Por: Griselda Lira “La Tirana” 

Alicia es una mujer de mal carácter, la vida no ha sido fácil para ella, a donde va las mujeres la persiguen con sus intrigas y los varones, le temen; no obstante, uno que otro desorientado la observa cauteloso tratando de no ofenderla, la mantienen a raya porque tiene fama de loca.

En cuanto a la comunidad LGTBIQ+, se ofenden por su indiferencia y sentido crítico frente a la imposición cultural de una agenda neofeudal, pero ellos se ofenden porque las vocales padecen de miedos fonéticos.

Alicia no ve televisión, ni escucha las noticias, se entera porque la gente, en el tianguis, le informa. Es muy reservada y silenciosa; se sumerge en los libros de su padre y se olvida hasta de comer.

Ella sabe bien que todos los seres humanos sufren, que todos son víctimas y está por demás decirlo, todos se van de esta vida encuerados; unos, como yo, ni nos vamos, seguimos fregando con nuestros recuerdos, fotos e irresponsabilidades que le dejamos a la familia.

Por mi parte, soy un narrador muerto, fallecí durante la pandemia, pero me quedé atrapado en un vacío, le llaman limbo; Lichita me puede ver, pero no dice nada o la vuelven a convertir en loca como lo hicieron el día que le encontraron una .45 debajo de la almohada. Nadie sabía que la adolescente tomaba cursos de tiro después de sus clases de piano y que, a su corta edad, sabía más de la vida que dos adultos fanfarrones.

Dios ha sido bueno conmigo y eso, gracias a las oraciones de Licha. Me dio un tiempo para arrepentirme de todo el daño que le causé a mis hijos, pero también me encargó la misión de cuidar a la niña. Ella, siendo sinceros, no me necesita, y siempre me dice,
– Ya lárgate viejo fisgón, ve a ver si ya puso la marrana.

Debo confesar a los lectores que ya me encariñé con ella, me hace reír mucho, especialmente cuando se va al campo a practicar sus tiros al blanco. Nuestro Señor me pidió que la cuidara de la envidia que le tienen los hijos de Leticia, unos buenos para nada cobardes y buitres que su madre los educó para violentar mujeres.

La semana pasada le gritaron que era una mujer con suerte, Alicia agachó la mirada y pensó que la suerte era para los pendejos y que ella, no era una guajolota en engorda como sus hermanas; esas coconas que defecan por todos lados y no conocen sino el camino de la reproducción o de las fiestas. Lichita sabe lo que quiere.

– Condenado viejo feo, quiero comprarme una troca y después, voy a estudiar ingeniería agrícola.
La niña me dio ternura, es una chiquilla muy noble y valiente, la gente del pueblo la ha maltratado mucho desde que su padre murió. Dios me puso a cuidarla porque es la única que reza por mi alma, en cierta manera, nos identificamos. La diferencia es que yo reté a Dios y Alicia, se entregó a Él.

¿De dónde voy a sacar dinero para que Alicia no tenga que preocuparse de trabajar y estudiar? Ya sé, del viejo tacaño de Rodolfo. Y fui a asustarlo, le jalé las cobijas en la noche y le dije al oído.

– Soy el Tuerto, vengo por ti.

Dio un brinco y me apuntó con su pistola.
– No seas ridículo, ya estoy muerto pero la única manera en que no se sepa que tu mataste al padre de Alicia es que le dejes el rancho “Las Gardenias” y además, le regales esa troca vieja que le quitaste a la viuda de Arriaga hace muchos años, desgraciado ratero cobarde. Vuelvo mañana.

Alicia abrió la puerta y ahí estaba Rodolfo, la joven lo miró de pies a cabeza, después, llamó a su madre.
– Te habla don Chofo mamá.
Sin decir palabra, se acomodó el pantalón para poder sacar la .45 en caso de que el traidor violentara a su madre. Y así fue. Alicia no dudó en apuntar directo a la cabeza de Rodolfo.
– Ya vez, Señor, te lo dije, esta niña no necesita quién la cuide.