En la segunda mitad del siglo XVIII, Saturno era el último planeta conocido. No se sabía nada sobre Urano, Neptuno y Plutón (este último ya no es considerado un planeta desde agosto de 2006, ahora un planetoide, declarado por la Unión Astronómica Internacional). Por lo que, en el año 1766, el matemático alemán Johann Titius propone dividir la distancia del Sol a Saturno, en 100 unidades o partes. Descubre que Mercurio está a 4 unidades respecto del Sol, Venus a 7 o dicho de otra forma a 4+3, la Tierra a 4+6 y Marte a 4+12 partes, respecto de nuestra estrella. Todas estas distancias siguen la sucesión numérica: 4, 4+3, 4+6, 4+12, …; por lo que, se pensaba que habría otro planeta en 4+24 unidades. Sin embargo, no era visible con los telescopios de ese momento. Los planetas Júpiter y Saturno se ubican respectivamente, en 4+48 y 4+96 unidades.

Alrededor del año 1800, el astrónomo Johann Bode retoma el tema y comienza una campaña; casi policiaca en la búsqueda del planeta faltante. Organiza a un grupo de astrónomos para escanear la bóveda celeste con los telescopios de la época, y así encontrar el planeta perdido. Cuál es la sorpresa que, para enero de 1801, el astrónomo italiano Giuseppe Piazzi descubre un pequeño objeto en forma de estrella, que se comporta cómo planeta. Hoy día este planetoide es llamado Ceres. Se trata de un pequeño planeta que cumple con la ubicación que predice la regla de Titius-Bode, la de 4+24 unidades.

Para el año 1802 Heinrich Olbers descubre un segundo planetoide, y le da el nombre de Pallas. En los años que siguieron fueron encontrados otros dos, Juno y Vesta. El astrónomo inglés William Herschel propone llamarlos asteroides. Hoy día se han encontrado tantos que se sabe forman un cinturón entre Marte y Júpiter. Con la tecnología actual se han computado más de 15,000 solo en esa zona. No se conoce con certeza su origen, solo se sospecha que todos estos asteroides pudieron ser en algún momento un planeta que no llegó a formarse.

Ya en pleno siglo XIX, Daniel Kirkwood descubre una situación que llama su atención. En el cinturón de asteroides había espacios vacíos de estos objetos. Mientras que existía una alta densidad de ellos en otras zonas del mismo cinturón. Más tarde a las zonas vacías se les llamo: lagunas de Kirkwood. Se sabe ahora que existen ciertas órbitas para los asteroides que guardan un equilibrio gravitacional respecto del Sol y Júpiter, pero para algunas de estas mismas, este equilibrio no se alcanza y resultan ser “órbitas prohibidas.” Algunos de estos asteroides son entonces expulsados en todas direcciones. Muchos de ellos caen en la misma órbita de Júpiter o de otros planetas, y algunos más son lanzados al espacio a grandes velocidades. Se cree que alguno de ellos en el pasado alcanzó la Tierra y probablemente, fue la causa de la desaparición de la era de los Dinosaurios.

En el año 1906 fueron descubiertos dos conjuntos más de asteroides que rotan alrededor del Sol sobre la misma órbita de Júpiter. Ubicados en los puntos de Lagrange L4 y L5. Estos dos conjuntos de asteroides acompañan al gigante en su movimiento de traslación. Si dibujamos una circunferencia imaginaria, colocando al Sol al centro y en el perímetro a Júpiter, los dos conjuntos alargados de asteroides quedaran ubicados antes y después del planeta. El primer grupo es llamado asteroides griegos, éstos se mueven sobre la misma órbita delante del planeta, haciendo un ángulo de 60 grados respecto a la línea (radio), que une a los centros de Júpiter y el Sol. El segundo grupo se conoce cómo asteroides troyanos. Este segundo conjunto se mueve más atrás del gigante, pero a menos 60 grados respecto a la misma línea de unión Sol-Júpiter. Entre asteroides griegos y troyanos existe aproximadamente un ángulo de 120 grados. Con el desarrollo de la tecnología óptica y el cálculo numérico por computadora, se han llegado a ubicar una infinidad de estos asteroides.

En la epopeya griega, La Ilíada, Homero describió la épica guerra de Troya. De este poema se tomaron los nombres que sirvieron para designar a los asteroides que circunnavegan el espacio siguiendo a Júpiter. Algunos de los asteroides griegos fueron llamados: Agamemnon, Néstor, Antíloco, Aquiles, Ajax, Diomedes. Y de parte de los asteroides troyanos aparecen los nombres: Príamo (884), Eneas (1172), Héctor (624), Ulyses (5254), entre otros.

Recientemente, se han encontrado algunos asteroides troyanos que orbitan con la Tierra y otros planetas como en la órbita de Marte y la de Neptuno. Estos objetos estelares son un peligro latente, por la cantidad de energía que son capaces de producir al precipitarse sobre la superficie terrestre.

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Universidad Politécnica de Tulancingo alfonso.padilla@upt.edu.mx