En la antigua mitología mexica, Tonatiuh era el dios Sol y se le consideraba el líder supremo del cielo; los aztecas también lo reconocían como la deidad más importante del Ollan, la ciudad gobernada por Quetzalcóatl.

Para las antiguas civilizaciones prehispánicas se vivía en la época del Quinto Sol, concepto creado en la antigua ciudad de Teotihuacán. El pueblo mexica veneraba al Quinto Sol, desde el comienzo de su peregrinaje desde la mítica ciudad de Aztlán, en virtud de que éste lo iluminó en su viaje hasta la gran Tenochtitlán. Los pueblos antiguos comprendieron lo importante que era en sus vidas la presencia de la luz solar. En las diferentes latitudes surgieron cosmogonías alrededor de los beneficios que tenía el sol, para sus actividades cotidianas y de sobrevivencia. Observaron que el sol regulaba la vida de todos los seres vivos en la Tierra, que era y es, fuente de energía para la agricultura y para proveer de calor a los seres humanos.

En el año 1610, el astrónomo y científico italiano Galileo Galilei, descubrió que la superficie solar presentaba manchas oscuras. Galileo fue el primero que comprendió que estas manchas se formaban dentro del mismo Sol, en virtud de que éstas se desplazan por la superficie solar en la medida que nuestra estrella giraba, y luego ellas mismas se disipaban. Para en año 1828, más de dos siglos después, el astrónomo Henrich Schwabe, en Dessau, Alemania, comenzó la búsqueda de un posible planeta llamado Vulcano, ya que supuestamente pasaba entre la Tierra y el Sol, no lo encontró evidentemente, pero en cambio descubrió que el número de manchas solares aumentaba y disminuía cíclicamente. Estudios más detallados de parte de los astrónomos sobre el comportamiento de la superficie solar, han demostrado que durante un promedio de once años, la actividad solar, como se observa con las manchas solares, aumenta y disminuye, alcanzando por cierto su pico más reciente a mediados de este año. Las manchas solares que marcan regiones de actividad magnética, hacen erupción generalmente en parejas de polaridad magnética opuesta. Los efectos en la Tierra provocados por este ciclo de once años de manchas solares, se puede ver, por ejemplo, en el ancho de los anillos de crecimiento de las plantas.

Desde el punto de vista de la astrofísica, el Sol es una esfera de gas, cuyo calor se genera en un horno nuclear en su propio centro, donde el hidrógeno se fusiona para formar helio. La fusión nuclear libera enormes cantidades de energía, que finalmente escapan del sol a través de su turbulenta fotosfera, que es la superficie que vemos, siempre y cuando usemos equipo especializado. Las temperaturas en la fotósfera rondan los 5 mil 800 grados centígrados, mucho más bajas que los quince millones de grados centígrados de su núcleo. Sobre su superficie, el Sol posee una atmósfera compleja compuesta por la cromósfera y la corona solar. Aunque la corona se extiende hacia el espacio interplanetario, es casi tan caliente como el núcleo.

La actividad y estructura del Sol se basan en observaciones y, parcialmente también, en modelos teóricos. Cabe presumir que las características del Sol son compartidas por todas las estrellas cuyas masas no superan las 1.5 veces la masa del Sol y cuya temperatura las sitúa en la banda principal de un diagrama estelar conocido como: diagrama de Hertzsprung-Russell. Este tipo de estrellas que aparecen en este diagrama extraen su energía de las reacciones termonucleares que ocurren en su núcleo, y que convierten al hidrógeno en helio. La energía liberada se transporta hacia el exterior de la estrella en la forma de radiación electromagnética. En el caso del sol, la temperatura de la fotosfera es realmente de 5730 grados Kelvin. En la cromosfera, las temperaturas suben progresivamente hasta alcanzar aproximadamente un millón de grados centígrados en la corona solar. De vez en cuando, protuberancias gigantes hacen erupción desde la superficie solar, éstas están compuestas de plasma, que es gas caliente ionizado.

Gran parte del aprovechamiento de la energía solar actual y de los usos que con el tiempo vengan, depende siempre de la energía que nuestra estrella nos envíe. Por lo que ahora se sabe con certeza lo estable que es la cantidad de energía solar que llega a la Tierra. Aunque, fue hasta el año 1980, que los científicos pudieron medir el valor de la constante solar, esta constante se define como la cantidad de energía solar (Watts/m²) que incide perpendicularmente en la cima de la atmósfera a la distancia media de la Tierra al Sol. Su valor ronda en los 1,366 Watts sobre metro al cuadrado, teniendo una variación en las últimas cinco décadas de 0.58 por arriba y por debajo de los 1,366. Esta variación se debe, a los movimientos que realiza la Tierra en su traslación anual alrededor del Sol. Nuestro planeta cambia la distancia respecto a nuestra estrella desde los 147 (perihelio) hasta los 152 (afelio) millones de kilómetros, por lo que la radiación solar tiene un muy ligero cambio durante el año y sin duda también en el transcurso de varios años.

Apreciable lectora y lector, te invito a ver el siguiente video sobre las manchas solares:

Universidad Politécnica de Tulancingo. alfonso.padilla@upt.edu.mx