A pesar de las apariencias, Donald Trump no trae de encargo a México, es decir, no es algo personal. Lo peor es que se trata de algo global.
En nuestro país nos caería bien entender que a pesar de que la globalización vive una de sus peores crisis, el gran enemigo, el eje en esa crisis no somos nosotros, sino se trata de algo precisamente global, donde sin lugar a dudas ocupamos un lugar importante por nuestra vecindad con Estados Unidos pero no el centro, y es precisamente el carácter de esa crisis lo que ofrece elementos para superarla.
La nueva noticia desde el mundo Trump, la cual debilitó al dólar y fortaleció al euro, entre otras monedas, es la preparación de aranceles con aplicación a todo el mundo, específicamente a cadenas de suministro relacionadas con acero, hierro, aluminio y cobre, además de suministros médicos esenciales, así como baterías, minerales de tierras raras y paneles solares, según tres fuentes sin identificar que hablaron a The Washington Post.
La intención tiene lógica y ubica a dónde quiere ir el próximo jefe de la Casa Blanca: al tiempo ido de la formación como país de Estados Unidos y luego de cuando era la gran superpotencia, como lo muestra la revisión de los hechos de los días pasados.
Pero también sería necesario ir más atrás, a la historia de la formación como países independientes tanto de Estados Unidos como de Canadá. Se encontrarían las ligas comunes que surgen de la colonización británica, y la relación estrecha entre esas dos naciones y Reino Unido, y de ahí la vieja idea de que ambas formen una sola entidad.
Esas ides han sido recurrentes, por ejemplo el senador A.S. Porter presentó en 1845 una petición ciudadana donde se hablaba de la adquisición de Canadá, a fin de dominar la región de los Grandes Lagos con todos los beneficios que se acarrearían.
Es decir, si la historia hubiera seguido otros caminos, podríamos estar hoy en día frente a un gran país territorialmente hablando, aunque seguiría existiendo el tema de Quebec, la actual provincia heredera de la colonización francesa, donde la semilla del separatismo sigue viva.
Pero la historia siguió el camino que siguió y hoy hablamos de dos países diferentes con antecedentes comunes donde la gran mayoría de los canadienses no parecen estar muy afines a la idea de ser los número 51 en la bandera de las barras y las estrellas.
Medios militares para crear a la nueva estrella suenan a fantasía, más realista son presiones comerciales y aquí es donde parecen saltar las ganancias del afán de hablar otra vez de la anexión de Canadá: que éste ceda en materia comercial y económica con tal de conservar su independencia. ¿Será así?
El caso de la salida de Justin Trudeau de la jefatura del gobierno canadiense, muestra como Trump es capaz de aprovecharse de ocasiones que otros no ven o simplemente dejan pasar.
Trudeau dejó de ser la esperanza que llegó al poder en 2015 para ser cada vez más una carga política. Escándalos que en otras naciones pasarían inadvertidos o se les daría poca importancia, pero que en un país como Canadá se toman en serio, fueron reduciendo su popularidad, hasta que se llegó a los grandes conflictos: la inflación, el costo de la vida, que acabó pasándole factura como igual lo hizo con el estadunidense Joe Biden, quien puede mostrar buenos números en la macroeconomía, pero no en los bolsillos de sus compatriotas, aquejados por la alza de precios, una de las fuentes de la derrota de Kamala Harris el pasado noviembre.
Así, lo único que hizo Trump fue soplar a una torre debilitada de tiempo atrás hasta que cayó.
Atrás de esos nuevos deseos de anexarse Canadá, comprar Groenlandia o hacerse de nuevo del Canal de Panamá, se encuentra la doctrina del Destino Manifiesto, según la cual la Providencia asignó a Estados Unidos el destino de extenderse por todo el continente americano, donde se encuentra otra idea de no menor riesgo: que el pueblo estadunidense tiene un sitio especial dado por Dios.
Tiene que recordarse que vivimos en un mundo terrenal, donde las ideas de los papeles divinos especiales buscan cobrar nueva vigencia y son parte del regreso al pasado que caracteriza a nuestros días.
Se necesita combatir esas ideas desde el presente y no con otras ya también pasadas de moda, como un antiimperialismo o antiyanquismo que tampoco corresponden a nuestros días, como tampoco lo es el nacionalismo masiosare.
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México en el mundo global
Trump y el reciclamiento del Destino Manifiesto