Ricardo Del Valle

La fuerza de la lluvia contra el Poder de la solidaridad.

En los últimos días, México ha sido azotado por intensas lluvias que han dejado a su paso no sólo calles inundadas y viviendas anegadas, sino también miles de familias con pérdidas materiales irreparables. Desde el norte hasta el sur del país, los reportes de Protección Civil señalan carreteras bloqueadas, ríos desbordados, deslaves y comunidades enteras incomunicadas.

Estos fenómenos climáticos, cada vez más frecuentes y extremos, ponen en evidencia la vulnerabilidad de muchas poblaciones, especialmente aquellas que carecen de infraestructura adecuada para enfrentar la fuerza de la naturaleza.

Pero estas lluvias no sólo nos dejan imágenes de tragedia, también nos interpelan profundamente: ¿qué hacemos los que no padecemos directamente estas calamidades? ¿Somos espectadores pasivos o protagonistas activos de la solidaridad?
Las tormentas, aunque destructivas, traen consigo un recordatorio poderoso: la fragilidad de la vida humana y LA IMPORTANCIA DEL APOYO MUTUO. Quienes tenemos la bendición de estar en un hogar seguro y no vernos directamente afectados, tenemos la oportunidad (y también la RESPONSABILIDAD) de convertir esa estabilidad en un canal de ayuda.
Sabemos por nuestras distintas tradiciones espirituales que ayudar a nuestro prójimo nos acerca a la Divinidad, porque en cada acto de servicio se rompe el egoísmo y se abre el corazón. Al tender la mano a quien lo necesita, no sólo damos un bien material, sino que elevamos nuestro Alma y reforzamos el lazo invisible que nos une a todos como humanidad.

La adversidad de los demás nos recuerda que no somos dueños de la seguridad ni del bienestar, sino que todo en la vida es transitorio. Al ayudar, reconocemos nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, participamos en un acto divino: SER INSTRUMENTOS DEL CONSUELO Y LA ESPERANZA.

Luego entonces… que hacer en éstos tiempos? -Dona con propósito: en lugar de entregar objetos al azar, infórmate de lo que realmente necesitan las comunidades afectadas (agua potable, alimentos no perecederos, medicinas, cobijas). Cada ayuda específica multiplica su impacto. -Sé un voluntariado responsable: si decides acudir personalmente, hazlo coordinado con organizaciones confiables o autoridades locales para no entorpecer los trabajos de rescate. La ayuda organizada siempre llega más lejos. -Da apoyo constante, no solo inmediato: la solidaridad no debe ser solo en los primeros días. Muchas familias tardan meses en reconstruirse. Participar en campañas de largo plazo o incluso adoptar un compromiso personal con una familia puede ser un gesto transformador.

En el rostro de cada damnificado podemos ver el reflejo de nuestra propia fragilidad, y en cada acto de ayuda sincera que nosotros hagamos por ellos, se produce una auténtica conexión con la Divinidad, pues el ser humano al ayudar a los demás en sus momentos de dolor, se va puliendo, va evolucionando y con ello, se eleva espiritualmente acercándose cada vez más al Eterno, porque en la solidaridad habita el amor, y en el amor vive El Creador.

Shalom.