El conflicto entre Israel y el grupo fundamentalista palestino Hamas ha entrado esta semana en una espiral que parece imposible de detener, pero con la perspectiva de aumentar el número de palestinos asesinados por las fuerzas israelíes, que desde el siete
de octubre de 2023 suman al menos 60 mil, mientras del lado israelí los decesos rondan los dos mil.
La espiral fue disparada por el ataque del ejército de Israel el martes nueve de septiembre a las instalaciones que albergaban a líderes de Hamas en Doha, la capital de Catar, que ha sido intermediario entre ambas partes para tratar de llegar a un acuerdo definitivo
que detenga de una vez el genocidio israelí contra la población palestina.
Y esa misma espiral es alimentada por dos misteriosas situaciones de agresión contra una flotilla compuesta por 22 navíos, de acuerdo a su página de seguimiento aunque se espera que sume hasta 50 embarcaciones, las que transportan suministros humanitarios con
destino a la cercada Gaza, en el lado oriente del Mediterráneo, y que también este martes nueve, se encontraba atorada en Túnez.
La flotilla es una de las dos respuestas más visibles de la sociedad internacional contra las acciones de Israel, pero no a favor de Hamas. La segunda es el compromiso de alrededor de mil 200 actores, directores y en general trabajadores de la industria cinematográfica,
que rechazarán trabajar o colaborar con empresas israelíes.
Sin embargo, a pesar de ser importantes, estas dos iniciativas de la sociedad internacional, resultan absolutamente insuficientes ante la política del actual gobierno de Israel que encabeza el primer ministro Benjamin Netanyahu, que con sus hechos muestra
su objetivo de “limpiar” a Gaza de cualquier palestino, aunque ello implique sus vidas. Es decir, una política genocida.
El ataque contra las instalaciones que albergaban a líderes de Hamas en la ciudad de Doha ha roto todas las normas. Catar es un país rico por su gas y con un sólido horizonte de desarrollo. Ha desempeñado tareas de intermediación entre Israel y Hamas, además
de que en su momento dio similar cobijo a representantes del movimiento del Taliban, ahora de regreso al gobierno de Afganistán, mientras sus costas son la sede de una importante base naval de Estados Unidos.
La capital del país asentado en el Golfo Pérsico ha sido la sede de oficinas políticas del movimiento islámico desde hace 13 años, instalación que atendió a una petición de Estados Unidos para contar con un canal informal de comunicación con Hamas, recordó
un despacho del medio catarí Al Jazeera, varios de cuyos periodistas han sido asesinados por misiles israelíes en Gaza, acusados de ser en realidad militantes de Hamas.
Fueron precisamente misiles los que atacaron las instalaciones que alojaban a los líderes de Hamas, en un ataque prácticamente inédito en la historia reciente de la mediación internacional de conflictos.
Los misiles fracasaron en lograr su objetivo, aunque sí dejaron víctimas mortales, pero han generado un revuelo en la diplomacia internacional, ya que violaron una práctica que comenzó a institucionalizarse en 1899, es decir, hace 126 años, cuando se celebró
la Conferencia de Paz de La Haya, uno de cuyos participantes fue México, recuerda un documento de la Corte Internacional de Justicia.
Pero está visto que si al primer ministro Netanyahu no le importan las vidas palestinas, menos aún las practicas diplomáticas internacionales, por más centenarias que sean.
El apoyo que por su parte da Estados Unidos a Israel muestra también las limitaciones de la política de ganar todo por la fuerza que aplica su actual gobierno. Rusia sigue bombardeando Ucrania a pesar de las hasta ahora solo amenazas de sanciones por parte
de Washington, mientras que Israel hace lo mismo en Gaza y llegó ahora a Catar, con solo una condena estadunidense.
¿Cómo detener a Israel? Una solución de fuerza parece absolutamente imposible de estructurarse primero y luego aplicarse, pues generaría una conflicto regional que podría rebasar Medio Oriente. Que Estados Unidos le aplique aranceles a Israel parece hasta cándido,
dadas las estrechas relaciones entre las altas esferas políticas, económicas y sociales de ambos países.
Las iniciativas de los trabajadores de la industria cinematográfica y la flotilla con insumos humanitarios que difícilmente llegarán a Gaza, como tampoco han llegado los transportados por otras flotillas, deben entonces valorarse como acciones dignas, valerosas
y éticas, que impiden que lo único que quede por hacer sea seguir contando palestinos muertos.
j_esqueda8@hotmail.com