Por: Ricardo Del Valle

En el ritmo acelerado del mundo moderno donde pareciera que nunca hay tiempo suficiente, detenernos a pensar en nuestra propia finitud puede parecer incómodo o incluso innecesario. Sin embargo, la antigua frase romana MEMENTO MORI (recuerda que morirás) guarda una de las enseñanzas más poderosas que el ser humano puede integrar a su vida.
Por supuesto, no es un llamado al miedo, ni una invitación a vivir en tristeza. Por el contrario, es un recordatorio positivo, profundo y realista: la vida es breve, el tiempo es limitado y cada día que pasa es una oportunidad ÚNICA que jamás regresará.

El dinero, los bienes materiales, e incluso nuestras relaciones actuales, pueden perderse y volver a ganarse, pero NUESTRO TIEMPO NO. Es nuestro recurso más valioso y, paradójicamente, el que con mayor facilidad desperdiciamos. Nos refugiamos en excusas como “ya habrá tiempo” o “mañana lo hago”, olvidando que ese mañana NO está garantizado. El MEMENTO MORI nos despierta de esa ilusión: el mejor momento para vivir, decidir, crear y amar, es siempre AHORA.

Desde la filosofía estoica hasta las tradiciones espirituales de Oriente, la conciencia de la muerte ha sido vista como una brújula de vida. Los estoicos recomendaban reflexionar cada día sobre la posibilidad de no despertar al día siguiente. ¿El objetivo? No la angustia, sino la liberación: comprender que EL TIEMPO ES BREVE nos ayuda a quitarle peso a lo superficial y a enfocarnos en lo esencial.

Cuando aceptamos que la vida es finita, dejamos de postergar los sueños y comenzamos a vivir con autenticidad. En lugar de temer la muerte, abrazamos la vida con más intensidad.
La verdadera riqueza no está en cuántos años vivamos, sino en la calidad de esos años. La vida plena se construye con momentos significativos: un abrazo sincero, una tarde de creación, una palabra de aliento, una meta cumplida. MEMENTO MORI nos invita a elegir con cuidado en qué invertimos nuestra energía y nuestro tiempo.

Pasar horas discutiendo por cosas sin importancia, acumulando resentimientos o consumiendo distracciones vacías es un desperdicio de nuestro recurso más valioso. En cambio, decidir conscientemente dedicar tiempo a actividades productivas, relaciones sanas y proyectos que nos hagan crecer es el verdadero triunfo sobre la fugacidad de la existencia.

Por eso, te propongo éstos tres simples consejos:

-Pon tus prioridades en orden: escribe lo que realmente deseas lograr, lo que amas y lo que te da paz. Enfócate en esas metas y suelta aquello que no aporta a tu crecimiento.

-Haz de la gratitud un hábito: al despertar y al dormir, piensa en tres cosas por las que estás agradecido. Este ejercicio te conecta con el presente y te recuerda que cada día es un regalo.

-Convierte tus sueños en acciones pequeñas: no esperes a tener el “momento perfecto”. Empieza hoy, empieza ahorita, aunque sea con un paso mínimo. La suma de esos pasos construye una vida con propósito.

El MEMENTO MORI no es un pensamiento sombrío, es una chispa que enciende la conciencia. Nos recuerda que estamos vivos aquí y ahora, y que depende de nosotros darle valor a cada minuto. Quien integra esta filosofía no se deja arrastrar por la rutina, sino que convierte cada día en un espacio para crecer, crear, amar y dejar huella.

“No es la muerte lo que debemos temer, sino la vida NO vivida porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros ya no somos”.

Shalom.