Por: Mónica Teresa Müller
Hola, Chuchi. Me dijeron que estabas por estos lugares. No te sorprendas que yo esté de infiltrada. Nadie va a notar mi presencia a no ser que vos quieras que grite.
Mirá, a veces las cosas no salen como uno pretende, cosa e’ mandinga, dicen. Ya sé, te vas a disculpar por mail, calculo, porque no tenés cara de hacerlo face to face ¿no? Pero, no pecás, te disculpo.
Te escucho y me dan ganas de…bueno, me abstengo de decir groserías, no quiero pecar de maleducada ante mi otro yo.
Anoche, cuando nos vimos, demostrabas ser el amante perfecto, el hombre que puede sufrir por la mujer que ama. Nada que ver, incorrectas mis suposiciones. Lo estoy comprobando en éste mismo momento.
La piel de víbora repta hacia tu encuentro con la rapidez propia de alguien, que pretende cubrir su cuerpo ante la desnudez en plena escena de la vida.
Chuchi bonito, guardé en el cajón de la mesa de la cocina el par de aros que me dejaste como sorpresa.”¡Dios, son de oro!”, me dije muy bajito para no caer redonda al piso. Nada mejor que ante sorpresas de ese tipo, uno respire profundo, se recomponga y piense que lo aman por encima de todo, hasta de la deuda de la tarjeta de crédito compartida.
Las actitudes de los demás, vos incluido, me llevan a que delire, pero con filosofía. Recuerdo haber leído que el amor verdadero, para la filosofía, implica responsabilizarse de lo propio; que “el amor permite el conocimiento del tú y del yo” y un montón de frases que me hicieron analizar lo nuestro ¿sabés, mi chuchi? Y algo muy loco como: “el amor es el deseo irresistible de ser deseado irresistiblemente.”
Sí, vos cumplís con todo. Te cuidas y sos responsable de lo tuyo, y mirás para otro lado, como distraído, si te descubren cuando perjudicas a otro, que sería yo. Mientras pienso me deslumbra el brillo de los aros, mi pichoncito. Que me conocés es muy cierto y que vos sabés muy bien quién sos y hasta dónde podés llegar conmigo, es la pura verdad ¿o miento?, pero… siempre hay una piedrita que entorpece el camino, lo sé por experiencia propia.
Te cuento que estoy preparando un audio para enviártelo dentro de un ratito, mientras tanto, quiero disfrutar de algunas escenas teatrales, imperdibles. Me olvidé de decirte que el técnico fue a tu departamento cuando yo estaba. Le di instrucciones para que colocara las cámaras de seguridad en los lugares que me parecían los indicados; como cosa mía sumó sonido hasta en el baño, total, de qué me voy a asustar ¿no, mi caramelito de miel? Sí, mi Chuchi, caramelito de miel, no por lo dulce sino por los aguijones que quedan perdidos entre los panales de mi vida.
Te cuento, mamarrachito mío, que el audio lo haré pegadita al micrófono del celu con una voz que imitará a la de aquél gran actor argentino de radioteatro, que expresaba su amor con voz melosa y teatral: Oscar Casco. Te aviso, además, que las cámaras con sonido que colocó tu amigo, el super técnico, son magníficas.
Vivir separados fue una idea genial que acepté porque la independencia me puede, pero me río bajito, no contabas con la tecnología. Desde mi departamento en la vereda de enfrente del tuyo, me entero que te sentís solito cuando no estoy a tu lado y que necesitas del psicoterapeuta. Cosa e´mandinga, mamarrachito mío.
Sé que Claudio es un super profesional, lo comprobé porque fue el terapista con quien superé mi depre, pero no hice el tratamiento que, por lo que escucho y veo en las cámaras, te recomendó a vos, mi Chuchi, yo no tuve que acostarme con él para recuperarme.