La cancelación de la cumbre extraordinaria de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es la más reciente decepción a cargo de nuestra región ante la política del apenas estrenado presidente estadunidense Donald Trump, la cual afecta sobre todo al elemento más débil de las prioridades presumidas por la Casa Blanca para este mandato: los migrantes.

En particular, muestra la falta de unidad regional y la carencia de un líder que sea capaz de cohesionar e impulsar una política de respuesta ante los delirios trumpistas, que así se van convirtiendo en realidad.

El combate al fentanilo, la política arancelaria para que respeten a Estados Unidos y la detención de la ola migratoria afectan a por igual a toda América Latina, pero la más dañina sin duda alguna es el trato hacia su población, que acaba de ser llamada “basura” por la secretaria de Seguridad, Kristi Noem.

Ante ese calificativo ningún mandatario latinoamericano ha salido a contener y responder tales palabras, que muestran la necesidad de que se sí realizara la cumbre de la CELAC, organización de 33 miembros que excluye a Estados Unidos y Canadá, a fin de acentuar su carácter latinoamericano, y muy lejos de reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA), considerada por Venezuela, uno de sus principales críticos, como instrumento de dominación por parte de Washington.

Esterilizado el instrumento original de representación hemisférica y sin guía clara en el regional, América Latina carece de voz propia y ha quedado a expensas de lo que el señor Trump diga, específicamente su estrategia de negociación basada en la intimidación y asentado en herramientas de propaganda, como lo es el discurso apocalíptico y denigrante, que recuerda al antijudío nazi.

La región vive una crisis de liderazgo que viene de años atrás. Nadie ha sustituido en esa función al cubano Fidel Castro o el venezolano Hugo Chávez, mientras que nos quedamos esperando al líder regional que todos deseaban ver: Andrés Manuel López Obrador.

En Brasil Inacio Lula da Silva tuvo una fuerte declaración de condena a que 88 de sus connacionales hayan sido deportados esposados de pies y manos, pero no negó el permiso de aterrizaje al avión militar estadunidense que los transportaba, y ahora invitó al presidente ruso Vladimir Putin a la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) el próximo mayo, una fecha que se ve lejana ante lo urgente de la situación.

El colombiano Gustavo Petro ha sido más que la decepción casi la burla del área tras negarse a recibir a deportados de su país transportados también en aviones militares, para luego recular ante la metralla arancelaria y de suspensión de visas ordenada por Trump. El respeto que se guardaba a un exmiembro de la guerrilla colombiana –aunque no haya combatido- y que se había distinguido por buscar salidas democráticas a la crisis venezolana, cayó en picada y le va a costar mucho trabajo recuperarlo.

Por su parte el chileno Gabriel Boric ha sido cauteloso y su gobierno anunció el análisis de las afectaciones que le podrían acarrear los aranceles a sus exportaciones de cobre, que junto con los que serían aplicados al aluminio y el acero, ya revisa la Casa Blanca. No es una medida contra Chile, aunque evidentemente lo afectaría. Boric parece estar poniendo en primer lugar los intereses de su país y dejar para quien lo quiera, el liderazgo regional.

En México baste señalar que antes de que fuera anunciada la cancelación de la cumbre extraordinaria de la CELAC, la presidente Claudia Sheinbaum anunció su inasistencia, lo que quizá haya influido en esa cancelación.

Mientras, el gobierno trumpista está ganando la guerra de la propaganda, lo que es extraño ante maestros de esa forma de comunicar como sería Venezuela, sin olvidar que las comunidades de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos tampoco se ven. Quizá porque muchos de sus miembros con derecho a voto lo hicieron por Trump, según han mostrado los análisis, incluidos aquellos que expresamente fueron llamados a votar contra los candidatos republicanos, como fue el caso de los mexicanos.

La situación es grave porque a pesar de que aún no empiezan las deportaciones masivas anunciadas, según las cifras de la primera semana, los migrantes del área viven en un clima de incertidumbre y miedo, que aumenta las posibilidades de que Trump logre con esa propaganda de amenazas, aumentar la dependencia y el sometimiento regional al imperio estadunidense, sí, en decadencia, pero que no morirá tranquilamente.

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