Se cuenta que María Félix, la Doña, se encontraba en una lujosa fiesta, cuando, de repente, llegó una «actriz» de «medio pelo» y se presentó:
—Buenas tardes, señora. Yo soy actriz. Mi nombre artístico es la musa y he hecho grandes producciones televisivas, entre ellas, telenovelas.
—Me parece perfecto —le contestó con suma indiferencia la Doña.
—Además, yo he viajado mucho. Incluso en Indonesia me coronaron emperatriz de la belleza —continuó airosa la actriz.
—Me parece perfecto —siguió indiferente la Doña.
—Pero, dígame, ¿y usted qué ha hecho? —inquirió la ingenua actriz. A a lo cual María Félix respondió con gallardía.
—¡Pues mira, yo también soy importante, soy la doña, María Félix y me he esforzado por educarme. Me he cultivado mucho. Antes yo decía “tenedor”, pero hoy digo “cubierto”; antes decía “pasto”, pero hoy digo “césped”, antes yo pedía que me arreglaran el pelo, pero hoy digo cabello. Es más, antes yo decía: ¡Me vale madre!
—¿Y ahora qué dice? —preguntó la candorosa mujer.
Y María Félix respondió:
—Hoy digo: «Me parece perfecto».
Y justo cuando México despertó el 2 de junio después de una inédita y confusa jornada electoral, se encontró con que era el país más democrático y que lo vivido el día anterior había sido “impresionante”, “maravilloso”.
Al menos así fue como, desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ensalzó lo sucedido el pasado primero de junio, día de las primeras elecciones judiciales celebradas en territorio mexicano y que a muchos mexicanos “les pareció perfecto”.
En las casillas y en las calles, sin embargo, reinó la apatía y el silencio del 87% de los ciudadanos con derecho a voto que seguramente citaban a María Félix, la Doña, al cuestionárseles sobre sus impresiones de la votación y respondían: “Me parece perfecto”.
Escoger a jueces y magistrados con los mejores perfiles no era fácil. Las cifras resultaron desde el principio abrumadoras: 3 mil 423 candidatos para ocupar un total de 881 cargos en el poder judicial. Una tómbola en la que se colaron personajes como Silvia Delgado, una exabogada de Joaquín “el Chapo” Guzmán, o el duranguense Leopoldo Chávez, condenado por narcotráfico en Estados Unidos y que “le parecía perfecto” contender.
En redes sociales, de hecho, se viralizaron memes que se mofaban de tal embrollo: “No sé elegir los aguacates, qué voy andar eligiendo jueces y magistrados.” ¡Claro! “Les parecía perfecto”.
Discernir a conciencia implicaba dedicar horas a leer los perfiles, contrastar y, sobre todo, entender la jerga y función de cada órgano jurisdiccional. Elegir de manera informada era imposible y por eso me sume a que “me parece perfecto” ese ejercicio democrático.
Las tablas y recursos gráficos de su texto “Votación de jueces: una elección imposible” ilustraban, además, el tiempo que cada ciudadano debía invertir. A lo cual una vez más les “parecia perfecto” a los ciudadanos emplear su tiempo en esta confusión de boletas.
Leer los currículos, posicionamientos y propuestas de tan solo las 117 candidaturas nacionales –es decir, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistraturas de la Sala Superior del Tribunal Electoral, magistraturas del Tribunal de Disciplina Judicial– implicaba procesar unas 45 mil 941 palabras.
Suponiendo una velocidad de lectura promedio de 200 palabras por minuto, sin pausas, necesitaría casi cuatro horas continuas solo para leer.
Y como mi tiempo vale oro solo me restaba argumentar cuando me cuestionaban sobre esta votación. “Me pareció perfecta”