Por: Carlos R. Muñoz Moreno
La literatura, la filosofía e incluso la política no son sino una manifestación de la realidad que se vive o que se prevé que será el futuro inmediato.
Las religiones no son ajenas a esta realidad y también suelen responder acorde o contracorriente a la historia humana, de allí que, comentaba en la entrega anterior, será fundamental la personalidad, ideología y perfil de quien habrá de ser elegido Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Un ejemplo claro de esta influencia política y social se vivió en la época del Papa Borja (o Borgia), Alejandro VI, quien siendo de origen español favoreció a la corona española cuando el descubrimiento del nuevo mundo puso a las grandes naciones de entonces enemistad porque todas querían apoderarse del continente recién descubierto.
O los problemas del Rey Tudor, Enrique VIII, por el divorcio con Catalina (su princesa española de la que se cansó), lo que llevaría al rompimiento con Roma y el surgimiento de la Iglesia Anglicana.
Es cierto que la influencia de hoy no es tan grande porque el poder político del Vaticano se ha acotado con el paso de los siglos, pero la visión que del mundo predique el catolicismo influye en millones de creyentes y por tanto puede llevar a esos fieles a apoyar o a combatir puntos de vista que hoy se rigen por extremismos derecha y de izquierda que han polarizado a las sociedades y marcado el resurgimiento de nacionalismos que nos ponen como humanidad, al borde de otra Gran Guerra.
¿Será el próximo Papa un centroeurepeista que desplace o minimice las comunidades eclesiales de los países emergentes, en América, África y Asia?
O un hombre que, más allá de su nacionalidad impulse los mismos ideales que Francisco, con inclusión, apertura a los divorciados, las comunidades LGBTTIQ+, los migrantes y en general a los más desposeídos, y un decidido impulsor de la paz y la convivencia entre naciones.
O nos tocará en suerte un moderado que tienda lazos, que mantenga todo en una neutralidad impasible ante los riesgos que el mundo enfrenta.
Tendremos un Papa, africano o húngaro, que más allá del color de su piel, sea un dogmático que venga a combatir la apertura eclesial que Bergoglio apenas esbozó pero que con las inercias de una iglesia que camina a paso de tortuga, no pudo consolidar.
Ese resultado nos dirá cómo influirá este espíritu religioso en millones y millones de creyentes y qué tan favor pondrá a estos fieles de alguna de las corrientes ideológicas que hoy amenazan la existencia de la sociedad como la conocemos.
No es gratuito que haya voces que recuerden las profecías de Malaquías dónde se habla de un fin del mundo con el próximo Papa porque la situación económica y geopolítica con disputas entre las grandes naciones que han ido extremando diferencias y creciendo sus disputas, podrían hacernos llegar a ese punto si no contamos con un liderazgo ideológico y religioso que atempere, desde fuera, esos enconos.
En unos días comenzará el Cónclave y, más allá de lo novelado y plasmado en el mundo del cine, lo que allí pase puede definir gran parte de nuestro presente y futuro, seamos creyentes o no.
Un abrazo a la cuatitud.