Por: Ricardo Del Valle
Podríamos enumerar un sinfín de necesidades humanas claramente justificadas sobre un estado netamente económico, en el que la carencia de éste es la base fundamental tras el cual se sustentan todas aquellas penurias.
Así que si por ejemplo me dices: mi felicidad depende de poseer una casa propia, entonces dicha causa para que puedas ser completamente feliz dependerá del dinero para poder adquirirla.
Lo mismo pasaría si se tratara de un auto, un viaje, un objeto, etcétera (y ni que decir de un excelente salario para poder adquirir éstos)
Finalmente estaríamos ya concluyendo por la respuesta hacia nuestra completa felicidad: El Dinero.
Entonces ya sólo tendremos que definir cuánto vale nuestra Felicidad:
¿50 mil pesos?, ¿100 mil?, 1 millón, ¿100 millones?
No lo sé, tú dime tu precio.
La verdad es que podemos ponerle tantos ceros a este ejercicio en nuestra imaginación que sólo quedaría en eso: en una fantasía.
Así que si no tenemos todo ése dinero, ¿seremos toda la vida infelices?
En el mejor de los casos, nos ponemos otros un tanto humanistas, y hacemos aún lado el tema financiero y creemos que nuestra propia felicidad radica en otra persona.
Y es que aunque nuestra naturaleza humana está intrínsecamente unida a la interacción directa entre nosotros mismos, lo cierto es que al final de cada uno de nuestros días, nadie va a respirar por nosotros, ni a comer por nosotros, ni a llorar por nosotros, ni a reír por nosotros.
A veces pensamos que la felicidad está sólo en los grandes momentos: cuando logremos aquel sueño, cuando tengamos cierto éxito, o cuando alguien más nos complementa.
La verdad es que nos pasamos tanto tiempo buscando afuera, que no nos damos cuenta que lo más valioso:
LA FELICIDAD YA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS MISMOS.
Con el paso del tiempo, he aprendido que la verdadera felicidad no depende de lo que sucede a mi alrededor, sino de cómo decido vivir ésos momentos.
Está en despertar y agradecer por un nuevo día, en sonreír a pesar de las dificultades, en encontrar paz en medio del ruido.
Ojo: La felicidad NO es perfecta ni constante, pero siempre está disponible SI NOS DETENEMOS A SENTIRLA.
Tenemos que empezar a descubrir que cuando dejamos de compararnos con los demás, cuando dejamos de medir nuestra vida con estándares ajenos, empezaremos a valorar lo que somos y lo que tenemos.(aunque sea con una deteriorada salud)
Y es en ésta ACEPTACIÓN, en ésta calma, cuando florece una ALEGRÍA genuina que no necesita adornos ni permisos de nadie.
Pero la ACEPTACIÓN NO es lo mismo que CONFORMISMO:
Aceptación es reconocer la realidad tal como es, sin resistirse ni pelear contra ella, pero desde un lugar de PAZ y CONCIENCIA.
Aceptar no significa renunciar, sino entender que algo es COMO ES en ése momento, y desde ésa comprensión, decidir ACTUAR o CAMBIAR si es posible, ó simplemente APRENDER y CRECER si no se puede cambiar.
En cambio, el CONFORMISMO es resignarse de manera pasiva a una situación que no nos gusta, pero sin intentar mejorarla o salir de ella.
El conformista piensa: «no hay nada que hacer», «es lo que me tocó», y se rinde sin buscar alternativas, crecimiento ni evolución.
Reitero:
Aceptar es RECONOCER la realidad para poder CRECER ó CAMBIAR con inteligencia.
Conformarse es RESIGNARSE a la realidad RENUNCIANDO A MEJORAR.
La FELICIDAD interior es un acto de valentía. Es decirle SÍ a la vida TAL COMO ES, abrazando tanto la luz como la sombra. Es confiar en que, incluso en los días grises, dentro de nosotros SIEMPRE hay un espacio inviolable de PAZ. (y ésa no tiene precio)
Así, entenderemos que ser feliz no es algo que dependa de nuestro incierto futuro, ó de las circunstancias, ni de otras personas.
Es una ELECCIÓN diaria, un COMPROMISO conmigo mismo.
La felicidad no se encuentra oculta ó en posesión de otros… se construye, y sobre todo, se siente.
Shalom Shalom.