Por: Dra. Gabriela Yolanda Castañón García /Andrea Cerón Mena
A partir del año 2017 en México surgió un concepto que, aunque no es totalmente nuevo, había tardado en resonar: la gentrificación. Este fenómeno implica el desplazamiento de habitantes locales, con la intención de atraer a residentes de ingresos más altos a zonas de clase media destinadas tanto a uso residencial como comercial. En este caso la gentrificación se manifiesta en poblaciones donde la falta de inversión previa en infraestructuras ha dado lugar a localidades y espacios cuya revitalización, renovación y reconstrucción puede resultar altamente lucrativa.
Este fenómeno ha traído consigo problemáticas sociales cada vez más evidentes, las cuales van acompañadas de repercusiones, algunas veces, irreversibles. Un claro ejemplo de esto es la situación que comienza a emerger en los Pueblos Mágicos, donde se establece una estrecha relación entre el turismo y la gentrificación.
Esta relación pasa de ser funcional a volverse un problema para una parte de la población originaria de la localidad, ya que los beneficios que se aportan al espacio al denominarlo “Pueblo Mágico” van destinados especialmente a lugares estratégicos que generen una apariencia llamativa para los turistas y así estos vean el espacio como algo que pueden disfrutar olvidando a la población que no vive de esto o que no pertenece a la zona centro, sino a la periferia.
El proyecto de “Pueblos Mágicos” entró en vigor en el año 2001, con la intención de potencializar el turismo en diversos lugares que contaban con una arquitectura peculiar, paisajes y costumbres diversas. Comenzó como una buena estrategia de turismo que atrajo a personas de diferentes partes del mundo haciendo que la economía de diversos estados de la república mexicana se elevará.
En México, contamos con 132 pueblos mágicos y en Hidalgo existen nueve: Acaxochitlán, Huasca de Ocampo, Huichapan, Metztitlán, Mineral del Chico, Real del Monte, Tecozautla, Zempoala y Zimapán.
Desafortunadamente lo que comenzó hace 23 años como un buen proyecto se ha convertido en una problemática social en la que el espacio está siendo explotado de una forma negativa. La reconstrucción urbana desempeña un papel crucial en la revitalización y rehabilitación de áreas urbanas que han sufrido deterioro físico, social o económico. Este proceso busca mejorar la calidad de vida mediante la restauración de infraestructuras, la renovación de edificios, el desarrollo de vivienda y la revitalización económica, entre otros aspectos.
En los Pueblos Mágicos, el foco está en la restauración del patrimonio. Esto incluye la mejora de fachadas de construcciones coloniales, la conservación de iglesias y catedrales, y la preservación de elementos arquitectónicos significativos. Además, se busca el desarrollo de espacios públicos, con la mejora de parques, plazas y áreas recreativas para el uso común.
El impulso al turismo es un objetivo central en estos proyectos. Muchos Pueblos Mágicos buscan atraer turistas para estimular la economía local. Esto puede llevar a la rehabilitación de áreas comerciales y la creación de nuevas instalaciones turísticas, como centros de información, hoteles boutique y restaurantes que respeten el carácter local. Sin embargo, la reconstrucción urbana también presenta aspectos negativos.
Uno de los principales problemas es el desplazamiento de los residentes originales. Las mejoras suelen conllevar un aumento en los precios de bienes y servicios, lo que puede hacer que los residentes tradicionales no puedan permitirse vivir en el área.
Otro problema es la pérdida de identidad y autenticidad cultural. Por ejemplo, en varios lugares la gastronomía local se adapta al gusto de los turistas extranjeros, disminuyendo el uso de ingredientes tradicionales como el picante. La comunidad local puede enfrentar tensiones sociales debido a los cambios rápidos.
Los intereses de los nuevos residentes y de las empresas turísticas pueden eclipsar las prioridades y necesidades de los residentes originales, generando conflictos y descontento.
Los efectos ambientales también son significativos. La construcción de nuevos espacios, como hoteles y cabañas, puede provocar la destrucción de ecosistemas y la degradación de bosques y zonas naturales. La contaminación generada por las obras de construcción, como polvo y ruido, afecta la calidad de vida de los residentes. Además, el uso de materiales no sostenibles y la acumulación de desechos pueden tener efectos negativos a largo plazo.
Por último y no menos importante, la sobrecarga turística puede llevar a una saturación de la infraestructura y los servicios locales, como el agua y el transporte. Esta situación puede deteriorar la calidad de vida de los residentes y disminuir el atractivo del lugar para los visitantes.
El turismo masivo también puede resultar en la degradación de los recursos culturales y naturales y en una gestión insostenible de los flujos de turistas, lo que puede hacer que el lugar pierda su atractivo a largo plazo si se percibe como sobre-explotado o comercializado.
Claramente la zona más concurrida de estos “Pueblos Mágicos” es el centro de la localidad y es ahí donde se ve la mayor inversión, esto ha generado un deterioro en las afueras, desalojando a aquellos habitantes originales de la zona.
La ocupación de dichos espacios por residentes de ingresos más altos desplaza de forma gradual a los habitantes de estas localidades, lo que es aprovechado por compradores de vivienda de clase media provocando una gentrificación de estos espacios y la exclusión social de sus residentes originales.
Además el fenómeno de la gentrificación se ve agravado por la segregación y la exclusión hacia los residentes de larga duración o más antiguos, dado que se dan desalojos en función de la clase social y el poder adquisitivo, lo que provoca entre los habitantes de ingresos más bajos un sentimiento de “no pertenencia” aumentando las diferencias sociales y económicas. Así mismo se produce un aumento de “espacios de consumo” y un aumento en el costo de la vivienda.
Aunado a la posible pérdida de lo “mágico” de las localidades, al irse perdiendo los “atributos simbólicos”, las “leyendas”, los “hechos trascendentes”, las “costumbres” y las “manifestaciones socio-culturales” lo que tradicionalmente hace a este conjunto de poblaciones denominarse “Pueblos Mágicos”.
Una forma de disminuir los efectos negativos de la gentrificación es fortalecer los procesos participativos, y la gobernanza por parte de los habitantes y la sociedad civil en su conjunto.
En síntesis, los Pueblos Mágicos corren el riesgo de convertirse en localidades sumamente “gentrificadas” desplazando a los habitantes de menos recursos y provocando exclusión, por lo que es necesario una política de inclusión social y acciones de participación comunitaria que propicien encuentros positivos y garanticen actividades que promuevan la integración y un espacio público inclusivo.
Dra. Gabriela Yolanda Castañón García- Profesora Investigadora, COLEGH.
Andrea Cerón Mena -Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas, UAEH.
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