El amante de las ideas
…pero siento que tu alma me grita
me pide cariño y no más
no me aguanto
José Alfredo Jiménez

Es domingo por la mañana, Daniela comprende que debe alejarse de aquel lugar de inmediato, está en peligro la pureza de su mente, la persiguen y acosan por no adherirse a las ideas anacrónicas impuestas por un grupo de ancianos nocivos que llegaron a aquella ciudad industrial en los años sesenta como maestros normalistas y se apropiaron de las mentes de los jóvenes para manipularlos a placer y corromperlos con ideologías torcidas.
Apoyados por sus esposas con doble moral, viven a plenitud las apariencias; para aquellas mujeres, es mejor actuar que son felices y que no son parte de ese movimiento contracultural que anhela romper las antiguas estructuras; ellas no están dispuestas a dejar su vida de confort para abrazar otro estilo de vida más auténtico, simple y ético. Tampoco van a permitir que sus vástagos narcisistas, sádicos y frágiles, se adhieran a ese pensamiento que evidencia su corrupción y la procedencia ilícita de sus bienes.
– ¿Cómo así Martita? De la noche a la mañana cambiar nuestras vidas solo por una chamaca revoltosa, pobre y huérfana que la conocen por andar con uno y con otro.
– Así es Rosita, yo sé que la chica está medio mal de la cabeza, de hecho, me enteré por una comadre que quedó así desde que murió el padre y, además, dejó al novio vestido y alborotado dizque porque ella tenía un amante escondido.
– Pobre muchacho, no me digas, no pues no podemos permitir que esa escoria llena de rebeldía se meta en nuestra vida, tanto que hemos batallado para permanecer intactas sin que se den cuenta de los negocios que tenemos debajo del agua.
– ¿A qué negocios te refieres? Rosita preguntó con una sonrisa irónica. Tratando de silenciar a Marisela, la miró fijamente con ojos llenos de furia.
Daniela era maestra de Filosofía en un colegio privado ubicado en la capital del estado y por las tardes trabajaba en la biblioteca pública; desde la infancia comenzó a leer a los grandes filósofos e historiadores, su padre la animaba a estudiarlos detenidamente, leyó una cuantiosa cantidad de libros desde una edad muy temprana; a veces corregía a sus propios maestros y eso la dejaba como arrogante ante ellos. Algunos docentes la corrían de su clase y debido a su inteligencia provocaban dolosamente que los alumnos la discriminaran.
Daniela se fue acostumbrando al rechazo y a la envidia de aquellos maestros y de sus compañeros, algunas veces decidía no asistir a clase para evitar la burla que sufría desde que su padre murió. Nada de eso le interesaba, su paraíso interno era un castillo incorruptible de ideas grandiosas que con los años le permitió concluir tres carreras. Su propia familia la consideraba un estorbo chocante y la evitaban por ser un ente extraño que no permitía la manipulación.
Una tarde, mientras daba su clase de Filosofía del derecho entró un joven al salón. Ella dominó su atracción por él, pero se dijo así misma éste es el amante de las ideas en carne viva, no puedo evadir mi destino y para lo que fui hecha. Este ángel de la sabiduría viene a sentarse frente a mí para darme un mensaje.
El joven la observaba con ojos contemplativos, llenos de admiración, respeto y amor. Daniela supo de inmediato que aquel estudiante se presentaba como una manifestación radiante y etérea; se tragó las lágrimas y se hundió en pensamientos que la confundían y no dejaban de recordarle que todos estos años de martirio social y rechazo sistémico eran porque había mantenido su promesa de defender un pensamiento incorruptible ante el matriarcado y el patriarcado que juraron, en complot, destruirla.