Por: Cirenia Celestino Ortega

El pasado miércoles 6 de noviembre amanecimos con la noticia del triunfo de Donald Trump como resultado del proceso electoral en Estados Unidos.
El regreso de Trump a la Casa blanca, luego de su primer mandato de 2017 a 2021, es una gran sorpresa.
Parecía que la figura que enfrenta al menos cuatro juicios penales, entre falsificación de registros contables (34 cargos), soborno, interferencia electoral y por violencia sexual, no tendría oportunidad, sin embargo, la sociedad estadounidense nos sorprendió.

Trump es descarado y ha proliferado la desinformación. En más de una ocasión durante los debates y sus participaciones en foros públicos declaró que el aborto significa “matar bebés”.
Esta discusión no es menor. En redes sociales, el día de la elección, 58 por ciento de las conversaciones refirieron la interrupción del embarazo. Un tema crucial para la autonomía corporal de las mujeres. El aborto destacó de otros igualmente importantes como la migración o el racismo, temas en los que también se ha mostrado cínico.

“Honesto” es otro calificativo que me atrevo a nombrar, porque Trump nunca mintió sobre su ideología anti derechos, anti migración y absolutamente blanca.
No titubeó para señalar la deportación masiva de migrantes y la supuesta “seguridad de la frontera con México”.
Pero eso no es lo más preocupante, el poder de los medios lo es. Trump tiene a una de las redes sociales más influyentes de su lado: “X”. Su amigo Elon Musk, estuvo muy de cerca en la campaña y en el triunfo, incluso en el post resultado ha puesto a disposición del empresario/presidente, la tecnología para su resguardo.

Los medios de comunicación tienen una importante influencia en cómo se percibe a las figuras públicas e incluso delinean los comportamientos posibles en la sociedad a partir de darles foco en sus pantallas, bocinas, portales o primeras planas. Los medios entonces, muestran qué será tolerado y qué no a partir de personajes que realizan ciertas acciones sin consecuencias aparentes.
Ejemplifico: durante el gobierno Andrés Manuel López Obrador, quién designó una sección específica para señalar a los medios buenos y los malos “Quién es quién en las mentiras”, sección de su conferencia Mañanera, las agresiones contra la prensa se incrementaron, se criminalizó el ejercicio de la libertad de expresión, de tal manera que a las y los periodistas que investigaban determinados hechos contrarios a la narrativa de la agenda de la 4T eran cuestionados y señalados.

Es decir, el señalamiento que realizaba el presidente, que era replicado por autoridades estatales y locales, encontraba eco en la sociedad que asumía como cierto y como posible ese señalamiento.
Nos encontramos entonces ante un poder mayor y con terribles consecuencias. Un presidente abiertamente machista, racista y anti derechos de las mujeres que fue elegido por una gran parte de la población estadounidense, abre una puerta a las actitudes y comportamientos similares que pueden ser validados, replicados y permitidos.
Claro que hay un gran problema con que estas visiones de mundo se apoderen de los gobiernos, pero existe un mayor problema cuándo tienen una gran tribuna que las escuche y las imite.
Se vienen tiempo entonces, de misoginia, racismo e intolerancia. Ojalá los medios aportemos información para contrarrestar estas narrativas que se convierten en hechos.