Por Ofelia Bonilla Gamboa
El consumo de drogas ha sido históricamente un problema de salud pública que afecta a otras áreas de la vida, tanto social, económica, psicológica. Sin embargo, en el caso de las mujeres, este fenómeno ha sido abordado con menor visibilidad sin tomar en cuenta que debe de existir enfoque diferenciado debido a factores biológicos, sociales y de género. A pesar de los avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, la discriminación por género, la estigmatización y la falta de acceso a tratamientos diferenciados y adecuados siguen siendo obstáculos para su recuperación y bienestar, por lo que es necesario implementar una política pública con perspectiva de género para atender este problema con perspectiva de género.
Las mujeres consumen drogas ilícitas por diferentes factores que los hombres. Entre ellos se encuentran experiencias de abuso físico o sexual, violencia de pareja, trastornos de salud mental como la depresión y la ansiedad (UNODC, 2022). Asimismo, estudios han demostrado que las mujeres pueden desarrollar una dependencia a las sustancias con mayor rapidez que los hombres, fenómeno conocido como “telescoping effect” (Becker & Koob, 2026). Este término describe una progresión acelerada desde el inicio del abuso de sustancias hasta el consumo crónico y la dependencia. Este fenómeno parece presentar diferencias de género. Estudios demuestran que las mujeres que consumen opioides, alcohol o cannabis presentan una progresión más acelerada que los hombres. Este proceso sugiere que el impacto de las drogas en el organismo femenino puede ser más acelerado, aumentando el riesgo de adicción en menor tiempo de consumo.
Otro factor importante es el uso de drogas como una estrategia de afrontamiento ante las situaciones de estrés o carga emocional. Muchas mujeres recurren a sustancias psicoactivas para lidiar con la llamada doble o triple jornada laboral y la sobrecarga de responsabilidades familiar, labores y sociales, lo que refuerza un círculo de dependencia y aislamiento. Además, el consumo de drogas en mujeres sigue siendo un tabú, lo que impide una atención oportuna porque las consumidoras esconden su problema y dificulta el acceso a apoyo profesional y redes de apoyo.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, 2022), las mujeres siguen constituyendo una minoría entre quienes consumen drogas en todo el mundo y, sin embargo, tienden a aumentar su ritmo de consumo. Se calcula que las mujeres representan actualmente entre el 45% y el 49% de quienes consumen anfetaminas y usuarios no médicos de estimulantes farmacéuticos, opiáceos farmacéuticos, sedantes y tranquilizantes.
Las repercusiones del consumo de drogas en mujeres pueden ser devastadoras, tanto a nivel físico como psicológico y social. Desde el punto de vista de la salud, el consumo prolongado de sustancias puede derivar en problemas cardiovasculares, enfermedades hepáticas, alteraciones hormonales, complicaciones en el embarazo y en casos extremos hasta la muerte. Asimismo, la relación entre el consumo de drogas y trastornos psiquiátricos es más estrecha en mujeres, lo que incrementa el riesgo de suicidio y otras conductas de violencia autodestructivas (Becker & Koob, 2016).
Las mujeres consumidoras de drogas enfrentan un doble estigma: por su adicción y por desviarse de los roles de género tradicionalmente asignados por la sociedad en la que vivimos. Esto puede traducirse en dificultades para obtener empleo, discriminación en el acceso a los servicios de salud y pérdida de custodia de sus hijos. La marginación y la falta de apoyo adecuado conducen a un ciclo de exclusión que dificulta la reintegración social y económica de las mujeres en situación de consumo problemático.
Para enfrentar el problema del consumo de drogas en mujeres, es fundamental la implementación de estrategias con enfoque de género en los programas de prevención y tratamiento. Los servicios de rehabilitación deben considerar las particularidades biológicas y psicosociales de las mujeres, ofreciendo un enfoque integral que incluya apoyo psicológico, atención médica especializada y redes de apoyo comunitarias.
Además, es de suma importancia realizar campañas de sensibilización que reduzcan la estigmatización y fomenten el acceso equitativo a tratamiento efectivos y a estrategias de reducción de daños, priorizando la reinserción social y el empoderamiento de las mujeres afectadas por el consumo de drogas.
En conclusión, el consumo de drogas en mujeres es una problemática que ha sido invisibilizada por años, lo que ha impedido la creación de soluciones adecuadas y efectivas. La combinación de factores biológicos, sociales y de género agrava las consecuencias del consumo en este grupo poblacional, dificultando su recuperación. Es necesario un enfoque integral que aborde las causas y consecuencias del consumo en mujeres, garantizando su acceso a tratamientos dignos y eficientes. Solo mediante un enfoque basado en la equidad y la comprensión de las particularidades de género se podrá avanzar en la lucha contra la adicción y sus impactos en la vida de las mujeres. Tenemos que visibilizar que este problema de salud también afecta a las mujeres; y garantizar su atención mediante la creación de políticas con enfoque de género, que den solución diferenciada a este grave problema de salud.
Referencias
Becker, J. B., & Koob, G. F. (2016). Sex Differences in Animal Models: Focus on Addiction. Pharmacological Reviews, 68(2), 242-263. https://doi.org/10.1124/pr.115.011163
United Nations Office on Drugs and Crime (UNODC). (2022). World Drug Report 2022. United Nations Publications. https://www.unodc.org/unodc/en/data-and-analysis/wdr-2022.html
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