“Vamos a cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América. Es un hermoso nombre y es apropiado», anunciaba el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en una conferencia de prensa ofrecida desde su Club Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida.
La declaración, que se une a las intenciones del político de anexionar Groenlandia a su país o de recuperar el Canal de Panamá, no solo ha exacerbado la tensión entre el país y su vecino de abajo, sino que además ha despertado el interés público por el origen del nombre y el momento de descubrimiento de esta área geográfica.
Ubicado entre el sureste de Estados Unidos, la costa este de México y la isla de Cuba, el golfo de México no solo es ahora un epicentro de biodiversidad y recursos naturales. También fue, durante el periodo de las exploraciones, una de las principales puertas de entrada al continente norteamericano para las expediciones europeas y clave para la integración de nuevos territorios en la órbita del mundo conocido.
Así pues, lejos de la cuestión política que lo envuelve en la actualidad, este cuerpo de agua esconde en su historia los ecos de grandes gestas, descubrimientos trascendentales y disputas que, sin duda, definieron el mapa del Nuevo Mundo y moldearon el destino de dos continentes.
De acuerdo con la Asociación Histórica del Estado de Texas, el Golfo de México fue reconocido por primera vez por un europeo en 1508. El encargado de esta hazaña fue Sebastián de Ocampo, un explorador español que circunnavegó Cuba y, por casualidad, avistó este “mar oculto” desconocido hasta entonces por los europeos.
De Ocampo regresó a Santo Domingo, donde compartió su descubrimiento, un hecho que marcó el inicio de una serie de exploraciones que convertirían al golfo en una de las principales rutas para los conquistadores españoles en su aventura hacia el continente americano.
Poco después, en 1513, Juan Ponce de León se convirtió en el primer europeo en realizar un desembarco conocido en las costas del golfo, específicamente en lo que hoy conocemos como la península de Florida. Y por su parte, en 1517 y 1518, Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva recorrieron las aguas del sur del golfo, acercándose cada vez más a las regiones bajo control del imperio mexica.
Sin embargo, el acontecimiento más trascendental fue en 1519, cuando Hernán Cortés cruzó el golfo en su viaje desde Cuba hacia la conquista de México, abriendo las puertas a los primeros contactos con las civilizaciones mesoamericanas.
Al mismo tiempo, Alonso Álvarez de Pineda, otro explorador español, se embarcó en la tarea de cartografiar la costa norte y oeste del golfo, una expedición que resultó en la creación del “mapa de Pineda”, la primera representación de la región que hoy conocemos como Texas.
Pero, ¿en qué momento se bautizó al golfo de México como tal? Pues bien, este no tuvo un nombre oficial hasta la década de 1540: durante más de un siglo después de su descubrimiento, se consideró parte del océano Atlántico, o “mar del Norte”, y se le identificó de distintas formas.
El término más común era “Seno Mexicano”, en referencia a un golfo o bahía, pero también se le llamaba golfo de Nueva España o golfo de México. Y, de hecho, durante más de 150 años, este mar fue considerado un territorio exclusivo de España, un “mar sacrosanto” fuera del alcance de otras naciones, reflejando el dominio absoluto que los españoles pretendían sobre las aguas del Nuevo Mundo.
El golfo de México no solo tiene una relevancia histórica, sino que también es un punto clave en la geografía y economía mundial actual. Con una extensión aproximada de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, es uno de los cuerpos de agua más grandes del mundo. Limita con tres países: Estados Unidos, México y Cuba, y conecta con el océano Atlántico a través del estrecho de Florida.
Además de su tamaño, el golfo es conocido por su biodiversidad, ya que alberga una rica variedad de especies marinas y ecosistemas únicos. Su clima tropical favorece una fauna diversa que incluye desde tortugas marinas hasta especies comerciales como el camarón, que es esencial para la industria pesquera de la región.
Hoy en día, el golfo de México sigue siendo una arteria vital para el comercio internacional, especialmente para las naciones que lo rodean. Sus puertos, como los de Houston y Veracruz, son esenciales para el intercambio de mercancías, y su proximidad a los grandes mercados de América del Norte hace que sea crucial para el transporte marítimo.