consulta si al final se va a hacer lo que el poder quiere? ¿Bolivia, el MAS, carecen de figuras políticas y sociales sólidas que puedan retomar el camino iniciado por Morales y Arce? ¿Se trata de otro intento más para entronizar a un caudillo iluminado, uno de los grandes males políticos latinoamericanos, desde México hasta Chile, y que subsiste? Hay que recordar que algo similar ha pasado en El Salvador o en Venezuela.

En economía el país andino enfrenta falta de dólares debido a menos ventas de gas y falta de exploración de nuevos yacimientos. Desde luego la situación ha sido aprovechada por los opositores a Arce, pero se trata de una situación objetiva donde más allá del tema de la exploración uno debe preguntarse si el modelo que sustituyó al neoliberal, ha sido incapaz de liberarse de la dependencia del dólar.

Para Arce, la falta de dólares es un problema mundial, lo que a México parece no afectar, pese a que tras las elecciones de junio pasado, el llamado superpeso se depreció ante la divisa estadunidense. Es decir, que mundial no es ese problema.

El gobierno boliviano ha recurrido a la moneda china, el yuan, para enfrentar la falta de billetes verdes, lo que añade un elemento a la problemática ¿La opción es dejar Washington para seguir a Beijing?

Y junto a la continuada dependencia hacia el dólar, también aparece la persistencia del modelo monoexportador, en este caso del gas, lo que hace reflexionar si el modelo social comunitario productivo boliviano, muestra deficiencias para la diversificación de la economía.

Álvaro García Linera, exvicepresidente boliviano y reputado analista de filiación marxista, ha llamado la atención hacia el divisionismo que muestra la lucha Arce-Morales, y a que esta “hace olvidar enemigos mayores”.

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