Desde la época prehispánica las inundaciones en la cuenca de México han sido una condicionante del desarrollo, primero de México Tenochtitlán y posteriormente de la Ciudad de México.
El establecimiento de una megaciudad en una zona lacustre supone una lucha continua contra la convergencia de todos los flujos de agua de una cuenca. Desde la época virreinal se proyectaron obras para trasvasar el agua del lago de Texcoco hacia el norte de la ciudad, específicamente al Valle del Mezquital en el suroeste del estado de Hidalgo. En este periodo de la historia, donde los españoles trazaron cuadras, ignoraron canales y vieron al agua como un obstáculo, las inundaciones anegaron por años enteros el naciente centro de la CDMX y mientras la clase gobernante escapó con sus familias a ciudades como Puebla, alrededor de 30,00 indígenas permanecieron y perecieron.
Historias como ésta urgieron a las autoridades a construir obras hidráulicas para redirigir el agua. Maximiliano ordenó, en 1867, la construcción del Gran Canal de Desagüe que fue inaugurado en 1895 por Porfirio Díaz, cediendo la gestión de las aguas al estado de Hidalgo. Estos afluentes alimentaron al río Tula y fueron almacenados en la presa Endhó, cuya construcción, entre 1947 y 1953, derivó en la inundación permanente de varias comunidades (desplazadas a las riberas de la obra hidráulica). Esta llegada de agua marcó la historia del semiárido Valle del Mezquital, incrementando la actividad agrícola, turística y piscícola por ambientes acuáticos relativamente limpios.
Las aun recurrentes inundaciones de la CDMX, motivaron a las autoridades federales a construir túneles emisores y en los años 70 tomaron la decisión de que las aguas residuales totales y sin tratamiento alimentaran al río Tula. La falta de regulaciones y sanciones, de conciencia ambiental y otros factores, derivaron en la descarga adicional de las aguas residuales altamente contaminadas de una termoeléctrica, una refinería, diferentes cementeras, industria textil, industria alimentaria, hospitales, etcétera, establecida en los alrededores de Tepeji del Río y Tula de Allende, cuyo destino fue y sigue siendo la presa Endhó, que se convirtió en la fosa séptica más grande del mundo.
Si bien la llegada de las aguas residuales transformó la economía y agricultura del Valle del Mezquital debido a su aporte de nutrientes orgánicos, el método de riego por anegación de cultivos ha sobresaturado los suelos con contaminantes de todo tipo. Un estudio publicado en 2006 por la Comisión Nacional de Agua encontró 128 compuestos orgánicos tóxicos en las aguas y suelos, además de metales pesados en concentraciones muy superiores a las permisibles por las Normas Oficiales Mexicanas y regulación internacional.
En 2017 fue inaugurada la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) de Atotonilco de Tula, la más grande de Latinoamérica (propiedad de Carlos Slim), como un dejo de esperanza ante la contaminación. Ésta brinda tratamiento a alrededor del 60 % de las aguas que llegan al valle desde la CDMX y zona conurbada (no trata al río Tula) que ayudan a regar el distrito de riego 003 Tula. Sin embargo, la contaminación es persistente pues la PTAR no elimina los metales pesados y otros agentes tóxicos bioacumulables (se acumulan en los organismos). Además, la planta se ha visto envuelta en polémicas de funcionamiento y acuerdos con las autoridades y habitantes locales.
Las demandas de organizaciones sociales locales y nacionales, forzaron a la CONAGUA a realizar y publicar estudios más detallados sobre los niveles de contaminantes en las aguas superficiales y subterráneas de la región. Los resultados salidos a la luz en 2019-2020 confirmaron las altas concentraciones de contaminantes en prácticamente todo el río Tula y la presa Endhó, así como la existencia de arsénico, plomo, mercurio y manganeso en el agua de uso corriente saliente de los pozos regionales. Estudios de menor envergadura en 2024 confirmaron los altos niveles de contaminantes en todo el sistema hídrico.
Los impactos de la contaminación han sido diversos y el reportaje ganador del premio Breach-Valdez de periodismo y derechos humanos de 2024, referente a la contaminación en la presa Endhó, puso nuevamente en la mira pública nacional a este sitio tristemente célebre, pues encontró que la media de cáncer y daños renales (2010-2020) en las riberas de la presa es hasta 300 % superior a la media nacional. También indica que las cinco plantas de tratamiento inauguradas y presumidas por el gobierno estatal de 2016-2022 (debían ser siete), realmente no trataron el agua, o el agua saliente se volvió a contaminar en la red hidráulica local, al tiempo que la población local seguía consumiéndola confiando en su restaurada calidad.
Todo este panorama de degradación, en algún momento llamado por Víctor Toledo (exsecretario de SEMARNAT) como “Infierno Ambiental”, es el marco de referencia para que el 29 de septiembre de 2024 el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador firmara el decreto para la declaración de la zona de restauración ecológica al área de influencia de la presa Endhó. Éste da un plazo de 12 años para el saneamiento de 35 mil hectáreas aledañas al río Tula y que incluyen al Parque Nacional Tula, mediante acciones multisistémicas que involucran a todos los ordenes de gobierno y la colaboración con sociedad, sector empresarial y académico.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha decidido dar seguimiento a tal decreto y ha ampliado su visión de remediación ambiental a otros sitios de emergencia como el río Lerma-Santiago y el río Atoyac. En el caso del río Tula plantea su completa remediación mediante la rehabilitación e implementación de plantas de tratamiento, acciones de carácter ecológico, legislativo, etc. Si bien, el decreto es algo inédito y esperado en la región, el reto es monumental y requiere una visión a largo plazo, más allá de dos sexenios y cambio de gestiones; requiere de un compromiso enorme para hacer justicia a esta región del estado de Hidalgo, que por muchos años ha sido tan decepcionada e ignorada hasta el olvido.
* Dr. Jesús David Quiroz Jiménez
Profesor Investigador SNI CONAHCyT Nivel 1
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