A semana y media de la presentación del nuevo plan de paz para detener las acciones genocidas de Israel en Gaza tras la incursión de miembros de Hamas en el sur israelí hace dos años, no existe algo concreto entre los actores principales salvo que las negociaciones continúan al igual que los ataques contra la ciudad palestina, lo cual eleva el saldo de victimas mortales y el costo de la futura reconstrucción.
Ésta podría ser una razón para mantener la atención sobre Gaza: el genocidio continúa, en buena medida porque siguen dominando. las tendencias radicales tanto israelíes como de Hamas.
En efecto, la disección de los sujetos “Israel” o “Hamas” muestra que existen diversos actores y tendencias, y que el mando se encuentre en los extremos de ambas partes.
Del movimiento fundamentalista se sabe que operan dos grandes alas: una la encargada de la gestión social y otra la responsable de las acciones militares.
Reportes de organizaciones internacionales dedicadas al seguimiento del estado de los derechos humanos como Human Right Watch (HRW) o Amnistía Internacional (AI), han documentado múltiples violaciones a los derechos de la población palestina por parte de miembros del ala militar que no vienen de ahora.
HRW tras una amplia investigación, denunció crímenes de guerra y contra la Humanidad en la incursión del siete de octubre de 2023 efectuada por Hamas y miembros de otras cuatro organizaciones de resistencia armada, los cuales dispararon de manera indiscriminada contra civiles no solo israelíes sino de otras nacionalidades.
Por su parte AI en su informe 2024/25 describe agresiones de miembros de Hamas contra periodistas y en general población palestina, no solo en Gaza sino también en Cisjordania, ésta bajo control de grupos diferentes a Hamas.
El movimiento, que apareció de manera pública en 1987, quiere que el ejército israelí salga de los territorios palestinos que ha ocupado, para lo cual ha empleado atentados contra militares o colonos judíos, y busca la instauración de un Estado palestino, pero de carácter islámico, característica esta última que lo enfrenta de manera directa con los radicales del lado israelí.
En los últimos dos años Israel es dirigido por el gobierno de coalición que encabeza Benjamin Netanyahu y cuya existencia depende de los partidos Sionismo Religioso y Poder Judío, con 14 y seis escaños cada uno, es decir, el 16.6 por ciento de los 120 lugares del Kneset, el parlamento israelí, y poco menos de un tercio de las 67 bancas de la coalición de gobierno.
Bezalel Smotrich, líder de Sionismo Religioso, afirma que los judíos tienen derecho divino a la tierra del Israel bíblico, lo cual se debe de cumplir sea de forma legal o no. Es partidario de la segregación racial y enemigo de la diversidad sexual.
Por su parte Itamar Ben-Gvir, líder de Poder Judío, ha enfrentado procesos legales por incitación al racismo y apoyar grupos considerados terroristas. De acuerdo al medio británico The Guardian por años su sala estuvo presidida por un retrato de Baruch Goldtein, quien masacró a 29 palestinos en una mezquita de la ciudad de Hebron en 1994. Hoy es el ministro israelí de Seguridad.
Mientras el ala radical de Hamas tenga el control de Gaza y la supervivencia política de Netanyahu dependa de los ministros de extrema derecha, en los hechos es casi imposible lograr un acuerdo de paz que sea aceptable para ambas partes, o que se cumpla si se firma, pues sus posiciones son irreconciliables, ya que cada uno quiere y busca de manera activa la destrucción del otro.
La cruel paradoja es que tanto Hamas como esos ministros israelíes llegaron al poder político mediante elecciones, lo cual podría ser un ejemplo del descontento y decepción social de la gente en todo el mundo con la democracia, así como de que esos electores ejercen su voto sin la mejor reflexión previa.
Jorge Esqueda
j_esqueda8@hotmail.com