A lo largo de las semanas recientes se ha deteriorado la guerra que Israel libra contra el grupo islámico Hamás y ahora también Hezbolá, donde la principal afectada es la población civil, primero fue la israelí, luego la palestina y ahora la libanesa.
Lo primero que debe decirse es que la perspectiva de que Israel ataca a Líbano es falsa. Ataca posiciones de la organización Hezbolá en territorio de ese país, como antes bombardeó emplazamientos de Hamás en Gaza, en ambos casos, afectando sobre todo a población
civil.
Estamos a escasos días de que se cumpla el primer aniversario del ataque de Hamás del siete de octubre pasado a Israel, cuyo saldo fue de casi mil 200 civiles muertos, así como la toma de 251 rehenes, de los cuales más de 100 siguen en esa condición, pese a
que es mayoritaria la opinión en Israel de que su gobierno negocie para que sean liberados.
Intercambio de ataques entre soldados israelíes y militantes de Hezbolá se han dado desde el pasado octubre, pero la situación se disparó a inicios de la segunda quincena de este septiembre, cuando decenas de busca-personas mejor conocidos como bípers y luego
aparatos de radiocomunicación portátiles o walkie-talkies, estallaron en los cuerpos de sus portadores y mataron a casi 40 personas y dejaron heridos a tres mil más.
¿Esos ataque son terroristas? La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR) ha preparado diversos materiales sobre el terrorismo, y es difícil rechazar que ataques literalmente
a ciegas como la manipulación de bípers y walkie-talkies para transformarlos en bombas portátiles accionadas a control remoto sin la certeza de que son llevados por mandos o militantes de Hamas, escapen a las consideraciones de lo que es terrorismo (https://bit.ly/3MZzO6s).
Y junto a la polémica de si Israel ha caído en lo mismo que condena, está la situación de que esos ataques solo han tenido la cualidad de reproducir al terrorismo.
Los estrategas y políticos israelíes saben que tanto Hamás como Hezbolá son organizaciones políticas que gobiernan, y también asisten a la población civil de Palestina y de Líbano de varias formas, por lo que atacar a militantes miembros de ambas entidades,
son también agresiones a la población civil, las cuales reproducen la visión negativa que se tiene de Israel y en consecuencia, alimenta a esos grupos.
Es posible que Israel entre otras muchas consideraciones, haya tomado en cuenta que a pesar de que Hezbolá forma parte del gobierno en Líbano, ganó 61 posiciones en las elecciones de 2022 pero perdió 10, lo que indica que tuvo un retroceso, y al interior del
país del cedro existen fuerzas interesadas en debilitarlo.
Pero también existen fuerzas externas de respaldo y apoyo, como Irán, considerado uno de sus principales financiadores.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu también parece tener un interés especial en estos nuevos ataques, más allá de la defensa de su población y territorio, el cual gira en torno a su sobrevivencia política, la cual se basa en buena medida en el apoyo
que le dan y él da, a partidos religiosos pero extremistas, los cuales son contrarios a lograr acuerdos con los grupo palestinos, en particular Hamás, que junto con Hezbolá, tampoco se distinguen por mostrar una cara de concertación.
Por lo pronto un actor regional fundamental, Arabia Saudita, tras las explosiones de bípers y walkie-talkies, detuvo en seco la normalización de sus relaciones con Israel, aunque no se ve cercano que tome represalias directas o indirectas.
Y mientras, la población civil es la que sufre, lo mismo en Israel pero sobre todo en Palestina y Líbano, país este que ya suma alrededor de medio millón de desplazados internos, es decir, libaneses que han tenido que dejar sus lugares de residencia ante los
ataques de Israel, sin que haya acciones concretas para detener ese sufrimiento o siquiera minimizarlo.
j_esqueda8@hotmail.com