Por Jorge Esqueda
La segunda vuelta de la elección presidencial en Chile ha adquirido un carácter estratégico para nuestro continente, pues su resultado puede convertir al próximo gobierno del país sudamericano en uno al deseo de la recién difundida Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, o bien ser la primera nación de la región en decir no al viejo y conocido imperialismo estadunidense.
Se trata, sin duda, de una coincidencia entre los momentos electorales chilenos y los de política exterior de Washington, pero una sincronía simbólica y reveladora de los tiempos que vivimos.
El 16 de noviembre pasado Jeannette Jara Román logró el 26.85 por ciento de los votos de esa jornada, mientras José Antonio Kast Rist sumó 23.93 por ciento, una diferencia de 2.92 puntos porcentuales que llevó a esta segunda ronda comicial.
Como ya se ha hecho costumbre en la mayoría de situaciones políticas actuales, ambos candidatos son la antípoda del otro. Jara Roman entró al Partido Comunista desde los 14 años de edad. Fue la primera de su familia en llegar a la universidad, donde obtuvo la licenciatura en Administración Pública, a la cual sumó la de abogada en 2014.
Casada en segundas nupcias tras quedar viuda, tiene un hijo. Colaboró como subsecretaria de Previsión Social de la expresidenta Michelle Bachelet, y luego de un paréntesis en la administración pública, asumió como ministra de Trabajo del actual presidente Gabriel Boric. Es fan del centenario Colo Colo de Santiago y gusta de la música de Juan Luis Guerra, Emmanuel, Luis Miguel, Juan Gabriel, Los Jaivas, Gepe y Mon Laferte, de acuerdo a un perfil en los medios.
Kast por su parte también es abogado, hijo de un exsoldado del ejército nazi y hermano del exministro de Augusto Pinochet -a quien admira- y presidente del Banco Central en esa etapa, Miguel Kast. Entre sus propuestas figura ir contra el crimen y los migrantes sin documentos. Participó como independiente en las presidenciales de 2017, cuando alcanzó 7.93 por ciento de los votos, luego repitió en las de 2021, donde creció hasta el 27.91 por ciento, cifra que le permitió competir en segunda vuelta ante el actual mandatario Boric, quien lo derrotó.
Se le encuentra parecido político con el argentino Javier Milei y con el estadunidense Donald Trump por sus cuestionamientos a la cultura woke. Tiene también propuestas de corte social como la adaptación de espacios públicos para personas con autismo, postula vivienda y pensiones dignas, afirma otro perfil de medios.
Debido a las restricciones legales, se desconoce quién puntea en las preferencias electorales, aunque las habituales filtraciones apuntan a la victoria de Kast y a que Jara busque perder por la menor diferencia posible, pero todo podría cambiar según el desempeño de ambos candidatos en el último debate, aunque estudiosos de la realidad chilena descartan que cualquiera que sea el ganador, vaya a aplicar medidas extremas.
La importancia de estos comicios va más allá de Chile, pues un triunfo de Kast sería visto como un reclutamiento como lo describe la recién difundida estrategia de seguridad nacional estadunidense, debido a la similitud de medidas en materia de seguridad y migración.
Por el lado opuesto la victoria de Jara estaría lejos de significar el abierto enfrentamiento con Washington, y se podría vislumbrar un diálogo y convivencia pragmática y no exenta de rispideces por el estilo de Trump.
Por lo pronto el acercamiento de Estados Unidos a Chile en estos comicios difiere del aplicado en Honduras, pues mientras Trump dio su claro y amenazante apoyo al candidato Nesry Asfura, lo que ya motivó la denuncia de la presidenta Xiomara Castro y la acusación de intervencionismo mientras sigue sin conocerse el resultado a semana y media de los comicios, en Chile el nuevo embajador estadunidense Brandon Judd se inauguró con críticas al presidente Boric, lo que motivó una nota diplomática de protesta y luego su reunión con Jara, con la intención de limar el descontento.
El triunfador en Chile este domingo 14, será el primero en construir las relaciones de América con Estados Unidos en el marco de la nueva estrategia de seguridad, la continuación del viejo imperialismo estadunidense de siempre.
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