Por Ricardo Del Valle
Hola, dirás que apenas me estás leyendo, pero ya quiero pedirte un favor.
Permíteme preguntarte primero… ¿qué hiciste justamente ayer, que el día de hoy te arrepientes? Pero también ¿qué fue lo que no realizaste y lo dejaste pasar?
En nuestro muy breve paso por la vida nos enfrentamos día a día, desde que despertamos, con la obligación de tomar decisiones. Unas de ellas son para nuestra propia supervivencia y otras tantas más para nuestro crecimiento como seres inteligentes.
Y aunque la vida justamente de eso va por hacer uso de aquel mítico Libre Albedrío (sea este por quién haya sido otorgado), lo cierto es que de ser el más preciado de nuestros dones puede convertirse en nuestro adversario más temible que nos inste a la decadencia.
La creación nos ha dotado con una herramienta universal que tanto nos sirve para evolucionar, como también si no la sabemos emplear es una toxina que nos puede matar a nosotros y a los nuestros.
Luego entonces te digo a ti, sí a ti que me estás leyendo en este momento (y que te prometo que no es ninguna casualidad): a estas alturas de tu vid qué decisiones estás tomando para ser feliz.
El Memento Mori que desde la antigua Roma mantuvo a sus adeptos a tener presente en todo momento lo frágil y endeble que es la vida, no es algo que deba ser visto con pesimismo o ,aún peor, de manera fatal, sino como algo que siempre debes recordar, pues la mejor vida no es la más larga, sino la más rica en buenas acciones.
Tú bien sabes que lo que hagamos en nuestro andar por la tierra, resonará justamente en algún lugar de la Eternidad, pero también vale recordarte que nuestro afable y benévolo actuar diario con el que nos conduzcamos, nos proveerá de la más poderosa energía que hasta hoy se conozca, ésa impetuosa y benévola fuerza que nos otorgó y que en su momento nos trató de explicar el mártir del Gólgota: el Amor
Sí, es ese poder proveniente de alguna misteriosa fuente constructora misteriosa y que al hacer sinergia con nuestras almas depuradas por nuestras acciones diarias, exponencía nuestras altas facultades en otras más elevadas logrando en éste plano una mejor versión de nosotros mismos, en la que a la postre traé como consecuencia inmediata, que nos sean multiplicadas y con altos creces, todo cuánto hagamos o pensamos en nuestra vida.
¿Vale la pena vibrar alto?
Yo creo que sí
¿y tú qué piensas?
















