La legalización que lleva a la normalización del dinero fruto del delito es la última fase de un proceso que, en el caso del narcotráfico, inicia en laboratorios clandestinos que cada vez más sustituyen a campos de cultivo, una situación que muestra hasta dónde este delito ha penetrado a nuestras sociedades y gobiernos.
Algunos datos señalan que el llamado lavado de dinero que quita lo sucio a las ganancias del crimen, no ha podido ser erradicado al igual que el consumo y en consecuencia la producción de sustancias nocivas, y es posible ilustrarlo como un proceso que comienza en la producción, sigue con el tráfico, alimenta el consumo y luego a través de sus ganancias, culmina en las instituciones financieras.
En absoluto se trata de algo nuevo, aunque apenas data de 1989 el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) creado por las siete naciones más industrializadas (G-7), afectadas sobre todo por el consumo pero también implicadas en el lavado de dinero, una entidad que a la fecha suma a 200 países y jurisdicciones, ante el hecho de su crecimiento que va de la mano de la corrupción y del terrorismo.
Hay dos perspectivas para entender el peso de esta actividad. Si lo vemos desde la perspectiva económica, representa del tres al cinco por ciento del Producto Interno mundial, de acuerdo a estimaciones de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la cual aclara que se trata de una estimación ya que el carácter ilegal de este tipo de movimientos financieros impide ser precisos.
La segunda es el tipo de economías que funcionan como alojamiento de las instituciones que realizan el lavado de dinero. En general se trata de aquellas donde las medidas de detección son débiles o con programas ineficientes en la materia, pero que cuentan con sistemas financieros estables.
Esas economías, de acuerdo al GAFI con datos de este año, son Corea del Norte, Irán y Myanmar, a los que de manera reciente se han sumado Bolivia e Islas Vírgenes, pero que en realidad son las sobresalientes de una lista que inicia con Algeria y cierra con Yemén, en total 28 países.
No figuran países desarrollados ni sofisticados, y quizá el único con esta segunda característica sea Mónaco, mientras que de América Latina se encuentran Haití, algo totalmente explicable debido a su carencia casi absoluta de institucionalidad, así como Venezuela.
Pero la empresa y consultora dedicada al monitorea y detección de riesgos en sistemas financieros KycHub, con sedes en Londres, Singapur e India, advierte que el número de casos de lavado de dinero ha aumentado pese a los esfuerzos para controlarlo, debido a lagunas y la creciente sofisticación de los métodos que se emplean, lo que incluye más acciones de este tipo con dinero digital y criptomonedas.
Precisa que si se toma como ejemplo a Estados Unidos, este país sigue con una preocupación significativa, con 11 mil 472 eventos de esta naturaleza, es decir, una tasa de casi 3.5 por 100 mil personas.
Por monto, la consultora señala que los reportes oficiales estadunidenses hablan de sanciones por 14 mil millones de dólares en relación a este delito en 2022.
Pero no es el único con alza reciente en el lavado de dinero. Le siguen Reino Unido, Australia, Canadá, Alemania, Singapur y Ucrania. Si se cruza la información con el aumento en el tráfico y consumo de narcóticos, se verá que al menos en los cuatro primeros países, ese consumo ha aumentado en los años recientes.
A la luz de toda esta información, se entiende la preocupación estadunidense por acciones contra lavado de dinero en México, considerando que en el consumo de drogas, la vinculación entre ambas naciones es tan alta como en ramas legítimas de la economía, por ejemplo la industria automotriz o la ganadería.
Pero medidas como las adoptadas en días pasados contra financieras mexicanas parecen tener también otra lógica además del combate al lavado de dinero. Poco si no es que nada se sabe de advertencias estadunidenses contra el lavado de dinero en Reino Unido o Canadá.
Otro rubro del que también se sabe muy poco, es la relación entre funcionarios públicos encargados de la supervisión financiera, los empresarios y comerciantes dedicados a lavar dinero ilegal, así como quienes depositan los recursos sucios, pues es un hecho que al igual que el narcotráfico, este delito financiero necesita de tolerancia oficial, al menos.
El gobierno mexicano, en consecuencia, tiene dos frentes de actuación: el interno más que apretando tuercas en este rubro y aquí sí caiga quien caiga, y el externo, porque queda la sensación de que desde la Casa Blanca hay una línea que pretende someter a nuestro país.
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México en el mundo global
El lavado de dinero, creciente problema mundial