Por Aidée Cervantes Chapa
En las últimas semanas, en diversos municipios de la zona metropolitana de la ciudad de Pachuca se han perpetrado actos de violencia poco comunes: como hallazgos de cuerpos embolsados, calcinados y hasta un atentado.
Estos crímenes han llegado a causarnos horror, porque no teníamos antecedentes de que estuvieran tan cerca, lo que revela que ya no vivimos en un lugar seguro; ni que estamos ajenos a la violencia que genera el crimen organizado.
Somos testigos de viejos y nuevos tipos de violencia, que se entrelazan y nos muestran una cruda realidad: nuestra ciudad ya no es segura, aunque las autoridades estatales digan lo contrario.
Y, mientras nuevos tipos de violencia se hacen presentes en nuestra cotidianidad, viejos tipos de violencia perviven y se actualizan como, por ejemplo, la violencia contra las mujeres la cual, en vez de extinguirse. toma nuevas formas y se adapta a la actualidad.
El uso habitual de las redes sociales ha creado una nueva forma de violencia de género la cual utiliza viejos trucos (el amor romántico) aderezado con nuevas herramientas: la ciberviolencia.
La violencia digital contra las mujeres y niñas en las redes sociales, también conocida como ciberviolencia, puede manifestarse de diversas formas. mujeres. Es indignante cerciorarse cómo, a través de las redes sociales, algunos hombres creen tener un catálogo gratuito de mujeres a quienes pueden violentar o seducir escondidos en el anonimato. Es urgente que, en todos los lugares físicos o internéticos las mujeres estemos conscientes de nuestros derechos y del peligro que representa relacionarse con cualquier extraño escondido en un perfil de alguna red social.
El estudio se centró en identificar las formas en que las principales redes sociales (Facebook, Instagram) y plataformas digitales como YouTube y Netflix, contribuyen a perpetuar, justificar y normalizar la violencia contra las mujeres, principalmente a través de la representación de mujeres y hombres en roles estereotipados que les colocan en posiciones de ventaja y desventaja, respectivamente, perpetuando patrones de dominación y sumisión.
Otro de los descubrimientos del estudio tiene que ver la representación de la sexualidad, donde se encontró un marcado énfasis en el control del cuerpo de las mujeres, lo que aunado a otras variables como la belleza física, la delgadez, la edad y la falta de diversidad corporal, conducen no solo a la cosificación, sino a la violencia sexual y la discriminación en contra de las mujeres.
En este estudio destaca el análisis de contenido de las y los youtubers y cómo quienes actualmente se colocan como las personalidades de mayor influencia en internet son también las y los grandes perpertuadores de estereotipos y conductas sociales que conducen a la violencia de género.
Las youtubers lo hacen al reforzar los conceptos limitantes de “feminidad” asociados con características como la inocencia, la ternura, el actuar dócil o delicadamente, la obsesión por la belleza y el cuidado personal.
Los youtubers lo hacen al reforzar la cultura sexista y machista que ve a las mujeres como objeto, como responsables de cubrir las necesidades de los hombres (siempre en el rol de esposas sumisas, madres, novias, etc.), o bien reforzando una masculinidad hegemónica heterosexual y homofóbica.
Estos hallazgos representan un problema significativo si consideramos que en México las redes sociodigitales y las plataformas de contenido digital son muy populares entre la población joven. El 88% del total de la población internauta se conecta entre las 14 y las 16 horas del día y el promedio de conexión diaria es 8 horas con un minuto, lo que nos indica que una mayor parte de la población utiliza estas redes; a su vez, es posible visualizar que la popularidad de éstas crece entre la población joven. En lo que va de este año el 57% de las/los internautas tienen entre 12 y 34 años de edad, y la actividad que más realizan es el acceso a las redes sociodigitales, con un 83%.
Por ello, es importante no solo analizar y cuestionar el contenido que consumimos, sino impulsar, como gobierno y ciudadanía, la producción de mejores contenidos; fomentar la incorporación de una perspectiva de género que promueva una representación justa de hombres y mujeres y garantice la igualdad de género; ayudar a visibilizar el impacto y repercusión que tienen los medios y plataformas digitales en la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres.
El reto es seguir utilizando las herramientas y medios digitales como fuentes alternativas de contenido original y de denuncia social, pero al mismo tiempo hacerlo sin estereotipos de género que limitan tanto a hombres, como mujeres.