Un desastre para la izquierda, el Movimiento al Socialismo y, desde luego, Evo Morales, es el resultado de los comicios presidenciales en Bolivia del pasado domingo 17, cuyo resultado final se decidirá en segunda vuelta en dos meses, exactamente el 19 de octubre próximo.
En esa fecha competirán los dos candidatos con mayor número de votos logrados el pasado domingo, en primer lugar Rodrigo Paz, actualmente con un escaño en el Senado boliviano, exalcalde Tarija e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, y en segundo Jorge Quiroga, conocido como Tuto, quien a principios de este siglo ya presidió el país.
Sea quien sea el ganador, cerrará el ciclo que empezó el 22 de enero de 2006 cuando Evo Morales, líder cocalero y ascendiente en el pueblo originario Aimara, uno de los más numerosos en los Andes, inició su primera presidencia, es decir, terminarán dos décadas de una esperanza de cambio lidereada por un indígena, la cual ahora empezará a ser evaluada para conocer que tanto se concretó y qué tanto se quedó en esperanza.
En la jornada electoral el gran ausente, y también en mucho responsable de la debacle de esa esperanza, fue Evo Morales, quien ciertamente fue objeto de una dura campaña del presidente Luis Arce, quien fue uno de sus colaboradores más cercanos pero acabaron no solo distanciados sino ampliamente enemistades.
Pero sería equivocado atribuir a esa enemistad la ausencia de Morales de las urnas o la derrota del emblemático Movimiento al Socialismo (MAS). Entre los elementos a evaluar que hablamos líneas arriba, se encuentra determinar que tanto hubo afán caudillista en el descendiente aimara y qué tanto ausencia de habilidad política para convertir un movimiento de dos décadas en una fuerza política duradera.
Las cifras electorales avalan en primera instancia esa afirmación. La izquierda estuvo representada por Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo, que obtuvieron 8.2 y 3.2 puntos porcentuales respectivamente, es decir, 11.4 puntos en conjunto, menos de la mitad del expresidente Quiroga y casi un tercio del puntaje de Paz.
Morales, una vez convencido que no podría participar, convocó a sufragar pero anulando los votos, y esta opción sumó 19.2 por ciento, cifra considerada alta en los anales electorales bolivianos, pero siete puntos porcentuales por debajo del segundo lugar Quiroga. Si a esas 19 unidades se suman los de Rodríguez, postulado por el MAS, se alcanzarían 27 puntos con los que sí superarían al expresidente, pero aún cinco puntos debajo del primer lugar Paz.
Y siguiendo el juego mecánico de sumar cifras, si se sumarán las 11.2 unidades de los dos candidatos estimados de izquierda, se habría registrado un virtual empate con Rodríguez y de todas formas se habría tenido que ir a segunda vuelta.
Bolivia dijo “no más al MAS” y esto tendrá que ser entendido en primer lugar por Morales y el movimiento que encabezó, así como el conjunto de organizaciones políticas y sociales que participaron en el régimen que duró dos décadas.
Lugar común es decir que se aprende más de las derrotas que de las victorias, y en el caso boliviano se debe de convertir en una realidad, porque Bolivia en tos años no fue al caos, como gustan decir los enemigos de los gobiernos progresistas y que reivindican las necesidades y demandas populares, pero cierra una época con inflación de 25 por ciento, problemas de abasto de gasolina y otras deficiencia económicas graves que sin duda influyeron en los resultados comiciales, pero también sin haber sabido institucionalizar una opción política que tampoco parece haberse convertido en caudillismo.
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