Dra. Gabriela Yolanda Castañón García*/ Diana Gabriela Cruz Portillo*
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar que permite a las personas afrontar el estrés de la vida, desarrollar sus habilidades, aprender, trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. La salud mental es fundamental para establecer la forma en que interactuamos con el mundo, y su impacto en el desempeño de nuestras actividades cotidianas y en nuestras relaciones diarias.
Un ámbito en el que tiene una influencia significativa es el ambiente académico y laboral, el cual forma parte integral de nuestra vida diaria. Pasamos más de la mitad del día en la oficina, escuela, trabajo, universidad, en espacios físicos realizando actividades académicas, administrativas y de gestión, lo que hace necesario pensar y re-pensar cómo podemos fortalecer nuestra salud mental y nuestro bienestar emocional.
Hablar de salud mental implica reconocer las circunstancias que pueden contribuir al desarrollo de trastornos mentales. Esto no significa que las personas padezcan de algún tipo de “locura”, como suele decirse, sino que enfrentan adversidades que afectan su bienestar emocional y psicológico. Al reflexionar sobre la salud mental, solemos vincularla con enfermedades y trastornos mentales, no obstante, el término hace referencia a un estado de salud mental en equilibrio o desequilibrio que puede influir de manera positiva o negativa a nuestro estado de bienestar general.
El desequilibrio en la salud mental puede derivar en trastornos mentales, los cuales se refieren a una amplia variedad de afecciones que afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento de una persona. Desde el estrés, tensión, depresión, ansiedad, miedo, pánico, fobias, hasta trastornos de la alimentación y trastornos de la personalidad.
Según datos del gobierno de México, tres de cada diez personas padecen algún trastorno mental a lo largo de su vida. Estos trastornos afectan el pensamiento, las emociones o el comportamiento de una persona y pueden interferir en su vida diaria, además muchas veces no reciben la atención adecuada, ya que más del 60% de quienes los padecen no saben cómo enfrentarlo.
En el contexto laboral, se estima que el 15% de los adultos en edad productiva padece algún trastorno mental. El Barómetro de Salud Mental de los Trabajadores, elaborado por la Universidad Iberoamericana, muestra datos importantes: a nivel nacional, el 49% de los empleados experimenta tensión en su ambiente de trabajo, el 37% tiene dificultades para dormir, el 33% muestra signos de depresión y el 32% enfrenta problemas de concentración en sus actividades laborales.
Asimismo, datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) indican que el 75% de los trabajadores considera su empleo como una fuente significativa de estrés.
A nivel federal, la Ley General de Salud incluye algunas disposiciones sobre salud mental. También existen regulaciones específicas, como la NOM-025-SSA2-2014, cuyo objetivo es garantizar diagnósticos oportunos, tratamientos adecuados y la rehabilitación de pacientes con un enfoque de derechos humanos y no discriminación en los servicios de salud mental. Además, la Ley Federal del Trabajo (LFT) ha incorporado el derecho a la salud mental en el ámbito laboral.
Se cuenta con la Ley General de Salud, en materia de salud mental y adicciones, pero no existe una Ley específica sobre salud mental. Sin embargo, en los últimos años ha habido interés en la Cámara de Diputados en legislar sobre el tema. Actualmente, 16 estados han promulgado leyes locales de salud mental, entre ellos: Baja California, Campeche, Chihuahua, Coahuila, Ciudad de México, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Yucatán y Zacatecas. La legislación más reciente es la Ley de Salud Mental del Estado de Yucatán, con su última modificación en 2024.
Sin embargo, las leyes aún presentan ambigüedades en la regulación de la salud mental en el ámbito laboral. Aunque la normativa ha comenzado a reconocer la salud mental como un tema de interés, en la práctica sigue siendo un tabú y permanece rodeada de estigmas. Un ejemplo de ello es la creencia de que padecer un trastorno mental puede llevar a la destitución del puesto de trabajo debido a una percepción errónea sobre la capacidad y productividad del trabajador.
Asimismo, el miedo a represalias o a ser discriminado por superiores y compañeros de trabajo contribuye al silencio en torno a este tema. A esto se suma la idea generalizada de que la salud mental no está relacionada con el entorno laboral, lo que dificulta su abordaje efectivo en las empresas e instituciones.
Otro obstáculo es la falta de infraestructura y recursos adecuados para tratar la salud mental en las empresas y en las instituciones. Muchas organizaciones no cuentan con programas de bienestar psicológico o con personal capacitado para atender estos problemas, lo que aumenta la presión sobre los trabajadores y perpetúa la invisibilidad de este tema en el entorno laboral.
En el caso del estado de Hidalgo, la Secretaría de Salud estatal ha implementado diversos programas para atender los trastornos mentales, entre los cuales se incluyen unidades móviles de atención psicológica y programas de sensibilización. Además, los Centros de Salud y los módulos especializados ofrecen atención psicológica preventiva, diagnóstico y tratamiento, incluyendo programas dedicados a la atención de trastornos derivados del estrés laboral, la depresión y la ansiedad. Sin embargo, la implementación de estas políticas en el ámbito privado y en empresas de menor tamaño ha sido limitada debido a la falta de recursos y a la escasa capacitación de los empleadores en el manejo de estos temas.
Sin duda la elaboración de políticas públicas enfocadas en la salud mental es fundamental, especialmente en el ámbito laboral, un sector en el que millones de mexicanos pasan la mayor parte de su vida.
Las jornadas laborales, a menudo largas y demandantes, y sus responsabilidades pueden tener un impacto directo en el bienestar psicológico de los trabajadores. Por lo tanto, es fundamental que las políticas públicas no solo contemplen la salud física, sino que otorguen un papel central a la salud mental, abordándola de manera integral y sin limitar su enfoque a problemáticas como el suicidio o las adicciones. En este sentido, es imprescindible la implementación de estrategias que fomenten el bienestar emocional en los entornos laborales, garantizando condiciones de trabajo que promuevan una vida sana y equilibrada.
Es necesario fomentar políticas públicas que promuevan la salud mental para mejorar la calidad de vida. Esto implica tanto mejorar el acceso a los recursos y servicios de salud mental, como también trabajar en la prevención y difusión de información sobre la salud mental y el bienestar emocional.
Entre las posibles políticas públicas se podrían incluir entre otras: el acceso a servicios de atención de salud mental de calidad y que no falten profesionales para atender la demanda; crear programas preventivos en todas las etapas de la vida que promuevan la educación emocional, la resiliencia y el autocuidado; trabajar en la prevención y atención de factores de riesgo asociados con problemas de salud mental, como la violencia, la discriminación, el acoso y la exclusión social; y ampliar y mejorar la accesibilidad de los servicios de salud mental, tanto en términos de disponibilidad y ubicación geográfica como de costos, ya que ello facilita el acceso de más personas a estos servicios.
Una forma de promover la salud mental es con estrategias que tengan un impacto positivo en las personas, últimamente una práctica que se ha vuelto común es el Mindfulness.
También conocido como atención plena o conciencia plena, consiste en estar atento de manera intencional a lo que hacemos, sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la experiencia del bien-estar. Es una técnica recomendada para proporcionar bienestar emocional, que no solamente consiste en meditar sino en generar un ambiente de bienestar en el entorno personal o laboral.
En síntesis, al fomentar políticas públicas de salud mental, las personas y comunidades se vuelven más sanas y fuertes emocionalmente, lo cual se traduce no solamente en una mejora de la calidad de vida de las personas, sino también en un mejor desempeño laboral.
*Profesora Investigadora/Practicante
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