Por: Bethel García Vargas 

La capacidad de escuchar es un pilar fundamental en la vida social de cualquier individuo, y aunque con frecuencia se subestima, escuchar no es simplemente oír palabras, sino un acto activo de comprensión, empatía y conexión con el otro. En una sociedad donde el ruido y la rapidez de la vida prevalecen, la escucha consciente se convierte en un acto revolucionario que refuerza las relaciones y fomenta el entendimiento mutuo.

Como seres sociales, dependemos de la interacción para construir nuestras realidades y establecer vínculos. La comunicación, más allá de la mera transmisión de información, implica una danza entre hablar y escuchar. Sin embargo, a menudo nos centramos más en ser escuchados que en escuchar realmente. Esto provoca malentendidos, rupturas en las relaciones y, en ocasiones, un aislamiento emocional.

Escuchar con atención y empatía significa abrirse a la perspectiva del otro, intentar comprender sus emociones, pensamientos y necesidades. Este proceso, aunque sencillo en apariencia, es crucial para fortalecer lazos de confianza, promover el respeto y reducir los conflictos.

Justamente en esta semana, me tocaron ocasiones en las que las personas a mi alrededor en una parada de transporte público se acercaron a mi para preguntar alguna cosa sobre el horario o los coches que pasaban por ahí, y después de explicar lo que me habían pedido, siguieron conversando conmigo, exponiendo alguna situación de tipo personal, en donde mencionaban ciertas cosas que tal vez en ese momento les afectaban o compartir alguna experiencia, y no se si yo me veía muy familiar o flexible para ellos o necesitaban desahogar eso que me dijeron.

En el ámbito familiar, profesional y comunitario, el escuchar puede ser el catalizador de cambios significativos. Dicen que un líder que sabe escuchar a su equipo es capaz de detectar inquietudes, motivaciones y oportunidades de mejora, generando un ambiente de trabajo colaborativo y eficaz, del mismo modo, en las amistades y relaciones personales, escuchar nos permite apoyar y estar presentes en los momentos clave.

En el fondo, escuchar no solo beneficia al otro, sino también a quien lo practica. Nos ayuda a ser más conscientes de nuestras propias emociones, a desarrollar la paciencia y a fomentar una actitud abierta y receptiva ante el mundo. En una sociedad que avanza a gran velocidad, detenerse a escuchar es una manera de desacelerar, reflexionar y reconectar con lo que realmente importa: las personas.

Y en este mundo acelerado que nos ha dejado la digitalización de todo se mueve a una velocidad alta, en el que a veces se nos olvidan las personas que nos rodean y evitamos el contacto social con otros, creyendo que las redes sociales nos unen, pero estando en una misma habitación, nos separan de los que realmente están cerca de nosotros. Practiquemos esta habilidad social y disfrutemos a los que nos rodean. Hasta la próxima.

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