Por: Jorge Esqueda 

Los dueños de los diarios estadunidenses The Washington Post y Los Ángeles Times impidieron que esos medios dieran su respaldo a la candidatura presidencial de la demócrata Kamala Harris, lo que habla del momento actual de los medios de comunicación escritos en nuestro vecino del norte, y del asedio a los valores liberales por lo que se ha denominado iliberalismo, aunque no es necesariamente una mala noticia para quien busca ser la primera mujer en llegar a la Casa Blanca.

Jeff Bezos, mejor conocido por su imperio Amazon, y el médico Patrick Soon-Shiong, fueron quienes actuaron en contra de sus equipos editoriales que ya tenían prácticamente todo listo para publicar ese respaldo a la demócrata.

En lo estrictamente periodístico la negativa a dar el apoyo ha tenido más impacto que haberlo hecho. Ha sido más sonora la situación del Washington Post, pues todo mundo recuerda o se ha enterado del papel central de ese diario en la renuncia de Richard Nixon a la presidencia estadunidense tras revelarse el encubrimiento gubernamental que se hacía de quienes habían robado documentos de oficinas del Partido Demócrata en la capital estadunidense.

La investigación del Post a cargo de Bob Woodward y Carl Bernstein es de principios de los años setenta del siglo pasado, cuando ocurrió el hecho, y es uno de los mejores ejemplos del papel de denuncia de la prensa ante el poder político a través del periodismo de investigación. Tres décadas después se sabría que esa función hubiera sido imposible sin las filtraciones de información sensible que realizó William Mark Felt, subdirector en esa época del Buró Federal de Investigaciones (FBI), y quien fue conocido como Garganta Profunda.

Ahora, entre otros argumentos para defender su posición, el director general de la empresa editora de ese diario, William Lewis, citó la confianza en la capacidad de decisión de los lectores, lo que puede ser cierto, como también que la visión del candidato presidencial republicano Donald Trump es la de “un aspirante a autócrata”, quien podría “poner en jaque la democracia de Estados Unidos”, según declaró el ex director del Post, Martin Baron a El País.

En Los Ángeles Times la situación fue similar. Mariel Garza, directora de la página editorial del rotativo renunció al cargo porque consideró el momento actual como de un tiempo peligroso. Y “en los tiempos peligrosos, la gente honesta necesitar estar de pie. Esto (su renuncia) es la forma en que me mantengo de pie”, dijo a la Columbia Journalism Review.
Soon-Shiong nació en Sudáfrica hace 72 años. Ahí emigraron sus padres de origen chino y luego él mismo partió a Canadá y más tarde a Estados Unidos, donde ejerció como médico y docente de cirugía gastrointestinal de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), de donde pasó al área de trasplantes, en particular de páncreas, para más adelante fundar su propia empresa de investigación médica, base de su fortuna estimada en la época en que compró al Times en siete mil 800 millones de dólares.

Junto al negocio de medios ha incursionado en el basketbol, donde es uno de los propietarios de Los Angeles Lakers, además de que con la compra del Times se hizo también del San Diego Union-Tribune.

Garza como Baron comparten la perspectiva de que Trump es una amenaza para la democracia, mientras que ambas empresas editoriales tienen en común que sus problemas económicos las llevaron a aceptar las propuestas de compra de Bezos y Soon-Shiong, a quienes se suma Elon Musk, para formar un triángulo de hombres de dinero que por acción u omisión, impulsan la carrera de Trump a la presidencia.

En los casos de los dueños del Post y el Times, se ve como posible que impedir la publicación del respaldo a Harris sea una medida de protección de sus negocios ante la posible reelección del republicano, mientras que con Musk sería más bien una decidida apuesta por Trump, con vertientes para favorecer sus negocios.

Surge de nueva cuenta la tensión entre dueños y redacciones periodísticas cuando los primeros carecen de origen en la prensa, y ven solo como negocio a los medios, a los que tienen que cuidar de posibles atacantes, aún a costa de herir los valores centrales que guían la tarea periodística. Para los dueños la decisión es fácil, pues su prioridad es mantener el negocio, aún a costa de los valores que guían la tarea periodística.

Se trata de una tensión que poco trasciende a la opinión pública, la que por falta de información, habitualmente no hace la diferencia entre propietarios y periodistas, viendo a los medios como una unidad que en los hechos no existe.

Y son también un ejemplo de esa nueva corriente más que de pensamiento, de acción política, que se ha denominado iliberalismo, donde se llega al poder mediante mecanismos legítimos como son las elecciones, pero a partir de ahí, comienza la tarea de reducir los valores liberales –que por cierto no deben confundirse con el neoliberalismo- mediante conductas que acercan cada vez más al autoritarismo, mismas que se apoyan en la falta de información de la sociedad y de los temores de esta, de lo cual cada vez existen más y más ejemplos en todo el mundo.
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